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'La Novia', una abrumadora adaptación de 'Bodas de Sangre'

Inma Cuesta en el rodaje de 'La Novia'

Pedro Moral Martín

La novia llega andando herida y sucia después de la tragedia, con dos cadáveres encima del caballo. Quiere que su suegra la mate pero ya nada importa.

“Porque yo me fui con el otro, ¡me fui! ¡Tú también te hubieras ido! Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes”

Con este pasaje comienza la adaptación de Bodas de sangre, de Federico García Lorca, que Paula Ortiz ha presentado en la sección Zabaltegui de San Sebastián. La novia es una película con tanta belleza que abruma. Está rodada en Aragón en poco tiempo y con pocos medios, pero su valor cinematográfico es incontestable. Los versos que salen por la boca de Inma Cuesta están vivos y ahogan al espectador en una congoja que dura todo el metraje. Esta historia de pasión y violencia que retrata a unas gentes que ya no existen y un árido lugar donde ya no queda nada, no toca temas tan profundos y universales como las adaptaciones de William Shakespeare pero el estilo de Ortiz convierte a la película en un bellísimo referente estético.

La directora y su director de fotografía, Migue Amoedo, llenan el filme de tonos ocres y azules potenciando las metáforas que ya estaban en la obra de Lorca. Metáforas que son historia de nuestra literatura y que no es fácil llevar al medio cinematográfico. No todos los actores recitan tan bien como Inma Cuesta haciendo de novia, Luisa Gavasa de suegra o Consuelo Trujillo de criada. Pero Ortiz demuestra mucha sensibilidad en la adaptación del guión repartiendo los versos en el metraje, dando descansos al espectador, inflando y desinflando el lirismo de la obra para no caer en el exceso.

Hay algo de El árbol de la vida en el tono de la película, una mirada contemplativa y muy plástica que se para en los detalles como los cascos del caballo, los cristales en forma de cuchillo, la luna, el vestido, las lágrimas... Y aunque no estamos ante una película perfecta es indudable su valor y por eso es necesario indignarse ante su ausencia en la sección oficial del festival.

Conquista social y chantaje emocional

Precisamente en la sección oficial se ha proyectado uno de los títulos más esperados del festival, Freeheld. El filme está basado en la historia real de Laurel Hester, una agente de policía del Condado Ocean con cáncer terminal que luchó durante todo el proceso de su enfermedad para que tras su muerte le concedieran a su novia Stacie una pensión del estado que se les negó por su condición sexual. El filme de Peter Sollett no reivindica nada porque el matrimonio homosexual ya es posible en los EEUU. Freeheld es más bien un refuerzo, una celebración de esa conquista social, una emotiva historia que Ellen Page protagoniza (y produce) junto a Juliane Moore.

Sin embargo, esta celebración no brilla a nivel cinematográfico. La película está empapada de un terrible chantaje emocional que se reparte a partes iguales en el explícito deterioro de su protagonista y la injusticia legal que sufre la pareja protagonista. Peter Sollett firma un drama maniqueo y lacrimógeno con, eso sí, una gran cantidad de gags aportados por el personaje de Steve Carell, un activista en favor del matrimonio homosexual tan excéntrico que llena este drama de carcajadas. Sus apariciones tienen el peligro de trivializar el dramatismo de lo que se está contando, pero afortunadamente solo sirven como desahogo para el espectador.

Hay dos buenas noticias a propósito de Freeheld, una de ellas es la excepcional interpretación de Julianne Moore, una actriz que se está acostumbrando a ser lo único que brilla en sus películas, recordemos la anterior Siempre Alice. Esta vez se adapta al cáncer con crudeza pero también con dignidad, construyendo un personaje fuerte y emotivo. El otro (pequeño) detalle por el que un espectador condescendiente podría perdonar a Freeheld sus malos vicios es que por fin una película de esta temática, como lo fueron Philadelphia o Dallas Buyers Club, tiene a un protagonista al que no se le puede estigmatizar por culpa de su enfermedad.

Y se acabó, ya no se puede rascar más de la última jornada salvo la luminosa presencia de Ellen Page por las calles de San Sebastián, eso y La Novia, que seguro que se llevará premios, cosa que provocará que Jose Luis Rebordinos, director del festival, se tire de los pelos hasta la próxima edición.

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