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Suki Kim: “Cuando tienes absoluta fe en algo, nada más existe”

Suki Kim en su visita a Barcelona. Foto: Arnau Bach

Carmen López

Barcelona —

La historia de la estancia de la escritora Suki Kim en Corea del Norte parece sacada de una película de espías. Infiltrada en el país como profesora de inglés a través de una organización cristiana, estuvo durante varios meses dando clases a los hijos de la élite nacional mientras tomaba notas del funcionamiento del régimen y el control que ejerce sobre sus ciudadanos.

Meses después, ya en Nueva York, plasmó su experiencia en el libro Sin ti no hay nosotros que ahora publica en España la editorial Blackie Books traducido por Pablo Álvarez Ellacuria. Ciudadana estadounidense nacida en Corea del Sur, su testimonio no es sólo el de una extranjera en el país más hermético del mundo sino también el de una persona cuya historia es consecuencia del devenir de dicha nación.

Después del último semestre que pasó en la PUST (Universidad de Ciencias y Tecnología de Pyongyang), ¿cómo se sintió al volver a Nueva York? ¿Cambió en algo su percepción del mundo occidental al volver de Corea?

Fue muy agradable aunque también supuso un choque cultural. Después de estar en Corea del Norte todo me parecía estridente. La cantidad de cosas que tenía todo el mundo, el hecho de que todo el mundo pudiese moverse libremente… además cuando volví era diciembre y me encontré la ciudad aún más iluminada, lo que fue más impactante aún. Y después de estar en una universidad fría y en la que había clases todos los días, me sorprendía que hubiese tiempo libre y calor en las casas. Era abrumador.

¿Qué fue lo primero que hizo al llegar a la ciudad?

Creo que dormí durante días. Y desgraciadamente creo que me sentía un poco deprimida. No sé, creo que todo había sido muy traumático. Además nunca llegué a despedirme de mis alumnos y sabía que nunca les volvería a ver. Así que esos días estaba como adormilada, muy, muy cansada.

¿Qué fue lo que más le costó al empezar a escribir el libro?

Yo había ido tomando notas de lo que estaba viviendo allí, casi como un diario. Así que creo que dar el primer paso fue la tarea más complicada. No pude escribir hasta que no habían pasado un par de meses, estuve procesando lo que había experimentado y todo lo que había sentido teniendo en cuenta mi pasado familiar. Estuve escarbando entre mis notas para encontrar cuál iba a ser el hilo central del libro y después escribí un párrafo sobre cómo había sido estar allí. A partir de ahí pude comenzar, empezando la narración por el final de la historia.

¿Fue capaz de encontrar algo positivo acerca de Corea del Norte? En el libro menciona, por ejemplo, que al no tener nada con lo que entretenerse, los estudiantes eran más creativos a la hora de divertirse a través de obras de teatro o canciones.

Creo que esa manera de comportarse que tenían los alumnos era hasta dulce, es la pura naturaleza del ser humano. Los chavales eran adorables, eran inocentes. Puede ser también porque el régimen infantiliza a la gente. También era llamativo el sentido del respeto que tenían. No lo había visto nunca en otro grupo de universitarios al que hubiese dado clases. Lo  único positivo que encontré fue la gente, en lo cordiales que eran.

¿Tuvo problemas con el gobierno de Corea del Norte a la hora de publicar el libro? ¿Y con la editorial?

Bueno, con la editorial ya tenía firmado un contrato, de hecho iba allí para escribir el libro. Así que por esa parte no hubo ningún problema. Cuando eres escritor en un principio no te preocupas por las consecuencias que puede tener el libro. Sí que piensas en tu obligación moral como escritor y ese tipo de cosas. Pero no es hasta que está publicado el libro cuando piensas en las reacciones que pueden tener los lectores. Y ahí sí que me asusté, porque Corea del Norte da miedo y además iban a saber que había estado allí infiltrada. Pero nunca recibí nada del Gobierno. Las quejas vinieron de parte del personal de la universidad. El presidente, James Kim, estaba muy enfadado. Me habían avisado de que estas cartas podrían llegar pero, aún así, fue desagradable.

Durante el tiempo que estuvo allí, el resto de las universidades de Pyongyang menos la PUST estaban cerradas. ¿Llegó a saber exactamente el motivo?

No se puede llegar a saber realmente, nadie puede explicarlo. Pero claramente era una medida drástica: cerrar las universidades y poner a trabajar en la construcción a los estudiantes era un síntoma claro de que no querían que los universitarios se congregasen en un ámbito académico. Así que les dejaban sin tiempo libre. Esa era mi impresión y eso me hizo pensar en la Primavera Árabe, porque estuvo abanderada por los estudiantes que se rebelaron. Pero lo único que podía intuir era que algo gordo se estaba cociendo. Ya se sabía que Kim Jong-il estaba enfermo con 80 años y que hubiesen encerrado a los hijos de las élites en una universidad privada y cerrado el resto dejaba entrever que algo estaba a punto de pasar. Estaban preparándose para el cambio.

Al regresar a Estados Unidos, ¿se enteró de cosas que habían estado ocurriendo en Corea del Norte mientras estaba allí y de las que no le llegó información?

Como desde fuera no llega mucho información de lo que ocurre allí dentro, no se supo nada realmente significante durante los seis meses que estuve allí. Desde dentro tampoco nos enterábamos de nada, sobre todo porque estaba siendo un momento bastante frenético por el tema de la muerte inminente de Kim Jong-il. Lo único que le llamó la atención fue que cuando se anunció su muerte yo aún estaba en el país, a punto de irme. Y el tipo de información que se ofreció al exterior fue muy diferente a lo que yo viví durante las horas que aún permanecí allí durante el suceso.

¿Sigue teniendo contacto con tus compañeros misioneros? ¿Sabe si alguien se sintió traicionado por el libro? En ocasiones compara su creencia en Dios como la fe de los norcoreanos en el Juche [la filosofía fundacional de Corea del Norte.

Sí sé que algunos de los profesores, especialmente los más mayores, me pidieron que no publicase el libro. Pero también sigo teniendo contacto con otra compañera que no tuvo ningún problema con la novela, al contrario. Además hubo misioneros a los que no conocí, porque estuvieron antes que yo en la PUST y que ya no están allí por cuestiones morales, que me dieron las gracias por contar mi experiencia.

En cuanto al paralelismo de la fe de los misionarios con la de los norcoreanos no tiene tanto que ver con el cristianismo, sino con el fundamentalismo de una religión y la de la fe en el Gran Líder. Muchos pudieron sentirse ofendidos pero, en realidad el libro no está centrado en la labor de los misioneros. Sin embargo cuando estuve allí viviendo con ellos no pude dejar de observar que cuando eres fundamentalista, cuando tienes absoluta fe en algo, nada más existe. Ese “Sin ti no hay nosotros”, esa manera de ser… la organización de Corea del Norte tiene similitudes con la religión. Era imposible no darse cuenta de ese paralelismo.  

Con el tiempo, ¿llegó a alguna conclusión acerca del comportamiento de los estudiantes? ¿Cree que de verdad se creían las consignas del régimen o simplemente era una forma de sobrevivir?

Creo que ambas. Los estudiantes son personas, no son robots aunque el régimen les prepare para serlo, para ser soldados. Así que supongo que la duda estaría ahí, latente, porque algo de información les llegaba desde fuera, aunque fuese en forma de películas [en el libro se explica cómo] pero el miedo es tan grande, el régimen es tan opresivo, que no tienen la oportunidad de llevar más allá su curiosidad.

Se fue de Corea del Norte con la muerte de Kim Jong-il y la toma de poder de Kim Jong-un. Desde su experiencia estando dentro y la información que tiene ahora, ¿ha mejorado o empeorado en algo la situación del país?

Su sistema está diseñado para que la gente crea en él. Así que el cambio de personaje del Gran Líder no importa demasiado. Lo que realmente controla la nación es el régimen militar, que tiene la cara del líder pero, en realidad, sólo es un símbolo.

¿Se puede llegar a imaginar cuál será el futuro de Corea del Norte? En el libro menciona que quien tiene el verdadero poder es China.

Realmente es un país del que nadie quiere saber nada porque, básicamente, es un problema muy caro. ¿Qué van a hacer con los 23 millones de personas que viven allí incluso si el régimen cae? China es el país vecino y, además, su único aliado tras el desmonoramiento de la Unión Soviética. Pero ahora, a todos los efectos, es un país capitalista, así que eso hace que se aleje cada vez más de Corea del Norte, con lo que el país se va a ver cada vez más aislado. Lo cierto es que el futuro no pinta bien para Corea del Norte.

Pero, al mismo tiempo, hay que pensar que el régimen sobrevivió a la hambruna de finales de la década de los 90 [conocida como la Ardua Marcha] en la que murió una décima parte de la población. En ese momento todo el mundo predijo la caída del régimen, pero este se mantuvo. Así que mi opinión es ambivalente, porque el tema del alejamiento de China podría dar ciertas esperanzas pero a la vez, el sistema de culto al líder en el que vive Corea del Norte hace muy difícil prever qué puede pasar.  

Evidentemente, no ha vuelto a saber nada de sus alumnos. ¿Cree que alguna vez llegarán a leer su libro?

Creo que si lo leyesen les gustaría. Porque nuestra cercanía fue real y creo que entenderían por qué tenía que escribir este libro, por qué ellos aparecen en él y qué pretendía con ello. Pensar en esa posibilidad me alegra. Por supuesto, me encantaría que algún día su mundo se abriese y ellos pudieran acceder a él, aunque no creo que eso vaya a suceder pronto.

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