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Garci: La nostálgica ironía de un castizo personaje de Hopper

Garci: La nostálgica ironía de un castizo personaje de Hopper
Madrid —

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Madrid, 17 ene (EFE).- Cuando se habla con él, se percibe lo mismo que cuando se ven sus películas, una sensación de nostálgica ironía, de aceptación inconformista de la realidad, vista por personajes solitarios, como los que protagonizan los cuadros del pintor neoyorquino Edward Hopper, solo que, en su caso, con acento de Madrid.

José Luis Garci no tiene teléfono móvil ni ordenador ni sabe conducir. Sigue escribiendo en una vieja máquina y la mayoría de las veces tras haberlos manuscrito con una estilográfica, probablemente la misma con la que pergeñó su último libro, “Películas malas e infravalorados”(Notorious ediciones), un repaso a películas que la crítica en su momento consideró de poca calidad, muchas veces de manera injusta, y a actores que nunca fueron catapultados a la gloria de un Óscar aunque algunos de ellos sean verdaderos mitos.

En entrevista con Efe, Garci habla de esas películas que, básicamente, son divertidas, entretenidas, te enganchan y te amarran a la butaca (o al sofá, si se ven en casa); tal vez no tengan la prosopopeya ni la erudición de un filme de Antonioni, pero es que quizá no les hace falta.

Y al mismo tiempo, y en estos tiempos de pandemia, de confinamiento (forzado o voluntario), de introspección obligada, dice que no ha escrito ni una sola línea sobre la covid.

“No he escrito ni una línea sobre la pandemia. Hay mucha gente que se ha pasado y se pasa el tiempo escribiendo un diario de la covid. Yo no; yo lo que quiero es que esto se pase y entonces poder volver a mi vida”, afirma.

“En el cine, como en todo, hay una cosa que es terrible, el aburrimiento, y contra eso no puedes hacer nada”, comenta.

Con este libro “he querido hacer un homenaje a un cierto tipo de películas que nos divirtieron mucho y que, sin embargo, no obtuvieron el juicio favorable de los aristarcos, de los críticos de entonces. Y no eran películas malas; eran películas divertidas, cuya pretensión era entretener”, señala el director, el primero en obtener un Oscar para una película española por “Volver a empezar”(1982).

Y no es que en su libro Garci haga un repaso por “incunables”, “raros” o piezas del museo del cine más friki. Nada de eso.

Podemos encontrarnos con obras como “El príncipe estudiante” (Ernst Lubitsch, 1927); “Los violentos años 20” (Raoul Walsh, 1939), con un malvadamente colosal James Cagney; “Tú y yo” (Leo McCarey, 1957, versión de la obra del mismo título de 1939); “Plácido” (Luis García Berlanga, 1961), o “Avanti” (Billy Wilder, 1972), filmes que, en estos tiempos de pandemia y cerrojazo, harían las delicias de cualquier buen degustador hogareño de programa doble (o triple).

Son películas hechas para entretener, para cautivar, para emocionar, que es lo que primero y por encima de todo se espera de cualquier pieza de cualquier arte.

“Pertenecemos al género del entretenimiento, el arte te tiene que entretener, que seducir, que divertir”, dice Garci, quien señala que, por ejemplo, hay muchas clases de música, todas válidas, pero “tú escuchas la música dodecafónica y te aburre con tantos ruiditos; en cambio, escuchas a Beethoven y te entusiasma”.

Y entre esos actores y actrices a los que nunca se quiso dar el reconocimiento “oficial” que se merecían y que, sin embargo, nos han regalado algunos de los momentos más intensos de la historia del cine, están Edward G. Robinson, que lo mismo hacía de “gangster” despiadado en “Hampa dorada” (Mervyn LeRoy, 1931) que de tipo devastado y dominado por una mujer sin escrúpulos en “La mujer del cuadro” (Fritz Lang, 1944).

También ocupan un lugar preferente en el libro dos auténticos mitos como Cary Grant y Ava Gardner, sin cuya presencia no habría sido posible, no tendrían sentido, muchas de las mejores películas del siglo XX. Sin olvidar a la gran Thelma Ritter, memorable en su sarcástico papel en “Confidencias a medianoche” (Michael Gordon, 1959).

Muchas de esas películas Garci las vio en cines que ya solo existen en el recuerdo (o se han quedado en el olvido, depende de cada uno), en salas cuyo espacio hoy lo ocupa una cadena de tiendas, o antes un banco y eso si no están vacías, varadas en medio de la nada.

En este sentido, el director es pesimista sobre el futuro de las salas de cine, cuyos días piensa que están contados, al tiempo que recalca que ve muy difícil que vuelva a hacer una película, tras “El Crack cero”(2019).

“No tengo pensado de momento hacer más películas, es muy complicado”, afirma de manera tajante.

“No creo que volvamos al cine, pero no por la pandemia. Ya antes estaba muy mal el ritual de ir al cine, eso ya casi había desaparecido. Los cines se habían transformado en cualquier otra cosa, y muchos de los que quedaban se hicieron minicines”, comenta.

“Además, está la potencia de las series de televisión, de las plataformas”, que hacen que la gente vea lo que quiere ver, cuando quiere verlo “en casa, tan a gusto, cómodamente. Eso no tiene nada que ver con el cine según lo conocíamos. Ha desaparecido la generación que iba al cine. Ahora uno puede ir viendo 'La ley del silencio' en el móvil mientras viaja en el metro.”

Y remata con una mezcla de expectación y de temor, como cuando veía una película de “serie B” sobre misteriosas amenazas extraterrestres: “Hay una transformación, que no es solo en el cine, sino en todas partes. El mundo va a vivir pendiente de muchas cosas: de la vacuna, de las secuelas de la vacuna. Estamos en un cambio de milenio.”

Fernando Prieto Arellano

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