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Cinco películas y una serie para modernizar a Macbeth

Michael Fassbender interpreta a Macbeth

Pedro Moral Martín

La herida de estar vivo no cicatriza. Al menos nunca lo hace para Macbeth, el maníaco rey de Escocia con el que Shakespeare personaliza su tragedia sobre la ambición y la soberbia desmedidas.

“Es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que no significa nada”.

Quizá sea este verso sobre la existencia el más famoso de la obra. Una imagen desesperada y vívida del íntimo infierno que consume al homicida más salvaje de entre todos los que han poblado las obras de El Bardo. Ruido, furia y una penetrante visión estética de la obra, que no significa nada pero que lo es todo, definen la última versión cinematográfica de Macbeth. La dirigida por Justin Kurzel, autor de la violenta y enfermiza Snowtown, y protagonizada por un implacable Michael Fassbender y por Marion Cotillard. Ella construye una Lady Macbeth víctima de sus propias decisiones y un Macbeth más loco que villano.

Esta es la versión más visceral de la tragedia, la más plástica, violenta y pegajosa. Comienza con una batalla de términos apocalípticos que empequeñece a Braveheart y continúa con las visiones de brujas y fantasmas que están formados por más carne que ectoplasma. Las profecías envenenan a Macbeth que, instigado por su esposa, termina asesinando al Rey Duncan.

La visión que tiene Kurzel del clásico es rotunda e inhóspita, completamente desalmada y muy cruda, y lo que aporta a las demás adaptaciones es una atmósfera asfixiante y preciosista de la que tiene tanto mérito él como su director de fotografía, Adam Arkapaw, responsable, por ejemplo, de la primera temporada de True Detective.

¿Es la versión definitiva de Macbeth? No, pero está entre las cinco mejores y más interesantes interpretaciones cinematográficas del personaje. Todas pretenden actualizar a este trágico villano y todas destacan por algún motivo.

La versión narcisista de Orson Welles

El genio se vio abocado a dirigir su adaptación de Macbeth en 23 días y con un presupuesto de tan solo 75.000 dólares. Fue una hazaña, y aunque nunca será el gran Macbeth, sí estamos ante una obra colosal en la que el director de Ciudadano Kane hizo de sus limitaciones, hallazgos. Una escenografía rudimentaria, las armaduras y pieles de vikingos y los demás enseres estrafalarios componen un diseño de producción roído y destinado a la versión más teatral de la obra.

Welles focaliza toda la película en un Macbeth que él mismo interpreta dejando a un lado a todos los demás personajes, incluso a la verdadera villana, a Lady Macbeth. Su interpretación es la más feroz y su Macbeth el que más cómodo se encuentra entre los asesinatos. Fue la primera adaptación de Shakesperare que hizo Welles y le salió una película de apabullante realismo y con un potente rigor visual que contribuyeron, por primera vez, a modernizar el personaje.

La obra maestra de Kurosawa

En Autobiografía (o algo parecido) Akira Kurosawa critica la película de Orson Welles. “Pura bisutería”, dice. Una arrogancia del director japonés que pasará inadvertida desde el momento en el que él mismo realizara la mejor versión cinematográfica de Macbeth hasta la fecha. Se titula Trono de Sangre y ni siquiera está ambientada en Escocia, Kurosawa construye una renovación literaria de la obra contextualizando el texto de Shakespeare en el Japón Feudal del siglo XVI. No son ni caballeros ni Reyes, son samuráis; no hay espadas, son catanas; y no hay apenas texto porque casi todo el metraje se compone de pausados e hipnóticos planos generales.

La película está llena de detalles que la encumbran, pero hay tres que destacan. Uno es el más visible y ya comentado traslado de Escocia a Japón, el motivo de Kurosawa es remarcar la dualidad entre Oriente y Occidente. Otro es la forma en la que el director decide contar el regicidio, con un fuera de campo en el que se enfoca a Asaji (Lady Macbeth) mientras su esposo consuma el crimen. Y el tercer elemento destacable es su final, Macbeth no muere por alguien “no nacido de una mujer”, como se relata en la obra, en Trono de Sangre Washizu encuentra su final a través del asalto del pueblo al poder. De esta forma el director japonés sube las cuotas de contemporaneidad a la obra de El Bardo.

El trauma de Roman Polanski

Es inevitable ver el Macbeth de Roman Polanski y obviar el brutal asesinato de su mujer Sharon Tate, embarazada de ocho meses, por La Familia de Charles Manson. Esta adaptación de Shakespeare fue la primera película que hizo tras la tragedia y en cada fotograma se respira la incontenible angustia de un director destrozado. Es la más pesimista de todas las versiones cinematográficas. Hay lluvia, atardeceres grises y la violencia es más cruda (e innecesaria) que nunca. Sin ningún motivo -excepto el de incomodar- justifica que la cámara se detenga en los cadáveres de los hijos de Macduff. La sangre salpica a los espectadores de forma gratuita.

Los personajes de Polanski son la encarnación de la estupidez, de la confusión y de la lujuria. Parecen ignorantes recitando versos que no entienden. Detalles que no son errores y que cobran sentido cuando al final, Malcolm, el rey coronado tras la muerte de Macbeth, se va a consultar a las mismas brujas que engañaron a su predecesor. Villanos y crímenes tan anti-intelectuales como las macabras acciones de Manson.

Los otros 'Macbeth'

Hay dos adaptaciones de la clásica tragedia que son menos contundentes pero muy interesantes y que merece la pena rescatar. Una es Hombres de respeto, una versión gánster de la obra de Shakespeare en la que John Turturro es un asesino a sueldo que mata a su jefe. La otra es sólo un capítulo de una serie de adaptaciones del escritor realizados por la BBC, ShakespaRe-Told. Está ambientada en la cocina de un restaurante con aspiraciones y Joe Macbeth es James McAvoy, que cometerá el crimen para conseguir tres estrellas Michelin.

Todas las versiones tienen en común una idea que nació en la obra de Shakespeare, y que es una paradoja: la ambigüedad de la naturaleza humana que le convierte en un ser manipulable y la concepción de un destino brutal y cruel que condiciona todas sus acciones. Y sin embargo todas las versiones discurren por lugares distintos entablando conexiones con la actualidad para modernizar al maníaco homicida más famoso de Shakespeare.

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