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Un T-800 atrapado en el tiempo

Terminator Genesis (2015)

Pedro Moral Martín

A un guionista americano llamado Danny Rubin se le ocurrió en los años 90 una historia irrepetible que Harold Ramis convirtió en clásico instantáneo con la ayuda de un Bill Murray en estado de gracia. La cinta se llamaba Atrapado en el tiempo. Todos los días sonaba I Got You Baby por un despertador que Phil, el hombre del tiempo más borde de la historia -bendito Murray-, estampaba contra el suelo condenado a revivir una y otra vez el mismo día. Las situaciones eran cada vez más divertidas y también más grotescas. Mientras, Phil cambiaba, aprendía y se convertía en mejor persona. Cada día que el personaje de Murray pasaba encerrado en esa especie de castigo eterno su cinismo se desvanecía. Así funciona el progreso.

Pero también hay otro personaje que parece despertar el mismo día una y otra vez. No es humano, es una máquina del tipo T-800 (o T-850) y fue gobernador de California: es Arnold Schwarzenegger. 'Arni' lleva décadas, desde 1984 exactamente, realizando el mismo viaje en el tiempo y con el mismo propósito: salvar a John Connor. El último periplo no es una continuación, ni una precuela, ni un remake; es un reboot y se titula Terminator Génesis. Un reinicio de la saga que sólo se apoya en los elementos más importantes de Terminator 1 y 2, las películas de James Cameron, las consideradas por Alan Taylor como las únicas a tener en cuenta.

Y aquí es donde entra la nostalgia, esa melancólica mezcla de tristeza y anhelo por una dicha perdida que hoy es lo que sostiene las cuentas de Hollywood. Por eso Jurassic World revisiona intencionadamente Jurassic Park, la primera, la que alimentaba la maravilla y la estupefacción del espectador ante un espectáculo grandioso. Esa y no otra, porque alrededor de las demás partes de la saga no existe sentimentalismo. Nos acordamos del triceratops enfermo como uno de los momentos más importantes de nuestra memoria cinematográfica, igual que de Arnold Schwarzenegger diciendo “Sayonara Baby” mientras llena de plomo el cuerpo congelado del T-1000. Taylor lo sabe y con mucho cariño y respeto por las dos cintas de Cameron ha rodado una película entretenida, con ritmo, laberíntica y muy consciente de sí misma.

Hollywood se ha obsesionado con explotar su mejor momento, pero no intenta repetirlo, intenta mejorarlo. Todos los seres humanos tenemos un punto de inflexión en nuestra vida y casi siempre coincide con el paso de la adolescencia a la madurez, cuando tomamos esas decisiones que luego determinan nuestro futuro. Nosotros no podemos reiniciarnos o enviar a Schwarzenegger para cambiar el pasado, no podemos hacer un relanzamiento de nuestra propia existencia. Aunque sin duda, lo haríamos. Entonces ¿por qué martirizamos a la industria americana? Pues por miedo. Nos aterra que estropeen esos hitos cinematográficos que forman parte de nuestra biografía sentimental.

Mad Max: Furia en la carretera, RoboCop, El planeta de los simios, Pesadilla en Elm Street... todos son reboots. Hay una intención lucrativa pero también laudable en intentar maravillar al público con los mismos títulos una y otra vez. Si reconocemos que cada vez se dirige mejor aunque sea basándonos en el avance técnico y que por algún lado debe de quedar reflejado el desarrollo cultural, lo normal es que el resultado sea casi siempre mejor, como ocurre con Mad Max o con los simios. Y cuando es peor habrá que achacarlo a que madurar no es fácil, a Bill Murray le costó repetir muchos días de la marmota ser mejor persona.

Alimentarse de la nostalgia o combatirla

Por si no queda claro, la obra maestra de Harold Ramis es una metáfora perfecta del Hollywood actual. Todos los días suena I Got You Baby en el despertador de Bill Murray y todos los días hay un nuevo proyecto-reboot basado en una cinta de éxito de los años 80 o de los años 90, desde Los (las) cazafantasmas a la nueva película protagonizada por Han Solo.

El blockbuster ha cambiado, antes solo servía para el entretenimiento mientras el Nuevo Hollywood o la Nouvelle Vague mantenían el discurso. Hoy es al contrario, son las películas de acción o de superhéroes las que reflexionan sobre política, tecnología, religión... el periodista Luis Martínez escribe aquí sobre cómo El caballero oscuro adelantaba el enfrentamiento entre Grecia y Europa.

Aunque en Terminator Genesis el ritmo es endiablado -Emilia Clarke interpreta a la Sarah Connor más letal- Taylor deja un par de ratos libres al espectador para reflexionar sobre el papel de la tecnología en la actualidad y nuestra enfermiza obsesión con los dispositivos móviles, nada que no se haya contado ya en Black Mirror. Además, y de manera muy audaz, por primera vez en la saga de Terminator aparece un personaje interpretando al alter-ego del espectador, es J.K. Simmons. El actor se mete en la piel de un policía alcohólico que decide tomarse en serio los viajes en el tiempo y la guerra entre hombres y máquinas aunque no forme parte de esa línea recta que Connor y Kyle Reese están dispuestos a correr sin mirar atrás.

Durante su primera parte, la película se alimenta completamente de la nostalgia revisando los mejores elementos de Terminator 1 y 2. El espectador tendrá el placer de presenciar como Schwarzenegger pasar por todas las edades, la batalla entre su yo de 1984 y su yo actual es antológica. Sin embargo, el filme sufre constantemente por culpa de la falta de química entre Emilia y Jason Clarke.

En la segunda parte del filme se lucha por combatir esa nostalgia. Taylor hace su apuesta y Genesis abre un nuevo camino espacio temporal para la saga, el de 2017. El T-800 que funciona como padre adoptivo, cariñoso y tierno de Sarah Connor cobra el protagonismo necesario para aliviar las faltas del resto del reparto. Y a pesar de las lagunas en el guión la secuencia final funciona como un tiro.

Estamos ante la parte más digna de la saga desde El juicio final. Taylor se ha preocupado de esquivar el estilo de serie b que se apoderó de La rebelión de las máquinas con esa Terminatrix en cuero persiguiendo a John Connor y obviar la grandilocuencia vacía que inundó cada elemento dramático de Terminator Salvation. La nueva Sarah Connor y su inseparable (y viejo pero no obsoleto) T-800 están cansados de viajar por el tiempo, quieren madurar y enfrentarse al futuro con o sin Skynet. Por eso su destino les lleva al primer día del resto de su vida. Precisamente el día que llega después del día de la marmota.

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