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Las ocho rutas gastronómicas de las tarjetas 'black'

Ostras, pedrín

David Farrán de Mora

Ver los extractos bancarios, al igual que rebuscar entre las bolsas de basura, es hacer una radiografía de los gustos, hábitos y debilidades del personal. En el caso de las tarjetas 'black' de Caja Madrid, queda al descubierto un estilo de vida de lujo y miseria que demuestra que la casta bancaria no tiene favoritismos tirando de dinero ajeno: lo mismo paga un billete de metro, peajes de autopistas y la compra en el Mercadona que piscinas, billetes de avión o lujosos caprichos fashion. Pero si tuvieran un favorito estos beneficiarios de las oscuras tarjetas que no se declaraban a Hacienda, sería el paradigma de la cultura del pelotazo: las comilonas.

Como buen país mediterráneo, en la España de política y finanzas la sobremesa es un “must”. De esas reuniones postcomilona, en estado tripero –bien cebados y bebidos–, nacen acuerdos, chanchullos, decisiones, intrigas y conspiraciones de todo pelaje. Qué, cómo y dónde se come retrata demasiado el buen o mal gusto del personal. En el caso de los cargos de Caja Madrid, su cartilla de gastos demuestra una vez más que la casta española come a la antigua, en sitios “de orden”, sin ningún resquicio foodie, y tirando de sus lugares de toda la vida. Son gente de recia comida española, con una querencia extrema por los templos rancios del “buen comer” como Horcher, Jockey, Club 31, Solchaga o Príncipe de Viana (varios de ellos ya cerrados).

La lista se compone de abrevaderos deluxe para caciques en formato barras de mesón, asadores, casas de comida o marisquerías tipo Mesón de Fuencarral, Asador Frontón, Alkalde, Los Remos; restaurantes fashion de medio pelo, ensalzados en prensa de tendencias o guías gastro a través de agencias de comunicación, del estilo de Iroco, Cenador del Prado o Wagaboo; o ya de cabeza al mundo del comistrajo de la cadena Vips, que está omnipresente entre sus resguardos bancarios. Es decir, la némesis de lo foodie, si quitamos restaurantes como Diverxo, Astrid y Gaston, Kabuki, Zalacain, Nikkei 225, Entre suspiro y suspiro, Zorzal, Club Allard o Coque, donde comía Blesa frecuentemente y Rato de vez en cuando, de acuerdo con los datos de sus geniales tarjetas a cargo de Caja Madrid.

Hay rutas black de todo tipo pero, con toda esta mezcla de restaurantes, hemos seleccionado unos cuantos para incluirlos en diferentes rutas: Las ocho rutas gastro de las tarjetas 'black'. Un “walk of shame” culinario protagonizado por la cúpula de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid.

La ruta abrevaderos 'deluxe'

Restaurantes dignos de un banquero por su calidad y su elevado precio: Blesa, Rato y Moral Santín son sus principales valedores. Seguramente, escenarios de celebraciones internas de la rescatada entidad y lugar de ocio de sus directivos y sus comparsas. Una ruta muy aconsejable donde cabían restaurantes tan buenos como DiverXO, Astrid y Gaston, Kabuki, Zalacain, Nikkei 225, Zorzal (RIP), Club Allard, Coque, La Parra o Entre suspiro y suspiro.

La ruta niños pera

La fallecida eurodiputada del PP, miembro del Consejo de Administración de Bankia y consejera del BFA, fue en vida icono de la ochentera “estética pera” y la moda opusina. Sus gustos en la cocina son perfectamente coherentes; acudía a lo más pijo de Madrid: Zalacain, Príncipe de Viana, Café Saigon, Annapurna, Atrio, Zorzal… Sitios exclusivos, privados y con ese toque austero tan “pijo serie A”. La comida, correcta y muy cara; y el ambiente, high class. De la Merced (D.E.P) lucía sus Manolos y Vuittones “en black”, encantada de la vida.

La ruta cacique

El también fallecido concejal Matanzo da nombre a esta ruta superpopular entre la mayoría de los titulares de la tarjeta. Comida española de todas las regiones de España servida en asadores y mesones de decoración bizarra de imaginario taurino, de caza o incluso sutiles resabios de parafernalia facha explícita como en Casa Ciriaco, apropiadamente ubicada junto a la Catedral de la Almudena, un restaurante favorito para nostálgicos del antiguo régimen. Rafael Spottorno, exjefe de la Casa Real, es uno de los fans ultra de este recorrido (siempre, según gastos tarjeteros), que incluye buenos restaurantes como Asador Frontón (también difunto), Casa Hortensia, el Mesón de Fuencarral, El Lechazo de Oro o La Torcaz. Desde el punto de vista foodie visionario, la estética y el estilo Matanzo son ideales para describir este tipo de ambientes.

La ruta Mariscos Recio

Las marisquerías son esenciales en las comilonas, pues son sinónimo de opulencia, boato y poderío. Según rezan los extractos, en las mejores se gastaban los dineros desde Rato al más ínfimo de los consejeros. Entre los “must” del “sea food patrio”, Los Remos, Combarro, La Trainera, han sido testigo de sus pantagruélicas sobremesas. Mariscos Recio podría ser una buena metáfora de cultura popular para recrear escenas vividas entre cáscaras de crustáceos, ambientador Air Wick y toallitas de agua de limón para lavarse las manos, y quizás los bolsillos, de toda culpa.

La ruta 'démodée': Rato-Parabere

Rodrigo Rato (sin saberlo él) se adelantó a una de las tendencias gastro actuales: la cocina démodée estilo Marquesa de Parabere. Pero no la genuina, sino una versión desgrasada y refinada que recupera la vanguardia culinaria. La ruta de restaurantes frecuentada por este prohombre del PP la ofrece en todo su esplendor lípido, con ingredientes tan psicodélicos como el jamón de oso o recetas tan sibaritas como consomés gelées concentrados al estilo de los que servían en Lhardy, Príncipe de Viana, Jockey, Horcher, Club 31, Las Cuatro Estaciones, José Luis, el Hotel Ritz, La Dorada… Una ruta de orden que, de tan rancia, acaba rozando la modernidad.

La ruta del comistrajo

No todo es esplendor; los gustos populares de perfil bajo caben también en la banca española. De los altares de la gastronomía también hay espacio para las cloacas: centros comerciales de urbanizaciones de lujo con restaurantes de grandes cadenas del comistrajo también aparecen entre los más visitados. Sobre todo, la cadena de comida para las masas Vips y todas sus ramificaciones, como Ginos.

Completan la ruta pizzerías industriales y asiáticos serie B al estilo de Wogaboo o Sushi Itto. Aunque, ojo: en la plaza de la Estafeta de La Moraleja, el “hotspot” de desayunos, meriendas y cenas informales tiene lugar en sitios como El Cacique, o La Máquina. La cabra tira al monte.

La ruta gastro de ahorros Caja Madrid

El low cost y el ahorro son virtudes propias del que acumula dinero y lo multiplica, como hacían los usureros fenicios y judíos, precursores de la banca moderna. Bankia es ahorro y eso lo sabían sus consejeros y directivos, que no dudaban en hacer gastos más humildes en bares, pequeños restaurantes cercanos a la sede del PP en Génova (como Beltrán Gutiérrez Moliner), tascas, bares de carretera, paradores. Sin duda, siempre ayudando a los menos acaudalados para que confiasen sus pequeños beneficios en sus productos financieros. Y, seguramente, con la gran sensación de no pasarse tirando de tarjeta.

La ruta 'trendy'

La herencia de la cultura del pelotazo y la “beautiful people” dejó entre la clase bancaria un regusto trendy que en los 80 era casi inherente, pero que en el nuevo milenio los gerifaltes de Caja Madrid interpretaron a su manera. Por eso no faltan entre sus restaurantes los típicos que se ponen de moda gracias a las agencias de comunicación que venden humo a gente desinformada que no sabe comer y que sólo busca ir a lo que esté de moda. Típicamente: Viridiana, Loft 39, Iroco, Atrio, Asia Gallery o Thai Gardens eran la opción trendy de estos “trendsetters” de Caja de Ahorros, como José Acosta Cubero, Díaz Ferrán o Arturo Fernández.

En definitiva, dime lo que gastas y te diré cómo eres. Por supuesto, basándose en los datos revelados, que me han inspirado este inocente ejercicio de antropología gastro. La realidad creo que es mucho más descarnada.

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