Por qué las comedias románticas siguen sin acertar con las relaciones abiertas
Una pareja ve una película romántica mientras bebe cerveza en el sofá. Ambos se ríen de sus tópicos, sus sobrecargadas y oportunas bandas sonoras y sus predecibles desenlaces felices. Lo critican al tiempo que ella recita sus diálogos de memoria y celebran el esperado y apasionado beso final. Son jóvenes, guapos, heterosexuales y ricos.
El visionado de lo que supuestamente rechazan les da la idea de acostarse, y de pactar que van a mantener relaciones sexuales sin ataduras, emociones, celos, explicaciones ni discusiones. Porque limitarse al sexo y rechazar los sentimientos tendrá como consecuencia liberarse de los problemas intrínsecos de las relaciones convencionales.
Esta es la sinopsis de la película Con derecho a roce que en 2011 protagonizaron Mila Kunis y Justin Timberlake. Hasta aquí, parecía que la cinta se atrevía a poner otro planteamiento sobre la mesa. Lástima que conforme va avanzando termina por convertirse en lo contrario y en aquello de lo que se burlaba: otra comedia romántica más.
Ese mismo año se estrenó Sin compromiso, otro intento que de igual modo acababa construyendo lo que trataba de deconstruir. Aquí la pareja de guapos son Natalie Portman y Ashton Kutcher. En su caso, se conocen siendo niños en un campamento de verano. Desde los primeros planos que lo relatan se anticipa que –¡sorpresa!– volverán a reencontrarse en el futuro las veces que haga falta para conseguir el final feliz. Entre medias probarán, según como se cuenta, el error de reducir sus encuentros al sexo, pero inevitablemente se enamoran. El discurso hegemónico hollywoodiense no iba a dejar que sucediera de otra forma.
Este viernes llega a las salas españolas la nueva propuesta: Una relación abierta, dirigida por Brian Crano y a cuya pareja protagonista dan vida Rebecca Hall, que ejerce también de productora, y Dan Stevens. Otros dos guapos del star system.
Cabía la esperanza de estar ante una historia distinta, pero lamentablemente se repite, aunque el recorrido sea a la inversa. Empieza con los dos personajes ya enamorados, llevan juntos muchos años y son las únicas personas con las que ambos se han acostado.
En una cena con el hermano de ella y su novio, el segundo les pregunta cómo pueden estar tan seguros de que quieren estar juntos toda la vida si no han probado otra cosa. Quedan extrañados y, aunque en ningún momento se les ve realmente convencidos, deciden probar a tener una relación abierta. A partir de aquí empiezan a acostarse con otros hombres y mujeres, prácticamente pidiéndose permiso, y entrando en una espiral de competición que, a pesar de no verles convencidos ni del todo satisfechos, insisten en mantener.
Los dos repiten con sus atractivos nuevos affaries, que encuentran la primera noche que salen. Los interpretan Gina Gershon y François Arnaud, que además canta, toca el piano y compone una canción para la Anna que representa Hall. Durante los 96 minutos de metraje el espectador asiste a una sucesión de encuentros en los que se respira parte de culpa, descubrimiento de otras formas de mantener relaciones sexuales, necesidad de aprobación e inseguridad cuando es el otro el que está acostándose con desconocidos.
Todo para llegar a un desenlace que, siguiendo con la tónica de este tipo de filmes, el espectador espera que sea que se pedirán matrimonio. Efectivamente, aparece el anillo y el novio se pone de rodillas, pero esta vez es rechazado.
Puede concebirse que este final infeliz (según la norma) forma parte de un largometraje que por fin se aleja de los tópicos de las comedias románticas. Pero la falta de credibilidad de este momento es tal que ni convence, innova ni concuerda. Lleva a la interpretación de que se cumple la profecía que augura el amigo de Stevens, de que abrir la relación sería un “suicidio”.
Cuando toman la decisión muestran tan poco convencimiento y parece que lo hacen tan porque sí que no hay justificación narrativa. Lo que se muestra es una pareja que está a gusto, mantiene relaciones sexuales, convive y se divierte y que, de repente, opta por probar algo que –tal y como está contado– no necesita, sino que más bien supone una especie de apuesta.
Motivos injustificados de apertura de la relación
Como punto a favor de Una relación abierta está que sea ella la que pierde el miedo a tomar la decisión de descubrirse y explorarse con otras personas. Sin embargo, cuando decide alejarse de lo que tenía establecido y porque “necesita conocerse estando sola”, lo que se ha visto en pantalla es que las dudas las genera uno de sus ligues, del que parece empezar a enamorarse. Adiós al discurso de autodescubrimiento.
En Con derecho a roce, el motivo por el que no quieren establecer nada serio es porque los dos vienen de una ruptura y no quieren volver a sufrir. En Sin compromiso, el personaje de Portman se define a sí misma como un “peligro” y le dice a un Ashton Kutcher también enamorado que “lo mejor que te puede pasar es que no volvamos a encontrarnos”. Para evitar dolor, apuestan por tener sólo sexo.
Por último, en Una relación abierta el detonante es, en teoría, reforzar aún más su relación. Algo que, como ya comentamos, no necesita.
Futuros fallidos con germen en el presente
La tónica general es que los personajes cuentan con padres separados o sobre los que no se hace referencia. Como la madre de Kunis, a la que interpreta una divertida Patricia Clarkson que está divorciada y que achaca el comportamiento de su hija a que no quiere “repetir los mismos errores que yo”. El discurso deja caer que las relaciones que no funcionan han de ser consideradas como fracasos y que, en definitiva, la solución a todos sus problemas la tendrá “saber reconocer a su príncipe azul, porque todos los tenemos”.
El padre de su partenaire Timberlake, al que su esposa abandonó cuando era niño, padece Alzhéimer y, en un momento de lucidez, le confiesa que otra mujer a la que conoció estando en la marina fue el verdadero amor de su vida. La madre de Portman es viuda y el padre de Kutcher está liado con la que fue su novia, lo que provoca un enfrentamiento entre ambos y que no se reconcilien hasta que el padre ingresa en el hospital.
Un elenco de matrimonios presentados como opciones fallidas, pero que aun así se plantean a los solteros como la mejor y única solución para ser felices: monogamia para toda la vida.
Relaciones abiertas VS Convencionales
Las relaciones abiertas son retratadas como enemigas de las convencionales; no como una opción, sino como competidoras. Porque, o bien son válidas solo para un tiempo (hasta entender que lo que realmente quieren es estar juntos), o serán el final de su felicidad, porque les hará romper lo que ya tienen y quieren. Sería interesante contar una historia en la que ambos tipos de relaciones puedan convivir de manera sana y natural, como tipos de relaciones que se puedan probar y mantener.
No está claro cuál es la fórmula perfecta para hablar de las relaciones abiertas en el cine pero, desde luego, los tres ejemplos aquí citados no aciertan. Siguen los esquemas habituales de lo que en teoría quieren deconstruir sin éxito y se empeñan en contar la misma historia de siempre, aunque en la última el final no sea feliz.
Siguen quedando lejos de representar la realidad y se mantienen en el aura de idealización que impera en los productos de las comedias románticas. En parte superficiales, predecibles, fáciles, empalagosas y con las bandas sonoras repletas de violines que a más de uno le sacará las lágrimas o la pereza, por perpetuar la espera del príncipe azul o princesa que ni existen, ni nadie ha de aspirar a ser.
Habrá que seguir esperando para dejar de ver relaciones presentadas como perfectas o fracasos, y para ver que las parejas abiertas encuentren un reflejo a su medida. O al menos cerca.