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El corresponsal de RNE en Bruselas reconoce que “si no aportas historias propias, estás muerto”

El corresponsal de RNE en Bruselas reconoce que "si no aportas historias propias, estás muerto"

EFE

Madrid —

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Antonio Delgado lleva más de una década cubriendo la actualidad informativa de Bruselas para distintos medios, los últimos siete para RNE, y está convencido de que el corresponsal “ya no puede ser” simplemente un tipo que traduzca los medios locales, sino que tiene que aportar sus propias historias.

Recientemente ha sido galardonado con el Premio Salvador de Madariaga por su “infatigable” seguimiento de todo lo que se decide en Bruselas y su “estilo didáctico, claro y directo”, lo que ahora le va a hacer trabajar “mucho para no dejar mal al jurado”, comenta entre risas en una entrevista con EFE.

Delgado (Jaén, 1977) relata cómo vivió y cubrió los atentados yihadistas del pasado marzo en la capital belga y asegura que el “relato directo” de los hechos es “lo único” que justifica la figura del corresponsal, por lo que “hay que obligarse” a salir del despacho aunque se corra el riesgo de “saltarse alguna conexión y cabrear a un editor”.

PREGUNTA: Las corresponsalías también están sufriendo los efectos de la crisis. ¿Se están convirtiendo los corresponsales en pluriempleados?

RESPUESTA: En las corresponsalías siempre ha habido pluriempleo y el “freelance” es una figura típica. Hace diez años yo ya estaba en Bruselas y me ganaba la vida trabajando en tres o cuatro medios. La diferencia es que ahora, pagan mucho menos y es aún más difícil llegar a fin de mes.

P: ¿Cómo ve la situación actual del corresponsal?

R: Como la de toda la profesión: económicamente maltrecha y un tanto desconcertada por la revolución tecnológica. Ya no puede ser simplemente un tipo que traduzca la información de los medios locales. Si no aporta sus propias historias y sus propios enfoques, sino añade valor, está muerto.

P: ¿Cómo cubre un corresponsal extranjero un atentado terrorista como el del pasado marzo? ¿Puede desplazarse al lugar de los hechos o tiene que cubrirlo desde su oficina?

R: Siempre a la calle. No es sencillo. Un atentado de ese tipo acapara tanta atención, que la redacción central pide conexiones continuas para contar la última hora. Y eso es muy difícil si no estás siguiendo la información de los medios locales al minuto. Y el lugar más fácil para hacerlo es el despacho.

Pero tienes que obligarte a salir y acercarte al lugar de los hechos. Aunque sea a riesgo de saltarte alguna conexión y cabrear a un editor. Hablar con la gente. Palpar el ambiente de miedo, tristeza o indignación, y trasladarlo a la crónica. La información, los datos, llegan solos. El relato directo es lo único que nos justifica como corresponsales.

En el caso de los atentados del 22-M, jugué con cierta ventaja. La estación de metro Maalbeek, uno de los dos escenarios de la tragedia, está a cien metros de la corresponsalía. Es el metro que cojo cotidianamente con mi familia.

P: ¿Tiene la sensación de que sus crónicas generan una opinión de temas sobre los que el español de a pie no tenía ninguna opinión por desconocimiento del lugar o contexto?

R: De eso se trata. No sé si de generar opinión, pero sí al menos de intentar que la gente entienda. La Unión Europea es una organización muy compleja, con unas instituciones y procedimientos que parecen diseñadas por Kafka y que tienden a complicarse cada vez más.

Pero es también algo más: es la forma en la que los europeos actuales nos relacionamos unos con otros. El escenario en que se desarrollan nuestros juegos de poder e intentamos resolver nuestros conflictos. Como el concierto de las naciones en el siglo XIX o antes las guerras de religión o el Sacro Imperio Romano Germánico.

Hay que mantener esa doble perspectiva. Si nos quedamos solo en la parte institucional, no entendemos nada.

P: Cuando lleva mucho tiempo cubriendo las noticias de una zona ¿Es complicado mantener la perspectiva y objetividad?

R: Es un riesgo, como perder la capacidad de asombro, que es básica para un periodista. Pero la experiencia también puede ser una herramienta estupenda. Creo que en este tema no hay reglas fijas. Hay profesionales que llevan aquí veinte años y no han perdido la frescura ni el entusiasmo.

P: En España los periodistas no están muy valorados por los ciudadanos según los barómetros del CIS. ¿A qué lo achaca? ¿En Bruselas hay esa percepción de los periodistas?

R: A que las encuestas son un abuso de la estadística. La gente sabe que hay periodistas buenos, malos y espantosos. Y periodismo útil y periodismo basura. Pasa algo parecido con los políticos.

En Bruselas, lo que más contrasta con la situación española es la transparencia de las instituciones. Sé que puede sorprender, por la imagen distante y oscura que muchos tienen de la UE, pero las instituciones dan unas facilidades enormes a los periodistas.

P: De todas las coberturas que ha hecho, ¿alguna predilección?

R: Me quedo con la trayectoria larga. Cuando empecé, hacia el año 2000, la Unión vivía todavía su sueño federal. Mucha gente estaba convencida de que estábamos a las puertas de los Estados Unidos de Europa.

Recuerdo a Pedro Solbes enseñándonos con emoción los primeros billetes de euro antes de que comenzaran a circular. Íbamos a tener una constitución.

Estos quince años han sido el aprendizaje de una decepción. Ya casi nadie piensa en esos términos. Pero al mismo tiempo, la Unión mantiene una mala salud de hierro. Haber vivido esos cambios me ha hecho un poco menos ignorante acerca de cómo funcionan las relaciones internacionales y la gran política. Que es siempre política internacional.

P: ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser corresponsal?

R: Lo mejor, no tener al jefe encima. Y lo digo libremente porque mi jefe, excorresponsal, comparte esa opinión. Lo peor, no tener horarios. La disponibilidad plena. Las llamadas un sábado a las cuatro de la tarde.

P: ¿Cómo ha cambiado internet y las redes sociales el desempeño de la profesión?

R: Han facilitado mucho la búsqueda de datos, la parte más ingrata del periodismo. Al mismo tiempo, han puesto en cuestión el modelo de negocio. Y el periodismo es una vocación. Pero también tiene que darte de comer. Creo que aún no sabemos cómo va a quedar la tortilla. En mi caso particular, creo que internet es una tremenda oportunidad para la radio. Soy muy partidario de los podcast.

P: ¿Están las redes sociales sustituyendo al periodismo profesional?

R: Están compitiendo con el periodismo por la atención del público, pero no lo sustituyen, se aprovechan de él. Para mí, twitter es una herramienta para llegar a los medios profesionales. No una alternativa a ellos.

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