Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

En busca de un Jesucristo contemporáneo

kreuzweg, Camino de la Cruz

Pedro Moral Martín

Desnudar el catolicismo es un ejercicio devastador. Hasta las versiones más amables de las religiones están compuestas por parches, concesiones hechas para que los hombres y mujeres de fe puedan obedecer tranquilos ciertas directrices sin ser acusados de lunáticos. Pero, cuando un tipo cualquiera, en este caso un cineasta alemán llamado Dietrich Brüggemann, comienza a profundizar en los dogmas del cristianismo más estricto, el fundamentalismo sale a relucir como la verdadera columna vertebral de esta doctrina mística.

“El catolicismo cruel es una reacción al mundo moderno. Hay que volver a los pilares fundamentales de la religión porque se están perdiendo, y esto es precisamente en lo que se basa el catolicismo mainstream de toda la vida. Las personas de 50 años verán en la película un documental sobre su infancia porque era lo normal en aquella época”, comenta el realizador.

El vía crucis de Jesucristo se divide en 14 estaciones, el mismo número de capítulos que forman Kreuzweg (en castellano, Camino de la Cruz). Pero esta vez, el papel de Jesús lo hace una adolescente llamada María, en una increíble interpretación de Lean van Acken. Esta joven atrapada en una familia ultracatólica, que le prohíbe escuchar música soul o jazz por estar nutrida de ritmos demoniacos, tiene su propio viaje calamitoso cuando decide en la primera estación/capítulo del filme, Jesús es condenado a muerte, hacer la mayor ofrenda posible a su dios. Y como casi todas las historias santas no hay spoiler posible.

Dietrich Brüggemann juguetea con la idea de traer a Jesucristo a nuestra sociedad. Y su terrible conclusión está exenta de la irritante complacencia con la que algunos ateos critican el fanatismo religioso. En ese sentido, Camino de la Cruz está más cerca del discurso del Carl Dreyer de Ordet que el del Javier Fesser de Camino.

La espiritualidad se impone al juicio

En Ordet (La palabra), Dreyer dibujó a uno de los mejores personajes de su filmografía, un estudiante de teología llamado Johannes que como El Quijote pierde la razón de tanto leer libros de religión. Sin embargo, en vez de luchar contra los molinos de viento se enfrenta a su propia familia, individuos carentes de fe que le consideran loco. “La gente cree en el Cristo muerto pero no en el vivo”, dice Johannes en un momento del filme. Él, que se considera la reencarnación de Jesús, observa el mundo desde su enajenación y lo define con crudeza, como un tiempo podrido e insalvable.

Dreyer utiliza imágenes repletas de claroscuros y simbolismos, nos guía por el interior de sus personajes a través de movimientos de cámara pausados pero llenos de complejidad, giros de 360 grados o contrapicados que dotan a este clásico de una fuerza visual demoledora. Y cuando al final se obra el milagro el espectador es transportado al mundo místico donde todo es posible, sea o no creyente. Ordet es un film plenamente espiritual que siempre evoca reflexión.

Alexia González Barros es el nombre de una niña real, la menor de siete hermanos de una familia perteneciente al Opus Dei. Con 14 años le diagnosticaron un tumor que la dejaría paralítica. Murió a los diez meses. Se cuenta que Alexia decidió ofrecer su sufrimiento a Dios, y que lo hizo por la Iglesia, por el Papa y por todos los demás. Era una niña alegre y fuerte que aceptó la enfermedad sin regañadientes como un acto de Dios. Ya que, según las enseñanzas del férreo catolicismo, Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. En la actualidad hay una causa de beatificación de la joven González-Barros.

Javier Fesser dirigió la película Camino, inspirada en la vida de Alexia. Realizó un terrible drama al que añadió fragmentos oníricos llenos de color para representar la inocencia de una niña realmente excepcional enfrentada a una familia terriblemente obsesionada con la religión, estricta y rígida en sus enseñanzas y devota de un Opus Dei cuyo modo de operar Fesser califica de abominable. Al director se le acusó de maniqueísmo pero pocos, sin embargo, han conseguido reflejar con tanta crudeza las obsesiones del fundamentalismo católico. En este caso no hubo milagro.

En Camino de la Cruz María emprende el largo periplo hacia la santidad desde la primera estación de su vía crucis. Ella quiere ofrecer su vida a Dios, y es ofrecer demasiado quizá, señala el cura, que la aconseja empezar por privarse de un placer tan llano e inofensivo como comerse una galleta. Ahí empieza su descenso a los infiernos, por privarse de un dulce. “Ella sigue el camino de Cristo. Ella decide llevarlo a sus últimas consecuencias, como Jesús. Ella, dentro de su creencia, llegará al cielo como hizo Jesucristo”, explica Brüggemann.

Camino de la Cruz se parece a Camino en el personaje de la madre, tan asustada con el mundo que la rodea que prefiere encerrar a su familia entre los rígidos dogmas de la Sociedad de San Pío XII, aunque eso implique el progresivo deterioro físico y sentimental de su hija mayor. Brüggemann profundiza en la idea de que la fe no existe si no está contaminada, “la fe es una cuestión ficticia, no existe en la vida normal igual que no existen los celos positivos o el alcohol que no haga daño, ni siquiera existe la felicidad no contaminada”, declara el realizador.

Como si quisiera hacer del visionado otra penitencia, el director alemán compone su película de 14 planos fijos, “es una manera mucho más justa de contemplar a los personajes, no se es juiciosa aunque las conductas de algunos personajes sean debatibles. Es una manera meditativa de contemplar las imágenes”, dice. Y mantiene su estilo hasta el final, con ese exquisito movimiento de cámara que deja el sacrificio de María fuera de plano o ese plano secuencia que acaba con el ascenso a los cielos (con ayuda de una grúa). Es la última estación del vía crucis y la sensación de que esta especie de Haneke fascinado por el fanatismo religioso se acaba por acercar a la espiritualidad de Carl Dreyer en su búsqueda de un Jesucristo contemporáneo.

Etiquetas
stats