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“En la vida callejera es donde surge la buena música”

Ellen Allien

Vanity Dust

Ellen Allien tenía 20 años cuando cayó el Muro de Berlín y la música electrónica parecía el nuevo himno underground de la ciudad. Impulsora de la escena desde entonces, reconocida artista internacional después, su hiperactividad sigue dando EPs como High (BPitch Control, 2015) y su talento, honestidad y carisma la mantienen como referente que ha sabido capear el boom comercial de la electrónica y ponerlo a su favor (y no al revés).

Una de las cosas que más te caracteriza cuando pinchas en directo es que estás en movimiento constante: bailas e interactúas con el público a lo largo de toda la sesión. Esta actitud contrasta mucho con la de los DJs que no muestran atención a la pista y se comportan con la frialdad de un cirujano en medio de una operación. ¿Cómo explicarías estas dos maneras de actuar que vemos en los DJs?

Deberíamos preguntarnos por qué hay DJs que tienen un acercamiento a la música solo desde el lado intelectual. Creo que los nerds que se dedican a la electrónica de baile sí han crecido en un entorno de clubes o en un entorno cercano a ellos, ni que fuese porque sus amigos iban y ellos no querían quedarse fuera. Si no hubiese sido así, se estarían dedicando a otro tipo de arte. Pero, en algún momento de su vida, se plantearon: “Si produzco música, tendré el poder para hacer bailar a la gente, y también ganar dinero con ello”. Esto choca con su actitud más asocial y sus pocas ganas de establecer nuevas vías de comunicación con los otros. Por otro lado, los nerds tienen sus propios ídolos y suelen querer ser mejores que ellos, ese es uno de sus objetivos. Su mundo se resume en querer impresionar a los otros mientras se asombran a sí mismos.

Lo planteas desde una posición muy competitiva y materialista.

A lo largo de mi carrera he conocido a muchos nerds de este tipo y hacen música muy buena, pero tienen este enfoque ególatra y basado en ciertos nombres y referencias. Solo se sienten satisfechos cuando deslumbran a la gente con su música y la gente les adora por ello. Principalmente, según he visto con el tiempo, es algo que ocurre más entre los hombres, es parecido al fútbol. Los hay con distintas actitudes: a algunos les va la fiesta, otros lo viven como una batalla en contra de los mecanismos del sistema capitalista y también los hay, por supuesto, que solo buscan hacer a la gente feliz. En resumen, tienes estas tres cosas: el capitalismo y sus valores, el amor y el ego.

Quizás no se trate solo de la música: ¿será que la tecnología que tanto ha facilitado la producción y los directos también está hecha por nerds? Ahora, sin exagerar, cualquiera puede ponerse a pinchar o a producir algo que suene bien.nerds

La situación supone una enorme diferencia respecto a los inicios en Chicago y las primeras canciones que se hicieron conocidas. Su producción fue rápida y con una simpleza total: dos manos en los teclados, melodías, una voz y un beat o breakbeat. La electrónica nació de la vida callejera, en los guetos. Me gusta la vida callejera y lo que emerge de ella. Para mí, es lo más importante de la música, porque los niños ricos pueden tenerlo todo de otra manera.

De hecho, cuando apenas tenías veinte años, viviste durante un tiempo en una comuna, en una casa ocupada en Berlín.

Coincidió con la caída del Muro de Berlín. Viví en la última casa que cerró la policía, antes ya habían conseguido cerrarlo todo. Entre los 70 y los 80, también en los 90, cerraron muchísimas casas ocupadas. Berlín fue muy política antes de la caída del Muro; la gente luchaba con fuerza por sus derechos. Por ejemplo, teníamos un montón de manifestaciones, como la del 1 de Mayo. En este contexto, el techno llegó a Berlín en uno de sus momentos más politizados. Al gobierno le convenía tolerar el consumo de éxtasis, así los jóvenes se mantenían en una posición más calmada respecto a los acontecimientos políticos en la ciudad. Era una forma de silenciarlos.

En una entrevista a Thomas Fehlmann, de The Orb, hablamos sobre cómo vivió él ese momento tan agitado en la ciudad. Obviamente, fueron tiempos muy determinantes para todo el mundo y el arte también tuvo su forma de plasmarlo.entrevista a Thomas Fehlmann

Thomas es mayor que yo; en ese momento él ya era un productor de electrónica y se movía sobretodo en conciertos, en bares y espacios similares, mientras que yo soy más bien de la segunda generación de DJs de Berlín. Él pertenecía más bien a la Neue Deutsche Welle (Nueva Ola Alemana) y yo vengo de la época de los clubes. Thomas ya empezaba a ser conocido, ya tenía el proyecto de The Orb y en Inglaterra también se escuchaba, aunque todavía no actuaba fuera de Berlín. Se necesitó mucho tiempo para que los DJs de Berlín saliesen a pinchar fuera. Esto no empezaría a ocurrir hasta 2001, cuando la escena de clubes en la ciudad estaba creciendo muchísimo y a su alrededor abrían todo tipo de plataformas, sellos, salas y medios de comunicación.

Con el aumento exponencial del público que escucha electrónica y que suele ir a clubes, ¿crees que con la masificación ha cambiado también el comportamiento de la gente en las salas? Pensamos especialmente en el boom de las salas VIP, los backstage llenos de gente con pulsera o la omnipresencia constante de móviles, cámaras y flashes.boombackstage

En los 90, todo el mundo iba con cámaras y no parábamos de sacar fotos, ¡lo hacíamos siempre!. La gente sacaba fotos en los afters y en los clubes, solo quería conservar el momento. Nosotros crecimos con las fotos, desde pequeña hacíamos pases de diapositivas con mi familia, ya fuese por un cumpleaños o en navidades. Me parece que la gente solo lo hace para conservar un pedazo de ese instante y luego poder viajar en el tiempo; es lo mismo que cuando me piden un autógrafo.

Hace poco, en Japón, hicimos una fiesta con Modeselektor y otros artistas. En una sala pequeña pinchaba un DJ japonés que se acercó al final del evento con un disco de Modeselektor que le habían firmado 10 años atrás. En la firma habían escrito “eres nuestra inspiración y esta es la razón por la que hacemos música”. El chico me dijo: “¡Mira! continúo aquí, sigo haciendo música”. Quizás, cuando no puedes sacar fotos, sientes la fiesta diferente y te puedes dejar llevar más. En lo que a mi respecta, creo que el hecho de que no se puedan tomar fotos solo está justificado en el caso de los clubes gay en los que se puede practicar sexo, de este modo se preserva su intimidad.

Antes te guardabas el flyer o el cartel, ahora tienes todo este material fotográfico. ¿Qué vas a guardar de otro modo, el dinero que te has gastado en copas? Como decía, entiendo que en un club gay como Berghain se prohíban las fotos para que los asistentes tengan toda la privacidad que quieran y puedan disfrutar de los cuartos oscuros, la música o tener experiencias emocionales a través de los sonidos tan característicos del lugar.

La popularidad de Berghain en España se ha disparado en los últimos dos o tres años. Ahora es frecuente hablar del club con gente que acabas de conocer y que te pongas a comentar si lograste entrar o no, como quien habla de sus estudios y de si ha pasado de curso o tiene que repetir.

En 2013 había un club mucho más interesante que Berghain, el Bar 25. Para mí, era mucho más entretenido. Todos dejamos de ir a Berghain/Panorama Bar para ir a ahí. El control en la entrada de Berghain es hostil y frío, aunque está claro que la música, el sonido y la arquitectura son increíbles. Además, los personajes jodidos que te encuentras son muy divertidos. Como decía, el Bar 25 lo considero mucho más importante. Era open air y el volumen no estaba muy alto, podías hablar y sentarte tranquilamente. El club lo construyó la comunidad que vivía ahí, paso a paso. Empezaron con un quiosco de madera y un restaurante. Luego abrieron un primer piso con piscina y una sauna, solo para gente cercana. Vendían pizza y abrían tres días seguidos; en todo momento te sentías muy relajado, te sentías tranquila y el ambiente no era tan melancólico ni oscuro como en los otros clubes.

Clubes como Berghain, que quizás sea el caso paradigmático, también son atractivos porque en ellos puedes vivir experiencias que te permiten explorar un lado oscuro en el que tensionas tus límites, aún corriendo ciertos riesgos. Hay muchos clubbers que acuden allí cada semana y que forman como una familia en esta exploración.clubbers

Creo que es el edificio en sí. Es muy alto y tiene esas escaleras grandes en la entrada. La arquitectura del lugar nos impresiona mucho porque se parece a los edificios donde antiguamente se alojaban las instituciones del poder. Si miras a los clubes históricos, como Studio 54, es algo parecido, el público adoraba el lugar y cada semana se reunía de manera regular. Como grupo, tienes esta sensación de pertenencia y puedes llegar a creer que durante ese tiempo estás “fuera” de la sociedad. En realidad, no es así, sigues dentro. El clubbing también es un acto de consumo.

El repetir la experiencia regularmente tiene algo de ritual.

Sí. Pero, por ejemplo, el Bar 25 propone una experiencia de club totalmente diferente. Tenías árboles, espacios exteriores, podías tomar un té y tenías música más variada. En un club como Watergate tampoco puedes pasar tanto tiempo: pasas unas horas bailando, te tomas unas copas y luego te vas a casa; cuando sales del club no notas el cansancio que puedes sentir en Berghain, donde te quedas hasta que casi no te puedes mover, intentas aguantar al máximo. Todo lo que ocurre te mantiene despierto: la música, la gente o las cosas que ocurren en los cuartos oscuros. Hasta puedes tomar helado, ¡y el baño es un zoo!. El club funciona como Facebook: ¡todo son estímulos nuevos que no paran de cambiar y llamarte la atención!

El club About Blank funciona de otro modo, casi todo ocurre en el exterior. Pinché ahí en la fiesta gay Homopatik y tuve la mejor actuación de los últimos diez años. Especialmente por el público, era increíble. Nada de ropa negra ni actitud oscura, estoy muy cansada de esta estética. Muchas veces la uso para viajar, porque llevo poca ropa en la maleta y es más fácil de combinar, pero no la elijo constantemente para salir. En la fiesta de About Blank había una mezcla de colores y una combinación de gente muy variada y con modos de bailar distintos. ¿Por qué hay que tener una actitud siempre seria en el club? Esta fiesta fue original, muy positiva, y no paré de reír. Me gustan mucho más las fiestas abiertas y libres. Sin embargo, imagino que, en cuanto a los propietarios de los clubes, no debe ser fácil manejarlo. A fin de cuentas, es un negocio y, si se genera un público regular en tu local con una estética y actitudes determinadas, tampoco puedes prescindir de ello porque lo necesitas para seguir adelante.

Por otro lado, la gestión de la seguridad de los clubes también marca mucho cómo se comporta el público. El cómo sea el equipo de seguridad puede contribuir a crear un buen ambiente o a erradicarlo. En Barcelona suele ser bastante duro y te limitan en todo lo que pueden, a veces de manera gratuita y muchas veces de manera excesiva.

En Berlín no creas que es diferente. Hasta hay porteros que han pegado a DJs en grandes clubes dándoles puñetazos en la cara. La seguridad suele venir de una empresa especializada y ellos proceden de otro mundo, no son como nosotros. O haces lo que te dicen o te vas, les da igual. Por eso, aunque es normal que lo hagamos, no debe juzgarse a un club por la seguridad que tiene. Sin embargo, me alegra que en Berlín haya tanta gente diferente haciendo cosas interesantes y que gracias a ello uno pueda tener una experiencia clubber muy completa. Ahora mismo, mis dos clubes favoritos en Berlín son Ipse y About Blank. También tienes, por ejemplo, Sisyphos. Por otro lado, están también los clubes más comerciales, como Watergate o Berghain. Pero lo bueno está en las cosas pequeñas, en clubes y fiestas donde la gente se conoce mejor y no hay una escena poderosa de por medio.

Al haber nacido en Berlín y haber vivido toda su transformación cultural reciente, en especial la creación de la escena electrónica después de la caída del Muro, ¿has sentido en algún momento que entrabas en un espiral más destructivo?

Precisamente, al haber nacido aquí, no me impresiona tanto la escena de clubes, la he tenido desde siempre. Desde sus inicios he ido a clubes y actuado en ellos, como en el E-Werk o Tresor. E-Werk fue como el Berghain de esa época, el primero, la iglesia del techno. No he tenido que hacer nada especial para sobrevivir: soy DJ y una amante de la música y no voy a los clubes para destruirme sino que pongo música para hacer feliz a la gente. Empecé a pinchar en Tresor los domingos hasta las ocho de la mañana, y luego iba a otro after, y a otro. Mi pasión es la música y no las drogas. Voy a clubes desde los catorce años, crecí en un ambiente techno.

Si ahora ves las fotos de E-Werk, todavía impresiona el equipo de sonido que tenía y lo grande que era. Cuando cayó el Muro, Este y Oeste se unieron, se formó la escena gay y toda la ciudad cambió radicalmente. En ese momento existía una fuerte vida callejera y los cambios eran mucho más impactantes que ahora. El proceso transcurrido hasta llegar a los “clubes de diseño” actuales ha sido largo; antes se elegía el lugar porque se encontraba libre y era fácil ocuparlo. Me sigue gustando la cultura de club en Berlín, pero la música es lo que realmente cuenta y me puede gustar el diseño de un club, ¡pero no son mi religión!. Lo bueno de la música es compartirla, más allá del nombre del club, la religión o tus ideas políticas. Lo que cuenta es cómo se relaciona la gente con la música y cómo los DJs la hacemos llegar al público.

Durante el verano vivo en Ibiza y tengo una residencia en el club DC-10. Tienen la política de que cada DJ pinche solo una hora y media, sin excepciones. Es una muy buena idea, porque así pueden pinchar muchos DJs pero ninguno tiene un mejor horario que otro ni se generan diferencias entre los famosos y los que no lo son tanto. Me costó acostumbrarme porque es poco tiempo para mí, pero me habitué rápido y ahora voy mucho más directa en los sets. Me gusta, además, que dejen subir a mis amigos en la cabina. ¡Me dan energía y apoyo! En algunos clubes quieren que el DJ esté solo pinchando, como si fuese el rey, una estatua intocable. Aunque es lógico que no pueda ser así en todos los sitios, el DJ no debería ser la gran figura, hay clubes que funcionan como una gran familia y en los que las fiestas son una verdadera celebración entre todos, ¡no es solo una celebración entre el DJ y el club!

Hablabas de lo pronto que te iniciaste en la cultura de club, ¿cómo viviste el hecho de mantenerte dentro de esa cultura pero desde el papel de DJ?

Recuerdo que escribí la canción Stadtkind (BPitch Control, 2001) cuando regresaba a las 8 de la mañana de un lunes a casa y me cruzaba con la gente que iba al trabajo. Durante muchos años me sentí culpable por vivir fuera del ritmo “normal” de la sociedad. Me sentí así hasta que entendí que mi trabajo dentro de la vida nocturna era igual de respetable que cualquier otro y que merecía el mismo trato. Fue cuando escribí la canción, de ahí su letra: Berlín, tú me das la fuerza, soy parte de ti. En ese momento acepté mi forma de vida y que mi trabajo también era importante para la ciudad, no solo tenían que serlo el del cartero o el del político.

Desde ese momento hasta ahora, Berlín ha cambiado mucho y su escena, lógicamente, también.

En aquellos años, la noche de Berlín la vivían solo los berliners: los nerds, los ravers y la policía. Y siempre salía la misma gente. ¡Era muy aburrido! Ahora es mejor, hay gente de todas partes del mundo. La escena se volvió comercial con la llegada de la Love Parade y el techno empezó a aparecer en los medios, parecía un producto pop más dentro de la oferta y nuestros ideales como comunidad se quebraron. Muchos clubes tuvieron que cerrar, como Tresor o E-Werk. Fue en esos años en los que empecé BPitch Control, concretamente en 1999. Los dos años antes estuve montando fiestas en zonas industriales porque quería contribuir a mantener la escena. Con el aumento del turismo en la década de los dosmil, los clubes reabrieron y la escena se convirtió más en lo que conocemos ahora. Los años antes de que la escena remontase no fueron fáciles, mucha gente se desvinculó porque todo resultaba más complicado.

Sin embargo, tú y otros artistas seguisteis con vuestros proyectos y a día de hoy continuas dedicandote a la música.

Creo que para mucha gente el intentar dedicarse a la música pasa por sumarse a una moda y probar a ver si funciona. Si no tienen el éxito que esperan, se pasan a otra cosa y se preguntan, ¿qué es lo siguiente que puedo hacer? En mi caso, he hecho las cosas siempre con naturalidad y porque amo la música, lo hago por necesidad. Si dejase de pinchar en clubes, seguiría pinchando en casa. Hace algunos años pensé que podría llevar la pasión de la música a otros campos, pero vi que he estado tanto tiempo vinculada a la música que no sería lo mismo. Cuando pincho un tema antiguo, la canción me va trayendo recuerdos de distintos años en los que lo he ido escuchando, los recuerdos se van acumulando como si fuesen capas. Puedo avanzar y retroceder en el tiempo con ellos, ¡es increíble!

Hace algún tiempo, algunos DJs me decían: “Tienes que ser hostil con el público y los promotores, así te querrán más”. He escuchado lo mismo con los clubes: “Si no dejáis entrar a la gente, entonces todos querrán ir más a vuestro club”. Quizás a alguien le funcione, pero esta lógica no va conmigo. No quiero tratar mal a nadie. Creo que, si doy algo bueno, la respuesta será igual de buena. Y la gente que lo aprecie es con la que me gustará estar rodeada. Por contra, el poder y el orgullo son lo que trae grandes los problemas y es lo que genera enfrentamientos entre unos y otros. Establecer límites entre personas o entre cosas es lo que acaba llevando las cosas a situaciones de estrés y perjudica el bienestar de las personas. Suelo decir que, si alcanzas esos límites y logras superarlos, ¡entonces has aprendido algo!

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