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Festival de Benidorm, de la cita que descubrió a Julio Iglesias al descrédito

Festival de Benidorm, de la cita que descubrió a Julio Iglesias al descrédito
Javier Herrero. Benidorm (Alicante) —

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Javier Herrero.

Benidorm (Alicante), 22 jul (EFE).- La elección de Benidorm como sede de un gran evento para la elección anual del candidato español a Eurovisión ha traído de vuelta a esta megalópolis costera el recuerdo de su extinto festival, una cita que en sus mejores años descubrió a artistas como Julio Iglesias antes de decaer en el descrédito.

Todavía en plena dictadura franquista, embarcada esta en el desarrollismo y la llegada de los primeros turistas, el Festival de la Canción de Benidorm nació a imitación del ya exitoso festival de San Remo italiano, tal y como había sucedido unos años antes con Eurovisión.

Fue en 1959 cuando comenzó su andadura con la victoria del tema “Un telegrama”, que se convirtió en un éxito internacional en las voces de la chilena Monna Bell y del español Juanito Segarra, los cuales aprovecharon este foco musical inédito en España para ampliar sus carreras.

La repercusión fue tal que varios medios de la época reflejaron la pugna de otras ciudades por arrebatarle a Benidorm la sede fija del festival, pero este permaneció anclado a aquel antiguo pueblo de pescadores, ahora meca de rascacielos, y vivió hasta 1971 su época más gloriosa.

Fueron los años en los que triunfaron canciones que aún hoy resuenan en nuestros oídos, como “Comunicando” cantado por Arturo Millán en 1960, así como artistas que encontraron allí su primera gran oportunidad, como Raphael, ganador de 1962 con “Llevan”.

Aunque si por algo pasó a los anales la gran cita musical benidormí fue por consagrar en 1968 la conversión de Julio Iglesias de exfutbolista a estrella de la canción con un tema no menos antológico, “La vida sigue igual”, de su puño y letra.

El concurso se nutría del mejor talento del momento, vencieran o no. Por allí pasaron temas de Manuel Alejandro (“Ese día llegará”, 1969) y presentadores como el mítico Bobby Deglané, Concha Velasco, Tony Leblanc o Luis del Olmo.

Por supuesto, también lo hicieron multitud de artistas, cantautores como Víctor Manuel o Dyango (ganador de 1976 con “Si yo fuera él”) e intérpretes como Karina o Bruno Lomas (el de “Ven sin temor”).

EL INICIO DEL DECLIVE.

A medida que el festival entró en la década de los 70, la calidad empezó a declinar paulatinamente, especialmente cuando la llegada de la Transición y de nuevas corrientes musicales globales que se habían visto bloqueadas en dictadura empezaron a refrescar la música española.

Benidorm insistía en un tipo de artista y de composiciones, pero habían transcurrido cerca de dos décadas desde su nacimiento. Así sucedió que, aún reclutando a grandes talentos como el de Tino Casal, la cita había perdido su empuje para convertir a sus participantes en estrellas. Ya no era el faro de antaño.

Se intentó renovar el público con la entrada de grupos de pop-rock, eliminar la parte competitiva y hubo un par de ediciones de vacío (1979 y 1984), pero la expectación no remontaba y sus otrora ansiadas sirenitas (nombre del galardón) ya no brillaban tanto.

El primer gran paréntesis llegó entre 1985 y 1993, cuando regresó con dos categorías: mejor canción de pop-rock y de canción ligera. Sin embargo, la palabra “caspa” ya estaba indisolublemente asociada al evento tanto como a una ciudad que había dejado atrás la imagen de prototipo futurista en favor de una vinculado al turismo asequible.

Los trampolines ahora eran otros, como demostró el auge del primer “Operación Triunfo” que sí supo conectar con la audiencia más joven y demostró que el formato de concurso musical no estaba tan muerto como pudiera parecer.

De hecho, unos años antes de su gran explosión comercial con “Lunas rotas” (1996), Rosana pasó por allí como compositora con el tema vencedor “Fuego y miel” que cantó Esmeralda Grao en 1994, pero no fue donde logró hacer sonar su nombre.

El arraigo a los clichés lastraba el festival. Ya no era el lugar donde iban los artistas a consagrarse, sino el último cartucho de los desamparados por la industria discográfica, como muestra el hecho de que La Década Prodigiosa (activa desde 1985) se alzara con la última victoria en 2006.

Solo cuatro años después, Benidorm pareció comprender su idiosincrasia y abrazar la filosofía de lo “kitsch” a su favor para volverse realmente moderna con otro concepto musical, el de los tan en boga jóvenes festivales de verano de música alternativa. El Low Cost Festival (luego solo Low Festival) llegó para quedarse y ahí permanece entre los más visitados del país.

Queda comprobar si este nuevo evento musical auspiciado por RTVE, la ciudad y la Generalitat Valenciana sabrá recoger esa estela y aprovechar su carácter de pasaporte español al Festival de Eurovisión para convertirse en un auténtico San Remo que atraiga apuestas como el rock ácido y contemporáneo de Maneskin y llevar al país por fin a la victoria europea o, como mínimo, a abandonar la intrascendencia.

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