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Cuando la felicidad es el camino, no la meta

Cuando la felicidad es el camino, no la meta

EFE

Madrid —

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Toño Fraguas, periodista y escritor, tiene muy claras dos cosas: que él no pertenece a ese 81 % de españoles que, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), aseguran ser felices, y que la felicidad es una utopía, un camino que hay que recorrer día a día, y no la meta.

“Yo no soy feliz, soy alegre, o al menos lo intento, pero no soy feliz; no encajo, no quepo en ese concepto de felicidad usual, de andar por casa, que nos han vendido”, sostiene Fraguas, para quien el concepto de alegría tiene una ventaja añadida: “no está ideologizado”.

Sobre esa gran utopía de la Humanidad que es la felicidad, una utopía que “sirve para caminar”, en palabras del escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano, Fraguas ha escrito un libro, en cuya portada una pregunta clara y rotunda asalta al lector: “¿Existe la felicidad?” (Plaza & Janés).

“Yo -reconoce en una conversación con Efe- no sé si existe. Sólo sé que no es lo que nos han vendido. Hay conceptos -continúa- que son ideales a los que no dotamos de existencia, como se puede dotar de existencia a un objeto. Existen en tanto en cuanto creamos en ellos. Para un niño, por ejemplo, los Reyes Magos existen”. Por ello, quizás, “hay que creer en la felicidad”.

Toño Fraguas dedica éste su primer libro “a todos aquellos que lo intentan”, aunque sepan que “nunca” llegarán a alcanzar la felicidad, que como amor, Dios y, posiblemente, amistad son palabras “que usamos con mucha alegría; en realidad no sabemos qué significan. Las usamos -advierte- como si supiéramos qué quieren decir”.

Eso es, quizás, lo que puede ocurrir, en su opinión, con ese altísimo porcentaje de españoles, el 81 %, que según el CIS alardean públicamente de ser felices. “O bien juega el componente de la vergüenza ajena, es decir que la gente no quiere reconocer que no le va bien, o que se conforman con muy poco. Ponemos el listón muy bajo”.

Desde el convencimiento de que el humor “no tiene prestigio intelectual”, al menos en España, Fraguas, hijo del genial humorista gráfico, juega con la parodia y la crítica hacia los libros de autoayuda que tanto han proliferado en estos últimos años, y se atreve a ofrecer una “ecuación de la felicidad” a modo de definición.

Y el resultado de esa ecuación supone la suma de dos palabras: fertilidad y felación. Una provocación, una broma, que se apresura a aclarar. “Investigando me di cuenta de que ambas palabras tienen un parentesco etimológico entre sí, y a su vez con la palabra felicidad. Y me pareció bonito relacionarlas”.

“Si uno entiende la felicidad -se explica- primero como fertilidad, como algo que produce frutos, algo creativo, que hace que nazcan cosas que antes no existían, y además se emparenta con la felación, con el placer físico, sea cual sea, el placer de los sentidos, de lo sensual, el del cuerpo, pues a lo mejor sí que con ambos ingredientes se puede aproximar uno a una definición de la felicidad”.

Crítico, muy crítico, pues con los libros de autoayuda y con quienes -charlatanes, gurús, vendemotos...- hacen negocio con la infelicidad de la gente, Toño Fraguas considera que el suyo, si ha ayudado a alguien, ha sido a él. “A mí me ha ayudado, pero a nadie más”, recalca.

Con su escritura, este antiguo estudiante de Filosofía ha querido reivindicar, entre otras cosas, una disciplina “perseguida desde los poderes”, ahora y siempre, por incómoda. “Sentía esa necesidad”, apunta, y advierte de que “al fin y al cabo” la filosofía fue la disciplina que primero empezó a reflexionar sobre la felicidad, la pionera en “preguntarse para qué y cómo ser feliz”.

“La Humanidad -escribe- lleva toda su existencia preguntándose qué es la felicidad e inventando métodos para alcanzarla”.

Usuario de unas herramientas informáticas que sirven para potenciar las verdaderas redes sociales (la familia, el lenguaje...), Toño Fraguas las encuentra “maravillosas” aunque cree que “es verdad” que han contribuido a poner de moda la felicidad, “a parecerlo, no a serlo”.

“No es que estemos obligados a ser felices, es que no hay otra alternativa”. Y ello pasa por consumir. “Podemos ser de izquierdas, de derechas, apolíticos, podemos ser religiosos o no, lo que uno quiera, pero no hay alternativa al consumo masivo. No la hay y seguramente no la vaya a haber nunca. El consumo se articula, pues, sobre esta economía de los placeres. Consumimos creyendo que compramos felicidad”, asegura.

Fraguas busca la felicidad, “su” felicidad, “haciendo cosas, siendo creativo, siendo productivo”; ahora bien, teniendo muy claro que lo que busca es una utopía. “Mi felicidad -escribe- es una utopía que me sirve para seguir viviendo”. “El mérito y la grandeza moral -abunda- está en no dejar de intentarlo, aún sabiendo que es imposible”.

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