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El arte y la galaxia

Study for Interception, Mark Tansey | ARSTRONOMY

J.M. Costa

Es un hecho cierto y probado que los humanos venimos imaginando mundos exteriores desde hace milenios. Y tenemos constancia literaria de esa imaginación al menos desde Luciano de Samosata (125 - 181), que en su Historia Verdadera relata un viaje a Luna donde asiste a la guerra entre los caballeros buitres y lacanópteros del emperador selenita, y los caballeros hormiga del solar. Es normal; una vez identificados los planetas como tales, ¿por qué iban a ser muy distintos a la Tierra? Sobre todo teniendo en cuenta que, a lo largo de los tiempos, han tenido lugar en los cielos e incluso bajo ellos, todo tipo de sucesos inexplicables y se han escrito ríos de tinta al respecto.

La cuestión visual ya es más complicada. Por un lado, existe una legión de divulgadores, casi todos televisivos, que llevan décadas encontrando alusiones a extraterrestres, sus vehículos e incluso sus mundos en prácticamente cualquier civilización o cultura. Y ello con generosidad, desde los mayas hasta las mitologías hebrea y griega, pasando por egipcios, chinos, hindúes y casi cualquier otra sobre la que pongan el ojo. En todas ellas, explican, aparecen clarísimos testimonios gráficos que probarían de manera incontestable la existencia de extraterrestres.

Por supuesto, tenemos un inmenso repositorio de imágenes en torno al género de la ciencia-ficción, algunas geniales, pero ARSTRONOMY es otra cosa. Es una exposición de artistas que en un momento dado decidieron ocuparse del tema y trabajar sobre él. Y no se trata de artistas cualquiera, sino nombres ya clásicos como Ives Klein, Panamarenko, Thomas Struth, Thomas Ruff, Sigmar Polke, Tony Oursler, Isamo Noguchi, Mike Kelley, Robert Llimós, William Kentridge, Susan Hiller, Keith Haring o Evru, junto a otros menos conocidos o más emergentes. Nombres que no extrañaría ver agrupados en cualquier exposición. ¿En cualquiera? Tal vez no, quizá reunirlos en torno a un tema como el Espacio y las posibles formas de vida a encontrar en él, no sea lo más serio del mundo. ¿O sí?

Visiones del cosmos

Es casi axiomática la fascinación de los humanos con el cielo estrellado. Una fascinación que puede ser de origen puramente científico, como en el caso de Thomas Ruff, a quien su padre le regaló un telescopio de pequeño y que vuela de la superficie de Marte a las Estrellas o como en el de Robert di Matteo y su idea de El material de las estrellas, en este caso el Carbono.

En un polo aparentemente opuesto los hay como Robert Llimós, un artista ahora residente en Nueva York y ya bastante conocido como conceptual aunque luego hubiera vuelto a la figuración. En el 2009, José María Martí Font contaba en las páginas de El País: “Robert Llimós (Barcelona, 1943) ha tenido un encuentro inesperado. Estaba en Brasil, en Fortaleza. Salió hacia la playa, se sentó en unas dunas y se puso a dibujar. Levantó la mirada y lo que vio delante de él fue una gran nave espacial que emitía luces. El relato de este ”encuentro iniciático“, como le llama, es apasionante; incluye la visión de dos personas detrás de una ventana del aparato que le observan, cuyas características describe con bastante precisión”. La comunicación galáctica ha continuado y aquí tenemos sendos bustos de los extraterrestres, escamas y todo.

Sin un contacto o unas instrucciones tan inmediatas, otros artistas han ocupado su tiempo en imaginar cómo podrían ser esas máquinas extraterrestres, más allá del platillo construido (junto a una larga lista de artefactos imposibles) por el belga Panamarenko. Abu Bakar Mansaray dibuja un artefacto muy agresivo que titula La resurrección de los alienígenas (2004), mientras Ionel Talpazan dibuja el corte de un OVNI en el cual se explica, mal que bien, su funcionamiento.

Son puntos de vista o lugares mentales diferentes. Algunos lo que hacen es interrogarse de forma casi maniática o, si se prefiere, coleccionista. Es el caso de Tony Oursler, artista más que famoso por sus video-instalaciones y que lleva años archivando todo tipo de noticias, escritas y (video-) gráficas sobre avistamientos de OVNIs. Su compañero y amigo de toda la vida, el desaparecido Mike Kelley adopta una visión más irónica en una de sus últimas obras, sendos videos de sus Kandor Bottles (2010), siendo Kandor la capital del desaparecido planeta Krypton. Por cierto, hombre tan serio como el alemán Sigmar Polke también trató el tema OVNI.

En otro plano están las utopías espaciales, que no precisan de extraterrestres. Una de las sorpresas de ARSTRONOMY es enterarse que Ives Klein, conocido sobre todo por sus cuadros monocromos y por su azul Klein, se había interesado por un Cohete neumático o por la posibilidad de una Arquitectura del aire (ambos 1962). Quizás su archi-famoso Salto al vacío (1960) pueda interpretarse como el despegue hacia esas arquitecturas.

También puede tomarse una referencia clásica y trabajar sobre lo ya imaginado, como hace William Kentridge en A Journey to the Moon (2003), uno de los siete videos que realzó sobre la obra de Georges Mellies. Algo análogo viene a hacer Joan Rabascall con sus Homenaje a Julio Verne (1964 ­- 67).

Dicho todo esto hay que ir a otro lugar, distinto al nuestro y distinto a todos. Zush-Evru definió ya en 1968 su país alternativo, con su lengua, su escritura, su moneda y demás como Evrugo mental state.Y aún hoy deja patente que no es imprescindible viajar a años luz por el universo para encontrar otros mundos. Que los de nuestro cerebro pueden ser aún más exóticos.

ARSTRONOMY es un ejemplo de cómo focalizar la atención en puntos de vista que las neo – academias consideran poco o nada relevantes. Pero que ¡sorpresa! pueden interesarle a un público inespecífico. Quien más quien menos ha visto un comic, leído una novela o visto una película sobre la cosa espacial. A lo que se ve no estamos solos, hay artistas que se hacen las mismas preguntas e imaginan sobre ellas. Luego las han hecho objeto.

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