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'Fantasma' entre los restos de una vida

Un momento de 'Fantasma'

David Sarabia

Hay alguien mirando a través de una cámara oculta colocada en el pasillo. Un salón se abre ante la vista, en él hay un hombre y una niña. Se sienta en el sofá y la atrae hacia sí. El hombre disfruta mientras la cámara, en un plano opuesto, muestra su cara de placer, la espalda de la pequeña. Apenas murmulla nada. Contempla a su hija con parsimonia, con delicadeza, quizá con ternura. La otra persona al otro lado de la lente no aguanta más y grita: “¡Que alguien llame a la policía!”. “No podemos”, le espeta la realizadora del programa de televisión en el que se encuentra la madre de la cría. Así empieza Fantasma, la primera película de David Navarro (Madrid, 1981), que se presenta este jueves en Abycine (Albacete).

“Es una película sobre el dolor, sobre la pérdida de una vida”, dice David. Fantasma transcurre en un plazo corto. Dos, tres días desde una muerte: el asesinato a manos del padre pedófilo de la niña. Marta (Cristina Soria), su mujer, lo ve todo. La cinta es agria, oscura, sabrosa, solemne. Tiene un poso de locura que se injerta en la piel del espectador cuando ocurre la tragedia y que no le abandona hasta el final. Es la crónica del día siguiente al desconsuelo: “La adrenalina de vivir algo único, algo desgarrador en ese momento no es dolor, es sorpresa, es desubicación...”, dice David.

Marta vaga por la ciudad como una zombi. Tras de sí un reguero de tristeza inerte. Deja cadáveres a su paso porque ella ya esta muerta, por dentro. “Ante un drama como el mío o ante un atentado terrorista, el hecho mismo ocupa un día de una vida pero el sufrimiento y la penitencia es casi eterno”, dice el director de la cinta. El Abycine será la primera toma de contacto con la realidad desde que David y su equipo decidiera, hace casi cuatro años, comenzar este proyecto: “Ha sido un proceso orgánico maravilloso. Muy lento, pero maravilloso”.

Perder el equilibrio

A medida que Fantasma se deshilacha entre los 105 minutos que separan el inicio del final, se puede advertir el influjo en David Navarro que ciertos directores han tenido en su obra. “A mí me gusta y me parece interesante la crudeza de Michael Haneke. También, la visión onírica de David Lynch”, dice. La cinta es oscura a ratos. También es intrincada otras veces. El componente onírico que separa la realidad de la ficción en la película levita, como ese estado de duermevela que a veces asalta y no consigue que discernamos entre lo que es verdad y lo que es mentira.

David Navarro no ha manejado un gran presupuesto. “Ha sido un reto”, dice. Está expectante por su estreno en el Abycine, pero también, confiesa que “tiene miedo”. “Es un proyecto que se ha cocinado en casa. Cuando acabe la película y corte el negro no sé qué hará la gente. ¿Se quedarán callados? ¿Aplaudirán? ¿Abuchearán?”, dice. Es el runrún que corre por las venas de un cineasta vinculado al indie, con dos series realizadas para Canal+ en su haber pero sin ningún largometraje registrado.

Fantasma es una historia de pérdida. De lo que ocurre al día siguiente de la tragedia. Cuando todos esos mecanismos internos colapsan y se rompen de súbito, como una presa que estalla. “El personaje va a la deriva y hacia la autodestrucción”, dice David. Y se desboca en ese camino. ¿Qué más da dejar unos cuantos cadáveres por el suelo si el destino ya está marcado?. “Esta mujer está perdida”, dice.

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