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Camarena y Yoncheva demuestran por qué “Il Pirata” es solo para valientes

El tenor mexicano Javier Camarena (d), junto a la soprano Sonya Yoncheva, durante el ensayo de ayer en el papel "más complicado" que le ha tocado en su trayectoria, el de Gualtiero, uno de los protagonistas de la ópera "El pirata" de Bellini, que se estrena esta noche en el Teatro Real.

EFE

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“Il pirata”, de Bellini, no se programa “porque no hay quien la cante”, tanta es su exigencia vocal, pero esta noche, el mexicano Javier Camarena y la búlgara Sonya Yoncheva la han bordado en el Teatro Real, que se ha volcado con ellos con su titánica demostración de que es un título solo para valientes.

Con su endiablada pirotecnia de sobreagudos, “Il pirata”, con la que Bellini pone los cimientos del futuro melodrama romántico, es una ópera muy difícil del belcantismo, con melodías de frases larguísimas que requieren que la voz esté las casi tres horas que dura en la zona de paso, algo muy incómodo para el cantante.

Se estrenó en 1827 y entre 1830 y 1843 estuvo ininterrumpidamente en el repertorio madrileño pero entonces desapareció y el Real, fundado en 1850, no la ha programado hasta esta noche, que ha sido también la del debut de todo el elenco, excepto de Yoncheva y el director escénico, Emilio Sagi.

Retirada del repertorio mundial solo la recuperó en 1958 María Callas y seis años después Montserrat Caballé, a la que se dedican las 14 funciones de esta obra, un “festival de agudos y sobreagudos”, una “brutalidad” para los cantantes de aire nostálgico y gótico.

Camarena ha vuelto a brillar con claridad y su emoción y el color de su voz ha encandilado al teatro, que ha aplaudido cada uno de sus esfuerzos, especialmente el de la “imposible” cabaletta final -“Oh Sole! Ti vela”-, aunque Yoncheva no le ha ido a la zaga y ha sido vitoreada al terminar, envuelta aún en la emoción de su aria de la locura.

El tenor salía “escoltado” por un currículum de infarto en ese teatro ya que es el único que puede presumir de haber hecho allí cuatro bises en funciones distintas: dos en “La fille du regiment”, una en el sexteto de “I Puritani” y otra más, la última, a principios de noviembre, en su única aparición en “L'elisir d'amore”.

Junto con Arturo, de “I Puritani”, el de Gualtiero es el papel más intenso del belcantismo, con mucha exigencia en los agudos, casi todos en “falsettone”, porque Bellini, entonces de 26 años y con poca experiencia aún, lo había escrito casi “experimentalmente” para Giovanni Battista Rubini, nada menos que el “creador” del Do sobreagudo de pecho.

Es un papel “complicado, exigente y demandante”, sostiene Camarena, que se alterna con el español Celso Albelo y el ruso Dmitry Korchak en el papel de Gualtiero, un fugitivo atormentado porque su amor está casada con su archienemigo, un argumento en el que el sufrimiento se lleva al paroxismo y que por momentos se vuelve muy confuso.

Para el director de la orquesta, Maurizio Benini, que ha sido también muy aplaudido, esta es una obra “maravillosa” que depende absolutamente de la capacidad de los cantantes, moderna, innovadora y revolucionaria ya que se escapa de las coloraturas rossinianas, entonces imperantes, para presentar una línea de canto y unas melodías románticas que miran ya a Beethoven y Schubert.

La puesta en escena de Sagi, especialista en el repertorio belcantista, es espectacular porque ha construido una caja con planchas reflectantes que no solo ayuda a los cantantes proyectando su voz sino que facilita los movimientos escénicos construyendo distintas capas de significado para acentuar los apasionados dúos o las muy aplaudidas intervenciones del coro.

El estreno de esta noche de esta obra, coproducción con el Teatro de la Scala, ha sido memorable no solo porque haya sido la primera vez que se programa en el Real sino porque los cantantes han logrado con precisión y maestría superar 192 años de distancia y entusiasmar al público.

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