Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar

Un puñado de cómics para recibir el otoño

¡Oh diabólica ficción! (del gran Max)

Rubén Lardín

Con la obstinación de los ingenuos, perseveramos en la fantasía peregrina de que aquellos que jamás lo han hecho se decidan una desangelada tarde de septiembre, mes de cosechas, a entrar en una librería de su ciudad y adquirir un cómic. Si el término les azora, siempre pueden ponerse muy serios, mesarse las barbas y pedir una novela gráfica. Al fin y al cabo les van a dar lo mismo, un tebeo. Por si hubiera algún incauto dispuesto a dejarse seducir, he aquí una pequeña selección de novedades recientes.

Ética y estética

Max, por ejemplo. Max es uno de nuestros autores más valorados y lo es por muchas razones. Su trazo es de una nitidez que rinde a todos los paladares, sus hallazgos expresivos muy frecuentes y su mayor mérito una capacidad para aprehender lo invisible y ofrecerlo en su definición precisa. Para hacer visible lo que no puede verse ni expresarse con palabras, que es lo que de verdad importa, no se ha inventado todavía un lenguaje más adecuado que el dibujo. Max lo sabe y en su ejercicio ha recorrido, a lo largo de una carrera de cuarenta años, territorios lindantes con la mitología, el arte y la filosofía, siempre con la poesía y el humor como remos y nunca permaneciendo más tiempo de la cuenta en lugares que ya tiene averiguados. Es por eso que cada uno de sus libros trae algo de verdad.

El dibujante vuelve ahora con otro de sus bordados mágicos y en él retoma un formato de choque que hacía mucho tiempo que no practicaba, el de la historieta corta. ¡Oh diabólica ficción! es una recopilación –ampliada– de las páginas publicadas previamente en El País Semanal, donde una urraca diosa de las mentiras se devana los sesos para arrojar luz sobre los recovecos de “la ficción”. Especula sobre la procedencia de las ideas, se asoma al misterio insondable de la sombra que nos completa y se hace cruces para aislar el asunto dichoso de la inspiración.

Como de costumbre en Max, cada viñeta es destilado y célula de una exploración constante. Al lector lo presupone sobradamente preparado pero no le solicita sobreesfuerzos, y como quien cose y canta le ofrece cuestiones densas garantizándole una digestión liviana. Lo encandila, lo eleva y lo devuelve a su asiento en la realidad alumbrado de imaginaciones.

Mirando hacia atrás sin ira

Un agente secreto con modales de Roberto Alcázar, héroe nacional que llevaba medio siglo criogenizado en un laboratorio secreto en las criptas del Valle de los Caídos, resurge en la España actual como herramienta de la ultraderecha para la reconquista de un territorio donde campa a sus anchas la confusión ideológica. Algo así como si el guión de Terminator lo hubiera escrito un Vizcaíno Casas.

¡García!

¡García! es el imbatible título que lleva el nuevo proyecto del guionista Santiago García y el dibujante Luis Bustos, que aquí cuentan con la colaboración eventual de Manel Fontdevila dibujando los segmentos “de época”. Juntos confeccionan una trama que marida y enfrenta con sabiduría los viejos seriales de misterio, aquellos folletines perforados de galerías subterráneas, jarabe de palo y confabulaciones masónicas, con el panorama esperpéntico y desesperado de la actualidad, donde el protagonista revivido descubrirá con sorpresa, por ejemplo, que la izquierda no sólo ha sido legalizada, sino que no presenta reparos en pactar con los herederos del régimen franquista que hoy gobiernan el país.

Con dejes cinéticos propios del manga, arrebatos de Frank Miller y algún que otro puñetazo de Jack Kirby sobre la mesa para recordarnos que, aunque se trate de un thriller político, también estamos ante una particular sátira superheróica, ¡García! se jacta de un perfume vetusto que parece ineludible a la hora de hablar de un país que ha sido, es y será siempre dos cosas: una penita y un cachondeo. García y Bustos, sin embargo, parecen tirar cabos de esperanza que esperamos atar en un segundo volumen, el que completará esta obra flamante e imperiosa.

Entretanto, en el país vecino y amparándose en los códigos de la aventura fantástica, Pierre Christin y Jacques Tardi desarrollan en Rumores sobre el Rouergue una historia que pronto deriva en alegoría sociopolítica. En ella el prospector norteamericano de una mina clausurada en la región francesa del Rouergue ha desaparecido en un bosque cercano al pueblo de Saint-Geniès. Su relevo, un burócrata enviado por la empresa gestora a investigar el suceso y a reactivar la explotación minera, se verá sumido en un gran carnaval, casi un jardín de las delicias, donde intereses políticos, contubernios empresariales y oligarquías perversas serán combatidas por una leyenda llamada... “el pueblo llano”.

Rumores sobre el Rouergue

es la crónica de una revuelta dibujada cuando Tardi todavía no detentaba todos los recursos que pronto harían de él uno de los autores más eficaces del medio. Su dibujo no era todo lo cremoso y absoluto que se haría con el tiempo, pero ya era propietario de unas aptitudes naturales y mostraba una determinación muy clara hacia lo contestatario.

Christin, uno de los guionistas más comprometidos de la generación Pilote (el semanario que dirigía René Goscinny, creador de Astérix), recuerda que cuando escribió esta obra a principios de los años 70 era notoria la irrupción “de un capitalismo internacional, es decir estadounidense, que extiende sin escrúpulos hacia los hombres o los lugares sus maneras de hacer, y más concretamente de hacer riqueza”.

Esa observación pasó de moda porque esa es la misión de la moda, pero leer hoy este álbum gestado en un momento tan parecido al que vivimos y encontrar equivalencias en sus arcaísmos no deja de ser inspirador para alentar la ilusión de lucha.

Los límites del humor

En las páginas de Ángel Sefija. Tras el noveno arte, el perspicaz personaje de Mauro Entrialgo nos explica por qué extraña razón algunos famosillos se dejan fotografiar delante de un panel lleno de logotipos de marcas comerciales, cómo afecta la pamema de la crisis al paisaje urbano, qué protocolos hay que seguir para tocar los cojones bien tocados e incluso cómo es que algunas personas son capaces de sostener, siempre muy serias, que el humor no debe faltar nunca al respeto de nadie.

Las fijaciones de Ángel Sefija son la tontería que tanto abunda en el mundo del artisteo y la modernidad, las conductas equívocas que propician las nuevas tecnologías, la desvergüenza de organismos oficiales, compañías telefónicas y otros mangantes y la ductilidad del lenguaje para vestir de seda nuestra idiotez constituyente. Más que chistes, este noveno volumen recopilatorio de las historietas que desde hace quince años vienen apareciendo en el semanario El Jueves propone observaciones, hipótesis, y diagnósticos en torno a la cohabitación del ser humano con sus semejantes. Entrialgo detecta fallas en el sistema que van de lo desternillante a lo iluminador, y las formula con su estilo diáfano característico, una combinación festiva de colores vivos e ironía feroz que puesta en página nos pone en evidencia y nos pone bastante.

Antes de que payasos de todo credo se enzarzasen en debates estériles para localizar los límites al humor, Vallés también optó por la mejor respuesta: practicarlo. Con un oído privilegiado para el runrún cotidiano y un dibujo escuálido y paranoide que alardea de su propio descuido, magistral en las escenas de marabunta, feísta y terrorífico como un Grosz, Vallés se demuestra un autor irregular pero capaz de cimas de irreverencia a la altura de Ivà, Reiser, Willem y otros prohombres que supieron que para una persona en sus cabales esos límites de que tanto se discute en los últimos tiempos ni existen ni deben contemplarse bajo ningún concepto.

Así, en la feliz recopilación Mira que eres perro se presentan chanzas a costa de los paralímpicos, estampas de urbanitas haciendo el canelo en gimnasios, paseos por exposiciones de arte moderno, censos de camellos que tangan a las personas politoxicómanas y un sinfín de situaciones dementes que dan la temperatura precisa de lo que hay. En un contexto envilecido de eufemismos y corrección como el que respiramos, estas historietas caninas dibujadas en una época en que los hombres no se agachaban a recoger el zurullo calentito de sus animales de compañía parecen vanguardia, descongestionan, mineralizan y supervitaminan. Y es que Vallés es un animalista de los que ya no quedan.

De postre, pesadillas

Para dormir bien y levantarse nutrido, nada mejor que una pesadilla, un relato de terror lleno de imágenes insólitas de origen desconocido. El japonés Junji Ito es uno de los maestros en dar ese registro de los sueños, y Hellstar Remina, sin encontrarse entre sus mejores trabajos, es nueva prueba de su capacidad para la enajenación sostenida. Un planeta desconocido se ha colado en nuestro sistema solar a través de un agujero de gusano. El lumbreras que ha hecho el descubrimiento bautizará al astro como Remina, nombre de su hija adolescente, quien de inmediato se convertirá en una estrella terrenal pero de alcance cósmico. Cuando se descubra que el planeta se dirige imparable hacia la Tierra, la joven Remina se convertirá en cabeza de turco en la sala de espera del apocalipsis.

Hellstar Remina es uno de esos mangas que plantean una situación chiflada y la llevan al extremo, en un ejercicio de elucubración desbocada donde no hay miedo al disparate. Es precisamente esa tempestad creativa lo que hace estimulantes cómics como este, relatos que nos arrastran hacia nuestro deseo perverso de fantasías grotescas. Saludables bálsamos contra la realidad recobrada de septiembre. Tebeos.

Etiquetas
stats