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Cuando contar el día a día de un país se vuelve subversivo

Fotografía cedida por Marc Serena, que muestra un fotograma de "El escritor de un país sin librerías" , un documental dirigido por Marc Serena y que se estrena mañana en el Festival Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), donde se ve al escritor ecuatoguineano Juan Tomás Ávila Laurel.

EFE

Nairobi —

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Sobre Guinea Ecuatorial debería haber ya infinidad de documentales. O eso al menos opina Marc Serena, el director de “El escritor de un país sin librerías”, un filme en el que retratar el día a día de Malabo se vuelve un acto subversivo, un “documental prohibido”.

Con esas palabras anunciaba un grupo anónimo una campaña de “crowfunding” (financiación colectiva) hace unos meses sobre un documental del que poco más se decía que versaría sobre Guinea Ecuatorial, un pequeño país centroafricano que hasta hace apenas 50 años era una provincia española.

Al acabar la campaña, habían recaudado casi 3.400 euros más de los 5.000 solicitados, y este miércoles se estrena por fin en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) en una sala donde no cabrá ni un espectador más porque se han agotado todas las entradas.

“Creo que es un retrato de la Guinea de hoy”, explica a Efe en una entrevista telefónica Serena, que cree que para poder retratar el país se deberían hacer, como mínimo, 50 documentales porque hay “muchas cosas que contar”.

En su relato ha decidido “ver Guinea a través de los ojos de uno de los principales intelectuales en oposición a la dictadura de (Teodoro) Obiang, Juan Tomás Ávila Laurel, y ver cómo es su vida entre dos países que no lo entienden”.

EL ESCRITOR AL QUE LE DAN LA ESPALDA DOS PAÍSES

Se apagan las luces. Aparece en letras en la pantalla: “Cuando tengas en tu mano este libro, piensa en las mil batallas libradas para que una simple idea concebida en un día de fiebre se convierta en una historia de miles de palabras que cobran vida casi eterna”.

Es una cita de Ávila Laurel, cuyos libros no están en su país, y el que lo adoptó, España, le da la espalda; sus últimas obras han salido antes en inglés o francés que en español.

Cuando salió de su país en 2011, tras una huelga de hambre de siete días contra el régimen de Obiang en la capital ecuatoguineana, Malabo, no había ninguna librería, al menos de la que él tuviera constancia.

“En España ha habido una intención o un movimiento para que lo africano no destaque tanto”, dice Ávila Laurel a Efe por teléfono desde su casa en Valldoreix (Cataluña, España).

“Hace más de 50 años que hay guineanos que están en España o que han nacido aquí, pero si vemos el panorama social de España, no vemos esa representación de lo africano, de lo guineano”, indica de forma crítica.

Él es más de Guinea Ecuatorial que de España, y el documental narra su vuelta desde Barcelona a su Malabo natal -aunque sus padres sean de la lejana isla de Annobón-, en un viaje en el que es consciente de que “en cualquier momento” se puede meter en algún lío y acabar en la cárcel como tantos otros compatriotas, pero es su “lugar” y no quiere vivirlo con miedo.

UNA GUINEA INTIMISTA

“Habrá gente a la que le pueda sorprender ver a personas saliendo de fiesta por la noche”, explica el director sobre su obra, aunque también incluya las opiniones de aquellos que no salen porque no consideran decente hacerlo “cuando hay presos políticos y hermanos que están en prisión”. Al fin y al cabo, la vida en un país bajo asedio.

Supermercados Martínez, churrerías o escenas en las que una mujer pide un taxi a un Móstoles que no es el madrileño sino el malabeño es lo que pretende mostrar “El escritor en un país sin librerías”, esos vínculos de un país del que España prácticamente se olvidó cuando dejó de ser provincia.

“El documental puede ser una sorpresa porque puede mostrar una Guinea Ecuatorial que no es la que más conocemos, que es lo que nos pasa con África, que nos quedamos un poco en la superficie”, relata Serena.

Pero también muestra la situación de un país que se independizó en 1968 de España, cuando ésta aún estaba bajo la férrea dictadura de Francisco Franco; cayó en manos de un “libertador”, Francisco Macías, que pronto se convirtió en sanguinario déspota, y lleva 40 años bajo los caprichos y la represión de su sobrino Teodoro Obiang.

“Guinea Ecuatorial lleva tantos años bajo este tipo de régimen (dictatorial) que la gente ya cohabita con esto; la gente ya sabe que no se puede votar algo distinto, que no se puede opinar nada, manifestar o discutir que sea una familia -la Obiang- la que capitalice toda la riqueza”, explica Serena.

Y Ávila Laurel añade que, aunque la gente -“pacífica” y “alegre”- siga con sus vidas, el miedo lo persigue todo: “tienen miedo de perder lo poco que han conseguido, porque hay mucha gente que gracias al petróleo tiene por primera vez una casa o un coche, no lo quieren arriesgar”.

A pesar de lo que ha pasado en la mayoría de países del continente, nada ni nadie ha conseguido mover un ápice del poder que ostenta Obiang en el país, sobre el que caen denuncias de violaciones de derechos humanos y números casi imposibles de leer en cuentas bancarias extranjeras con dinero atribuido a la corrupción.

El escritor ecuatoguineano, que tuvo su momento estelar de oposición en su huelga de hambre de 2011, cree que falta “coraje” y critica también a una clase política opositora que permanece prudente con el anhelo de llegar en algún momento al Parlamento y poder cambiar algo desde allí.

Aunque el documental no ataca directamente los temas más candentes del país, su equipo sí tiene miedo de lo que pueda pasar cuando vea la luz y de que finalmente sea bloqueado, “porque lo que se diga en España sobre Israel y Palestina es relativo, pero lo que diga España sobre Guinea Ecuatorial puede tener un efecto muy fuerte”, asegura el director.

Lo que sí que es verdad es que es una de las pocas producciones españolas (o guineo-españolas, en este caso) que se graban en el país.

La gran película española sobre Guinea, “Palmeras en la nieve” (2015), no tenía un solo plano grabado en la tierra de la que habla, y muchas del resto de piezas audiovisuales que sí se han realizado allí, como un episodio de “Planeta Calleja” (Cuatro), contaban con el beneplácito del Gobierno.

Por eso, Serena considera que “se les han cerrado muchas puertas, pero se han abierto otras de gente que realmente se muere por conocer un capítulo de la historia reciente de España que no se ha contado”.

Irene Escudero

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