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Cosas de rubias

Marilyn Monroe en traje de baño

Lucía Lijtmaer

Chistes de rubias: ¿qué pasa cuando a una rubia le quitas los cascos? Que se olvida de respirar. Clichés de rubias: cabeza hueca, frívola, interesada, alocada, tonta. Refranes de rubias: si vas a vivir una sola vida, ¿por qué no vivirla como rubia? Historias de rubias: infinitas. Sin parangón.

En la cultura popular -como en el porno-, las rubias son una categoría en sí misma, un universo, un más allá. Cada estereotipo narrativo es una semilla inmortal que se renueva una y otra vez, reconvirtiendo nuestra historia audiovisual contemporánea, volviéndola a dotar de significado y material didáctico hasta el infinito. ¿Siguen siendo esos estereotipos los mismos, o han logrado variar? ¿Tenemos nuevas especies de rubias? Examinamos los más conocidos.

La rubia tonta, la categoría por excelencia

Desde Goldie Hawn a Paris Hilton, pasando por los primeros papeles de Cameron Diaz, la rubia cabeza hueca pero adorable es quizás el más popular de los estereotipos audiovisuales. Como si el peróxido generara pérdida de neuronas, todo parece indicar que la rubia con pocas luces sigue aquí para quedarse. Tiene innumerables variables, pero la más común es la rubia tonta-tierna-bomba sexual, popularizada en los años 50 por Jayne Mansfield, con raíces en la It Girl de los años 30 -Jean Harlow- y que llega hasta hoy transmutada en Brittany S. Pierce en Glee o Penny en The Big Bang Theory.

Es la responsable de los chistes de rubias y, en general, de todo el género de películas con hombres 'de Rodríguez'. Una rubia muy legal creó un subgénero en sí mismo, según el cual la rubia tonta puede parecer tonta pero -oh sorpresa- es capaz de licenciarse en Derecho.

La rubia pizpireta-locatis

(Del inglés Manic Pixie Dream Girl). Especialmente presente en la comedia romántica de corte anglosajón. Es aquella rubia que por alguna razón incomprensible tiene hábitos excéntricos alimenticios, una vida disipada y ningún orden en el armario o su vida sentimental. Más allá de eso, es guapa, rápida de palabra -interrumpe siempre- y está ahí para hacer perder la cabeza al protagonista, además de ser su prometida. Suele tropezarse mucho, una suspicaz manera que tienen los guionistas en intentar restar atractivo físico al personaje. Ejemplos clásicos incluyen a Madonna en ¿Quién es esa chica? -no casualmente, cuando más rubia ha estado- o Phoebe de Friends.

La rubia loca que se empastilla

Cuando la pizpireta locatis pasa a cortarse el pelo sola en el baño con tijeras herrumbradas, deja de comer y/o ve visiones, nos encontramos ante un subapartado nuevo. Alejen los objetos afilados, desalojen a los bebés de la sala y echen a correr hacia el lugar seguro más próximo que puedan encontrar, si es que eso existe. La rubia loca es un clásico entre clásicos en La mano que mece la cuna o Atracción Fatal, y en recientes apariciones televisivas ha optado por resurgir con muchísima fuerza como protagonistas gracias a Carrie en Homeland o Amy en Enlightened. Las rubias psicóticas necesitadas de litio están en alza.

La rubia fatal

Clásico entre clásicos desde Veronica Lake y Barbara Stanwyck, la rubia fatal es aquella sirena que con sus malas artes -y cegándole con su melena rubia- atrae al héroe hacia la perdición. ¿Cómo olvidar a todas las rubias hitchcockianas, que Sharon Stone era rubia integral en Instinto básico, que Daryl Hannah machacaba a quien se presentase a un hospital en Kill Bill o que Kim Basinger lo empantanaba todo en L.A. Confidencial? Pero tenemos nuevas sagas de rubias fatales. Todo el mundo sabe que a Joaquin Phoenix en Her le pasa lo que le pasa porque la voz es de una rubia -Scarlett Johanson-, que Rachel McAdams la lía parda en Sherlock Holmes porque va teñida y que Skyler White en Breaking Bad se convirtió en el personaje más odiado de la historia televisiva por sus reflejos.

La rubia indie

Las candidatas a esta categoría suelen presentarse a casting también con la rubia pizpireta-locatis, pero es fácil distinguir la diferencia: la actriz rubia indie solo está en las pelis de condición dramática, amadas por igual por todos los críticos, y después de un par de nominaciones adquieren un contrato con marcas de revista de moda. Son clásicos recientes cualquier película interpretada por Michelle Williams y Carey Mulligan.

La rubia vecina de al lado

Quizás el mejor mito audiovisual, un clásico contemporáneo por excelencia, la vecina de al lado es ese personaje que existe en un barrio plagado de top models y mujeres de piernas largas y sedosas que se hacen pasar por tías comunes y corrientes, simpáticas y a las que les gusta ver el fútbol mientras comen una hamburguesa. La vecinita de al lado es el gran personaje de la ciencia ficción disfrazado de realismo.

Sus características son la ropa cómoda, la cara lavada, un carácter fácil y cariñoso y, sobre todo, nada agresivo. Hasta la vecina de al lado un día se pinta el morro, se pone un vestido y ¡sorpresa! sigue siendo el pibón que todos sabíamos que era. Meg Ryan hizo una carrera entera con este papel, y Jennifer Lawrence le sigue los pasos, reensamblada con inteligencia y desparpajo para los nuevos tiempos.

La rubia vecina de al lado que necesita desintoxicarse

Hay una versión pesadillesca pero mucho más humana de la opción anterior. La rubia es más ajada, más bruta, más sincera. La hamburguesa es recalentada, el chandal algo zarrapastroso, y la píldora del día después suele ser el anticonceptivo habitual en el botiquín. En la tradición televisiva y cinematográfica, la rubia crujida existe, está en el sempiterno bar de carretera y es la que toma cerveza con chupito de whisky y se deja invitar por el primero que pasa.

Esa es su versión trágica, la secundaria de todas las películas que ejerce de testigo en cualquier crimen pero a la que el juez no da credibilidad por su reputación “dudosa” (léase: promiscua). Ahora llega con fuerza en su versión cómica: es Amy Schumer en Trainwreck, demostrando que hasta las rubias en desintoxicación merecen una oportunidad. Y el amor, claro.

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