Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

'Miles Ahead', el momento de epifanía entre drogas y jazz

Francesc Miró

Después de golpearle en la cara, Miles Davis mira al periodista que ha ido hasta la puerta de su casa para entrometerse en su vida. El agredido se defiende y le explica que es de la Rolling Stone. Eso a él se la trae al pairo, pero resulta que además el reportero viene de parte de la Columbia para arreglar las cosas entre su discográfica y él, que hace tiempo que debería haber entregado una grabación. El trompetista decide seguirle el juego. Su juego, pues no sabía jugar a otro.

El periodista miente, claro, no es intermediario de nada pero terminará siéndolo. En su profesión, a veces hay que mentir para descubrir verdades. El nombre del plumilla es Dave Braden - interpretado por Ewan McGregor- y la verdad que persigue es saber qué hay detrás de una de las estrellas de jazz más grandes de todos los tiempos. “Cuéntame tu vida”, le pide Braden. “Nací, me mudé a Nueva York, conocí a músicos, hice música, tomé drogas, hice más música y luego apareciste en mi casa”, le contesta el músico. Así de simple.

Con esta pincelada, simple y a su vez tan sincera como sus canciones entonces, el sorprendente biopic que dirige, escribe, produce, protagoniza y hasta toca Don Cheadle, resume su esencia. No se trata de recrear la vida de Miles Davis sino de acariciar, aunque fuese con la punta de los dedos, algo de su compleja personalidad.

Así, quien quiera saber de la vida del trompetista no debería ir a ver Miles Ahead pensando que va a encontrar una biografía pormenorizada del creador de Kind of Blue. Pero si lo que se busca es adivinar cómo podía llegar a funcionar la mente de la leyenda, puede llegar descubrir en esta película cómo de encadenado estaba su talento a sus impulsos.

Al fin y al cabo Don Cheadle asume que no puede abarcar la biografía de un gigante, ni tampoco inspeccionar su sombra más allá de lo anecdótico. Su tono parece situarse en las antípodas de películas más convencionales como Ray, asumiendo que es difícil separar lo trágico del mundo que retrata pues la sombra de Bird sigue siendo muy alargada. Aún así, lo que la define es crecerse como una especie de cruce entre El Trompetista de Curtiz y El halcón maltés de Huston, por su letimotiv en la búsqueda constante de “la melodía” y sus juegos con el cine negro moderno de toque cómico.

Estamos, si se quiere, ante un biopic que huye de serlo. Uno dispuesto a imaginar qué impulsaba al genio a componer Bitches Brew, a callar durante cinco años después de ofrecer al mundo directos como Agharta, y a volver decididamente funk con The Man With The Horn. Las pistas están en en el metraje.

La arrogancia: motor  para contar historias

Que Don Cheadle era un gran actor atrapado en papeles solventes pero no memorables ya lo sabíamos. Era evidente en Crash, Traffic o Hotel Rwanda, pero también se podía ver en telefilms como Una lección antes de morir o en series como House of Lies. Eso sí, que detrás del actor había un realizador con personalidad, arrojo y poco miedo al riesgo ya no era tan fácil de adivinar.

Después de haber sido un músico tremendamente prolífico y de haber ofrecido casi veinte años de constantes nuevos álbumes cada escasos meses, Miles Davis se apartó de los focos. Dejó de tocar, de aparecer en los medios, de firmar autógrafos y de, en definitiva, ser una figura pública.

Desde aproximadamente 1975 hasta la publicación de The Man With The Horn, el trompetista estuvo recluido en su casa, lidiando con fantasmas y controlando mal el exceso de todo tipo de excesos. Es precisamente este lapso de tiempo el que retrata Miles Ahead. Cinco años de vacío en los que pocos biógrafos se atreven a entrar, pero que ella aborda sin prejuicios ni pizca de vergüenza.

Una decisión, cuanto menos, valiente. No es fácil decidir contar, en tu primera película, la época de un famosísimo artista de la que menos se sabe. Tampoco debe ser sencillo decidir hacerlo con una historia tan llena de giros, persecuciones, tiros y estilo. Aunque seguramente no es valentía lo que impulsa la ópera prima de Don Cheadle: es arrogancia.

En boca de su personaje el propio director explica su obra. “Si vas a contar una historia, muestra un poco de arrogancia, no seas precavido con estas cosas”, le indica el trompetista al periodista de la Rolling Stone.

A pesar de todo, sería injusto no decir que Miles Ahead prefiere comedirse llegados a cierto punto. A las puertas de una visión rompedora, la película da un paso atrás y asume el trauma amoroso del compositor con Frances Taylor para explicar la raíz del dolor. Además, deja de lado el origen de la genialidad para recurrir a la excentricidad como explicación simplista. Pero por el camino, entre drogas, sexo y jazz, finalmente consigue encontrar la epifanía que llevaría al músico de nuevo a los escenarios. 

Es cierto que los límites del biopic cuentan con lugares comunes que la película no evita. Pero ésta sortea los formalismos con suficientes propuestas originales como para no negarle su notable valor. Si con algo nos quedamos es con recordar al mítico trompetista amenazando a punta de pistola a un magnate de una discográfica durante un combate de boxeo. La vida, como el jazz, hay que pelearla. 

Lo cierto es que a Miles Davis no le gustaba demasiado esa palabra. “No lo llames jazz... es una palabra inventada que cataloga tu música. Yo lo llamo música social”, nos recuerda. Tenga el nombre que tenga, sigue siendo genial.

Etiquetas
stats