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1968 y los ejes del cine inventado

El lobby contra el cordero, de José Antonio Maenza

Lucía Lijtmaer

  • El ciclo Alô Alô mundo! Cines de invención en la Generación del 68 en el Centro de Arte Dos de Mayo reflexiona en torno a la ruptura estética cinematográfica surgida entre 1968 y 1969. Las obras de Pere Portabella, Jesús Garay y José Antonio Maenza, entre otros, ilustran el inicio de una contemporaneidad disidente

Las fechas, en ocasiones, tienen una fuerza simbólica específica. El 11S, el 4F, el 15M apelan a una conciencia colectiva fácilmente identificable, un lugar en el tiempo de horror, de reivindicación histórica o de principio fundacional. En contadas excepciones, un año en concreto ha funcionado como espacio de apelación total. 1968 es uno de esos casos: el asesinato de Martin Luther King, la reivindicación de los derechos civiles en México y, por encima de todo, la denominada “revolución estudiantil” del mayo francés durante el cual las protestas estudiantiles más adelante secundadas por movimiento obrero y sindicatos dieron lugar a la mayor huelga general conocida en Francia y a la desestabilización del gobierno de Charles De Gaulle.

Con el contexto de las protestas mundiales surgidas a partir de la crisis económica y financiera a partir de 2009, el ciclo Alô Alô mundo! Cines de invención en la Generación del 68 en el Centro de Arte Dos de Mayo reflexiona en torno esa fecha como momento de ruptura no únicamente histórica, sino estética y cinematográfica. Tal y como explica la muestra, “después de las rebeliones sociales que comenzaron en 2009, capitalistas financieros, coachers, monoteístas radicales, managers, gurús neoliberales y todo tipo de yonquis del capital, han reforzado las diferencias entre centro/periferia, hombre/mujer, blanco/negro, humano/animal, heterosexual/homosexual, naturaleza/cultura”.

En el ciclo se ponen de manifiesto como 1968 y 1969 dieron lugar una serie de rupturas artísticas en Europa que aunarían vanguardia y militancia, y, a su vez, permitirían arrojar luz sobre algunos ejes que antes habían permanecido en la periferia y, desde ese momento, pasan a ocupar el centro.

La desestabilización de la hegemonía burguesa

El 68 representó la irrupción de un grupo de edad posterior a la Segunda Guerra Mundial (el denominado baby boom demográfico) en el que por primera vez en la historia una parte de la población recibió un nivel de formación educativa muy superior a la de sus padres, posibilitando, en teoría, su ascenso social.

Aún así, la centralidad de la juventud como nuevo agente social implica, por primera vez, la repulsa de unos valores sociales que se perciben como convencionales y que no responden a las aspiraciones de este nuevo grupo. En gran parte, los movimientos artísticos e intelectuales surgidos en este momento tienen la vocación explícita de cuestionar y criticar el mercado de consumo y el sistema capitalista de la posguerra.

Hay que ver: El lobby contra el cordero, de José Antonio Maenza (1968) y Hortensia/Beancé del mismo director (1969).

 

La introducción de los feminismos en el espacio artístico y de militancia

Pese a que durante toda la década de los sesenta la reivindicación de los derechos de las mujeres comienza a estar presentes en las manifestaciones en todos los ámbitos y a nivel global, es a partir de las protestas estudiantiles cuando en Europa el discurso del movimiento de liberación de las mujeres, el cuestionamiento de la idea tradicional de familia nuclear y del estado patriarcal y la defensa de la libertad de actuación con respecto al propio cuerpo comienzan a asumir un espacio propio en los ámbitos artísticos e intelectuales. A partir de entonces, la lucha feminista se reivindica como transversal y común a todo espacio de discusión y reflexión.

Hay que ver: Función de Noche, de Josefina Molina (1981)

La heterodoxia sexual: En paralelo motor disruptivo, los códigos tradicionales con respecto a la moral sexual y las relaciones sexuales se cuestionan y pulverizan de manera generalizada a partir de esta década en Europa, el mundo anglosajón y América Latina. El reconocimiento y normalización de otro tipo de sexualidades más allá de la heterosexual y la lucha por los derechos de las comunidades LGTBI se acompañan de nuevas concepciones de familia y otros formatos de convivencia más allá del modelo heteropatriarcal. Esto se traslada al terreno artístico, entre otras cosas, en la experimentación y discusión para reclamar lo trans y lo inter de lo queer, y ahondando en las posibilidades y contradicciones de las identidades múltiples.

Hay que ver: Manderley, de Jesús Garay (1980)

 

El activismo político contemporáneo.

Las protestas políticas y ciudadanas iniciadas en la década de los sesenta parecen tener eco, necesariamente, en las acaecidas a partir de 2009. Los movimientos sociales en favor de la mejora del sistema democrático, contra las desigualdades sociales y el poder sin límite de bancos y entidades financieras han tenido un espejo en el cine militante y en trabajos documentales del activismo reciente. Las consecuencias del activismo en la actualidad implican, por defecto, comenzar a preguntar y a cuestionarse qué implica actuar en colectivo, cuales son los contextos y las prácticas contemporáneas sobre los que hay que poner el foco y tener en cuenta las nuevas líneas de discusión que se abren a este respecto.

Hay que ver: La ciudad es nuestra de Tino Calabuig (1975) y No res de Metromuster, (2012)

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