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Elisa Beni: “Una novela no es un plan quinquenal ruso”

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  • La periodista Elisa Beni, columnista de esta casa, acaba de publicar Peaje de Libertad, una novela negra donde los juzgados y sus relaciones de poder vuelven a ser protagonistas

Dos cuerpos sin identificar aparecen enterrados (descompuestos) en las Barranquillas. La jueza de guardia es Gabriela Sáenz de Aldama y el inspector de la judicial, Lozano. El abogado Roberto Maseda presenta una denuncia contra un politico, Isaias del Valle. La Presidenta del Tribunal retiene el auto para cambiar la ley y no admitir a trámite dicha denuncia. Basterra opta al Tribunal Supremo y necesita un voto de la oposición. Todo está conectado y el ladrillo es la conexión.

Hablemos de la jueza Sáenz de Aldama: de familia bien, rica, guapa, liberada, con un gusto exquisito... ¿realmente existen personajes como este en los juzgados españoles?

No lo se, no conozco a todos los jueces de España, pero tampoco importa. Se trata de una obra de ficción y por lo tanto no tiene porque ceñirse a personas reales. No obstante, es evidente que durante mucho tiempo la profesión judicial ha sido muy endogámica y, desde luego, existen aún muchos jueces que pertenecen a sagas de la alta burguesía. En Plaza de Castilla, por ejemplo, hay un juez que tiene título de conde.

No es sin embargo ese el motivo por el cual he creado un personaje con esas característica, no. Hay una cuestión de fondo en la novela, que da lugar a su título, y que yo quería plantear, el tema del precio de la libertad y del peaje que a veces, cada vez más, se nos impone por conservarla o conquistarla. Quería poner la mirada también en el peaje superior que se nos exige a las mujeres si queremos ser libres. Es por ese motivo por el que “blindé” a mi personaje en otras facetas de la vida, como la laboral o la económica, que a veces nos obligan a hacer cesiones en ese campo. Quería llevar la cuestión a otros ámbitos.

Hablemos entonces de hombres: el policía Lozano prometía, pero se ve relegado a un segundo plano por el amigo juez Ismael y finalmente, el protagonista es el abogado Roberto Maseda, que no sale hasta el final. ¿Por que esta ambiguedad?

No creo que exista ninguna ambigüedad. En todo caso no entiendo por qué ha de haber “un personaje masculino de la novela”. Precisamente la relación de Gabriela con los hombres es una de las piedras de toque del personaje. Es cierto que, por su pregunta, le han podido dar la impresión de que no cobran más importancia que ella, que permanecen un poco como comparsas de una mujer que es tan potente que no los necesita. O que vive como si no los necesitara. En ese sentido si ha puesto el dedo en la llaga de uno de los planteamientos de mi obra. Pero debemos pensar en por qué eso nos sigue llamando la atención, por qué esperamos estructuras convencionales.

¿Cómo se interesó por el MEK (Muyahidines del pueblo de Iran)?¿Estuvo en Auvers-sur-Oiese para investigar? ¿Cómo fue el proceso de documentación?

Siempre me ha interesado el terrorismo de forma profesional. De hecho cursé un Master en Seguridad y Defensa en el que el terrorismo y sus formas a través del tiempo constituian una de las asignaturas fundamentales. Luego, por supuesto, como periodista he tenido contacto e interés durante años por el tema.

Respecto a la documentación de la novela, cuya mayor vocación es la de ser un relato vertiginoso que arrastre al lector a la vez que le descubre algunas de las bambalinas del poder, es sin duda una novela de periodista. Una novela de periodista en el sentido en que Gabo lo explicaba. El andamiaje, la estructura, han sido llevadas a cabo con todo el cuidado que un periodista pondría en ello. El virtuosismo, de haberlo, consiste en que al retirarlo el lector no sepa dónde estaba ni cómo era. Usted pregunta por él, eso me alegra porque significa que, en efecto, no ha sido capaz de detectarlo.

Respecto a las localizaciones, todas me son conocidas. Desde los despachos del poder de los que hablo hasta los lugares geográficos que he visitado. Amo Francia y la conozco bien.

La Jueza Aldama y Zeina Yamal tienen similitudes, ambas quieren triunfar en su profesión, tienen buen gusto, son libres o quieren serlo, visten prendas caras y de marca, ambas se apoyan o se aprovechan de personajes masculinos. ¿Es esto feminismo?

Discrepo en su visión de que ambas mujeres, ambas poderosas ambas obligadas a pagar un peaje por ser libres, “se apoyen o aprovechen de personajes masculinos”. Muy al contrario, sus problemas vienen de lo contrario, de no querer apoyarse en nada más que ellas, de no aceptar ser tuteladas o protegidas. Eso no significa que los hombres no se interesen por ellas aunque, como se relata en la novela, muchos acaben apartándose por miedo o cobrándose venganza de su independencia. Yo soy feminista así que algo habrá en el libro de ello.

Corrupción, asesinatos, jueces, policias, abogados, cohechos, correos electrónicos que no se envían y se guardan como borradores, grupos terroristas y/o poltícos en el exilio, sexo, glamour, la novela tiene de todo pero ¿a dónde quiere llevar al lector?

Una novela no es un plan quinquenal ruso. Nunca hubiera escrito una novela que no me hubiera gustado como lectora y, como lectora, odio que los autores quieran adoctrinarme, convencerme o siquiera persuadirme. Yo a los autores les pido que me cuenten una historia que me apasione, que me muestren al hombre, a la humanidad, a través de sus personajes y que escriban bien. Cuando se refiere a que mi obra “tiene de todo” daría un poco la sensación de que he metido en la batidora una serie de cuestiones para sacar de ellas una historia. No es así.

Peaje de Libertad, como gran parte de la novela negra, sí tiene implícita una denuncia de la sociedad a la que pertenece. Largsson nos habló de la violencia soterrada en los países nórdicos y yo hablo de las relaciones del poder con los elementos de control que el sistema tiene habilitado para ellos. Muestro como el sistema chirría cuando pretende cuestionar los manejos ilícitos del poder político. Hablo de como el poder político intenta sojuzgar y controlar al Poder Judicial, de como hay periodistas y abogados que colaboran de forma espúrea en los intentos de presión a los jueces... hablo de la vida misma. Todo lo que aparece en la novela es verosímil. Es ficción pero sucede así en la realidad.

¿Habrá segunda parte? Y, en caso afirmativo, ¿podemos esperar una relación estable entre la jueza Aldama y el abogado Maseda o continuarán los escarceos en París con cierto piloto francés de origen asiático?

Deseo que haya segunda parte y parece que gran parte de los lectores también. Yo la deseo fundamentalmente porque Gabriela es un personaje que todavía me habita y que creo que tiene todavía muchas cosas que aportar. El tema de las relaciones sentimentales es totalmente accesorio y, claro, pertenece a ese momento de demiurgo que todo autor disfruta en solitario. No obstante, Gabriela nos dice en muchos lugares de la obra que no desea relaciones y mucho menos estables.

¿Qué libros la inspiraron para escribir el suyo?

No me he inspirado en ningún libro pero si hablamos de mis influencias literarias, en materia de novela negra Chandler, Highsmith y, como no, Simenon. Simenon me parece un escritor enorme. Pero uno es deudor de todo lo que ha leido en su vida y yo, por suerte, he leído mucho. Ya sabe, no conviene meterse a escritor si uno no es un gran lector.

De hecho, el otro día un periodista me comentó: “anda, cómo se te ve El Cuarteto de Alejandria! Y no me había dado cuenta pero, efectivamente, ahí está uno de los libros que más me ha marcado. ¿Que dónde? pues le animo como animo a los lectores a que busquen esa clave como otras muchas que impregnan Peaje de Libertad.

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