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Un artista usa el cielo para hacer “desaparecer” un toro de Osborne de siete metros de altura

Según la tonalidad del cielo, el toro de Osborne se oculta a la vista

Peio H. Riaño

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Hace dos semanas, tres personas armadas con pértigas y 15 litros de una pintura que simulaba el cielo se acercaron al toro de Osborne, colocado a la orilla de una carretera a las afueras de Xinzo de Limia (Ourense). Durante el día anterior, se dedicaron a mezclar sobre azul, rojo y negro en busca del imposible de la pintura realista: copiar el color del cielo. Ninguno de los azules cielo que están disponibles en las tiendas es azul cielo. Una vez que tuvieron preparada la mezcla perfecta, acudieron al “monumento” a transformarlo. A ciegas, de noche. “Paró un coche y nos escondimos. Ha sido como hacer un grafiti pero sin dejar tu nombre”, explica a este periódico el reconocido artista que pide anonimato. No es un Bien de Interés Cultural pero ha hecho 'desaparecer' el inmenso toro de siete metros de altura sobre el horizonte y prefiere evitar la multa. “Podría ocurrir que alguien decidiera pagar la multa para quedarse con la obra”, añade sobre esta acción artística sin firma.

Al día siguiente, fueron a retratar la acción y a ver si el azul que pintaron por la noche era cielo o derrota. Cuando llegaron al lugar, se encontraron con una patrulla de la Guardia Civil levantando parte de lo ocurrido. Les fotografiaron durante la inspección, en un momento similar a cuando Truman, interpretado por Jim Carrey, descubre los límites de ese mundo construido por Christof (Ed Harris) y se acerca en la barquita hasta la escalera. “Es imposible conseguir el color cielo. Me gustaba la idea de empezar perdiendo. En cuanto cambia la luz, el color es otro. Pero por unos instantes tuvimos cielo completamente despejado y color exacto”, explica a este periódico el autor de este acto hiperrealista. Y disidente: anular un símbolo españolista con otro símbolo.

El toro de Osborne se ha convertido esta vez en lienzo y caballete de “un acto pictórico y poético”, cuenta. En 2017 el artista SAM3 pintó en la pieza de Santa Pola (Alicante) un Guernica. En aquel momento, el símbolo se pervirtió al contrastar los dos toros: el que revive el conflicto armado y el que se dedica a celebrar a pesar de todo. SAM3 conoce las estrategias para cuestionar las imágenes más populares y lanzar desde la dictadura de lo visual un llamamiento a la curiosidad.

En 2005 la Guardia Civil denunció al artista Javier Figueredo después de reconocer que transformó en vaca suiza el toro de Osborne, ubicado en la N-630, cerca de La Perala (Cáceres). Al joven de 26 años se le atribuyó un delito contra el patrimonio cultural, tipificado en el artículo 323 del Código Penal. El subdelegado del Gobierno en Extremadura, Fernando Solís, declaró que intervenir en uno de estos anuncios “es como si le hacemos daño a una iglesia o a un bien cultural, si no prevenimos este tipo de actuaciones, todo el campo será orégano”. La norma del Grupo Osborne es no actuar contra los autores de este tipo de acciones. En dos semanas devolvió el toro a la piel de la vaca, retirándole las manchas blancas pintadas de madrugada y enlutándolo de nuevo. Figueredo justificó la acción como “un acto de reivindicación y apoyo a la cultura extremeña y a la candidatura de Cáceres a la capitalidad cultural europea”. Fue multado con dos días de arresto domiciliario.

El toro-cielo es uno de los 92 anuncios del brandy de Jerez que sobreviven en España, convertidos en símbolos de la cultura más cañí. En Galicia hay cinco de estos animales chapados en metal y pintados de negro que se recortan sobre la línea del horizonte, desde que en 1956 se le ocurriera como imagen del grupo al artista Manolo Prieto (1912-1991). El Reglamento General de Carreteras permitió la colocación de publicidades muy concretas, 'indultando', de cierta manera la posible retirada de los toros. Andalucía trató de declararlos como monumento del Patrimonio Histórico Andaluz entre 1994 y 1996, pero el Tribunal Supremo lo impidió por la denuncia de un particular. De haber sido declarados bienes culturales habrían obligado a los propietarios de los terrenos a conservar y reparar los daños de los toros de la marca que conserva la propiedad intelectual sobre la imagen.

El toro gallego, que en 2010 tuvo que ser sustituido al ser destrozado el anterior por una ráfaga de viento, sigue de color azul y en la gasolinera que hay frente al anuncio tienen su opinión al respecto: “A mí me da lo mismo. Pero queda más bonito el negro que el azul”, dice por teléfono una de sus trabajadoras.

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