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Vivian Qu denuncia el abusivo control social en su opera prima como directora

Vivian Qu denuncia el abusivo control social en su opera prima como directora

EFE

Gijón 27 nov —

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La cineasta china Vivian Qu denuncia el excesivo control social que permite el uso de nuevas tecnologías en su película “Trap Street”, la primera que ha dirigido después de una reconocida carrera como productora de cine independiente.

Qu compite en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Gijón con su “opera prima”, en la que, según ha afirmado hoy, ha buscado mostrar “la fina línea que separa la libertad del intrusismo”.

En una rueda de prensa, la directora ha dicho que rodó el largometraje con la intención de hacer reflexionar a los espectadores sobre el “problema que representa la vigilancia y la forma en que ha sido aceptada como algo natural”.

“Las ciudades chinas y las metrópolis de todo el mundo se han llenado de rascacielos, centros comerciales y cámaras de vigilancia, y esto último parece no preocupar a nadie”, ha asegurado.

“Trap Street”, que puede ser encasillada como una película a medio camino entre el género negro y el drama romántico, narra la historia de una pareja de jóvenes sometida a los rigores de una época caracterizada por el control gubernamental.

Un joven topógrafo se enamora de una chica que trabaja en un edificio del gobierno que está ubicado en una calle que por alguna razón no figura en los mapas oficiales y a partir de ese descubrimiento la historia se vuelve cada vez mas opresiva.

La ciudad perdida en la que se desarrolla la trama, puede ser cualquier gran urbe de China o de cualquier otro país, donde el “problema de la vigilancia esté presente”, ha indicado.

“No creo que la película haga una crítica simple, es algo complejo y quería que la gente tome conciencia del problema”, ha asegurado Qu.

Ha añadido que el cine independiente chino de denuncia tiene muchas dificultades para abrirse camino por la escasa financiación y la censura.

China se ha convertido en una de las grandes factorías de cine del mundo con una producción de unas 600 películas al año, pero la mayoría son comerciales, de entretenimiento, con poco calado social, ha explicado.

La directora ha afirmado que el cine de denuncia se limita a unos pocos documentales y algunos trabajos de ficción que requieren de presupuestos mínimos porque es “imposible conseguir financiación oficial”.

También se ha presentado hoy la película “Hippocrates”, del director francés Thomas Lilti, que hace una “radiografía” del sistema de salud público de su país en una historia de médicos que se aleja del “ideario colectivo creado por las series de televisión anglosajonas”.

Lilti, que es médico pero ha dejado de ejercer después de diez años para dedicarse al cine, ha indicado que en esta, su segunda película, ha querido poner sobre la mesa los problemas éticos de la profesión.

Un médico joven Benjamin comienza a trabajar en el hospital dirigido por su padre y se encuentra con Abdel, un experimentado profesional argelino, de quien va a aprender algo más que medicina.

La vida dentro del hospital de los profesionales de la salud y de los enfermos queda retratada con una extrema pulcritud y la situaciones dramáticas son superadas con un fino sentido del humor.

Lilti ha dicho que es algo habitual en la gente que todos los días se enfrentan a situaciones extremas como la muerte porque actúa como un mecanismo “desestresante” absolutamente necesario.

“El humor está en la película porque es algo real en los hospitales y he querido que mi película fuera realista y estuviera alejada de los estereotipos de las series televisivas de médicos”, ha destacado.

El director ha dicho que en el trasfondo de la historia está la forma en que la medicina actual trata a los enfermos terminales, en algunos casos con cuidados paliativos y en otros solo con apoyo moral.

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