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Kaufman nos explica la existencia con una anomalía  

Un fotograma de 'Anomalisa'

Pedro Moral Martín

Preguntarse por la existencia, por lo que somos, de dónde venimos o hacia dónde vamos es uno de los temas más recurrentes en cualquier actividad humana, en el arte o en la ciencia. Las respuestas son complicadas. Koreeda opta por la sencillez en sus planteamientos, por la naturalidad a la hora de encajar golpes. Álex de la Iglesia siempre ha tirado por el esperpento y luego está Charlie Kaufman, que prefiere golpearnos con una (otra) realidad en la que unas marionetas intoxicadas por eso de estar vivas. Un poco como nosotros. Los últimos trabajos de estos tres directores se han proyectado en San Sebastián.

¿Dónde están nuestros hilos?

En Tiempos Modernos Charlie Chaplin nos comparaba con ovejas, en la canción de The Beatles Piggies, George Harrison nos llamaba cerditos: “Everywhere there’s losts of piggies, living piggy lives…” y ahora Charlie Kafuman nos ha convertido en marionetas. Su último trabajo, codirigido con Duke Johnson, se titula Anomalisa, y en él reflexiona sobre la identidad, sobre el marrón que significa simplemente vivir, sobre el amor, lo único que no salva (o no) y también deja sitio para las máscaras, la teatralidad de todo lo que nos rodea y la importancia de la representación.

La historia de Kaufman y Johnson empieza con un congresista, que llega a un hotel muy corriente, en una ciudad muy normal y se hospeda en una habitación completamente anodina. Pero hay algo que no funciona en este desesperanzador universo. Al protagonista le cuesta horrores empatizar con la gente y con una intencionada mala leche por parte de los creadores, resulta que su oficio es ser un experto, (casi gurú) de la atención al cliente.  

La película transcurre tranquila pero el que hay detrás es Kafuman. Esta Anomalisa no tarda en hacer honor a su título y todo se vuelve grotesco, enfermizo y lo más terrible es que todo nos suena de algo.¿Cómo escapar de los demás? ¿Y de nosotros mismos? ¿Para qué diablos estamos aquí? Pero no hace falta agobiarse la comedia negra no deja de ser comedia. Además, en esta película rodada en stop motion con marionetas está la escena de sexo más íntima jamás rodada, al menos con muñecos. Y en fin, alabado sea los que invirtieron en el crowfunding que hizo real esta anómala y genial película.  

La poesía de lo cotidiano, por Koreeda

Una de las sensaciones más gratificantes en el arte cinematográfico es comprobar que los genios no desaparecen cuando mueren. Yasujiro Ozu era uno de esos directores de sabiduría infinita, tenía un talento desmesurado para contar la vida de forma pausada, sin la necesidad de utilizar muchos diálogos. El director japonés mezclaba con maestría todo tipo de emociones. Sus películas siempre viraban hacia el drama, a veces hacia la tragedia, pero siempre había trozos de vida alegres en sus íntimas historias de familia. No es fácil ese equilibrio. Como tampoco lo es describir con tanta pureza y con tanta sencillez la sociedad japonesa. Pues bien, Koreeda ha heredado algunos de estos talentos y cada película que hace es una demostración más de que estamos ante uno de los directores asiáticos más inspirados de la actualidad.

En la sección de Perlas del Festival de San Sebastián se ha proyectado su último trabajo, Nuestra pequeña hermana. Con un argumento muy sencillo Koreeda construye una película preciosa: Tres hermanas conocen a su a su hermanastra adolescente cuando van al entierro de su padre, al que no han visto en 15 años. El director ofrece una dosis de felicidad y entusiasmo por vivir que el espectador absorbe irremediablemente. Lo consigue con cuatro actrices que están maravillosas, que en los momentos dramáticos callan para que el espectador se sumerja en su mirada (y en sus pensamientos) sin necesidad de aclarar nada con diálogos. Pero no solo callan, los personajes también hablan en esta película que contempla la comedia desde un punto de vista inteligente y realista.

Al contrario que en De tal padre, tal hijo (Premio del Jurado en Cannes) Nuestra pequeña hermana acumula algunos convencionalismos. Pero al final da un poco igual, sobre todo cuando el director convierte lo cotidiano en poesía. Cuando consigue hacerte reír y tocarte el corazón. ¿Demasiado sentimentalismo? Eso dependerá de cada uno.

El día que Raphael pasó a ser Darth Vader

Está muy claro después de Balada triste de trompeta que Álex de la Iglesia se quedó con ganas de rodar algo más con Raphael. Mi gran noche es el esperpéntico homenaje al cantante, un delirio que cuando es gracioso hace mucha gracia, pero que la mayoría de las veces es una gran tontería. El primer problema que se encuentra la película es el de seguir el ritmo a esa jauría de personajes (todos absolutamente mezquinos y despreciables) cuyos conflictos se acumulan en la grabación de una gala especial de Nochevieja (en pleno agosto) donde todo se descontrola después de semana y media encerrados día y noche.  

Un pobre diablo enviado por una ETT como figurante que se enamora de una chica muy guapa y también muy gafe. Dos presentadores que se odian y que se despellejan para poder ganarse la confianza de la cadena. Una joven estrella, Adanne que le está quitando protagonismo al gran Alphonso (Raphael) que es una especie de Darth Vader tragicómico cuyo hijo quiere matarle.

El segundo problema es acertar con todos los chistes que se van agolpando en el guión, algunos son muy graciosos pero la mayoría se caen sin remedio. Si tiene algo bueno esta película es la ridiculización del cantante latino que hace Mario Casas, que es espléndida. 

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