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Dos años de cárcel para la aristócrata que se apropió de un Van Dyck

La aristócrata Cristina Ordovás Gómez-Jordana el pasado 10 de junio a su salida del juicio en la Audiencia Provincial de Madrid

EFE

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La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a dos años de prisión a la aristócrata Cristina Ordovás, acusada de haberse apropiado del cuadro Anna Sofía, condesa de Carnarvon del pintor flamenco Anton Van Dyck, que pertenecía a dos ingleses que lo compraron por 40.000 libras en una subasta.

En la sentencia, la sección séptima de la Audiencia madrileña le impone, además de la pena de prisión, que indemnice a los ingleses con 165.000 euros, el precio en el que se tasó la obra una vez se supo que era original del pintor flamenco.

Asimismo, se le considera autora material de un delito de apropiación indebida de un objeto perteneciente al patrimonio histórico, artístico y cultural cuyo valor supera los 50.000 euros y, además de las penas ya citadas, le impone una multa de 3.240 euros.

La Sala considera probado que en junio de 2014 la aristócrata recibió de sus dueños la obra porque había mostrado interés en ella y podía comprarla, pero se apropió de ella, la incorporó a su patrimonio “de forma casi inmediata” y nunca abonó los 165.000 euros que había acordado pagar a los ingleses.

Recibió el cuadro en su domicilio para valorar si lo adquiría o no

Cristina, que se enfrentaba a una petición del fiscal de 4 años de prisión, declaró en el juicio el pasado 10 de junio que recibió dicho cuadro porque “tenía pensado comprarlo”, aunque le pareció “muy feo”. Pero unas semanas después, el cuadro fue recogido por un conocido suyo alemán, quien se lo llevó a Marbella (Málaga) y posteriormente a Londres sin su permiso. “Me hizo una faena”, aseguró.

En ese momento, dijo, asumió que el robo era “responsabilidad suya”, y esperó para pagar el importe de la obra cuando recibiera el cobro de una deuda. Ese dinero nunca llegó a los legítimos dueños de la obra.

En la sentencia se esclarece, gracias a las declaraciones de los testigos, que la acusada recibió el cuadro para “tenerlo en su domicilio” y así valorar si lo adquiría o no. Pese a ello, lo entregó a terceras personas sin haber abonado su precio a sus legítimos propietarios.

En esta línea, la Sala ha considerado probado que Cristina participó, junto a su conocido alemán, en una sociedad domiciliada en Liechtenstein y esa operación le dejó una factura de 600.000. Con lo cual, no tuvo liquidez para pagar y sus asesores fiscales le aconsejaron aportar el Van Dyck -entre otros cuadros- a dicha sociedad, y ella lo otorgó. La aristócrata dispuso así el cuadro como si fuera de su propiedad imposibilitando a sus dueños recuperar la obra.

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