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“Las golondrinas de Kabul”: poesía en acuarela entre ruinas y miseria

Foto cedidas por la productora de la película 'Night Drive', que llega a los cines españoles el próximo viernes.

EFE

Madrid —

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La libertad de un amor adolescente choca de bruces contra la crudeza de la capital de Afganistán sumida en el régimen talibán en una película de animación, “Las golondrinas de Kabul”, de la que brota poesía en forma de acuarela.

Verano de 1998. Zunaira y Mohsen son dos jóvenes cuyo amor y perspectivas de futuro hacen enmudecer los disparos y la violencia en los que las calles en ruinas de Kabul viven sumidas.

Con el amor y los sueños de un futuro mejor como punto de partida nace esta historia, adaptación de la novela homónima de Yasmina Khadra, dirigida por la francesa Zabou Breitman, quien comparte papel con su compatriota Eléa Gobbé-Mevellec, encargada del diseño gráfico y de personajes.

La película, que llega a los cines españoles el próximo viernes, fue planteada en sus inicios, como cuenta Breitman a Efe, como película de acción real, sin embargo, la idea fue descartada al considerarse muy “complicado” rodar en localizaciones de la capital de Afganistán.

Fue Breitman, alentada por un joven productor que obtuvo los derechos de la novela de Khadra, la que creó un método con el que amalgamar el realismo de un rodaje con actores con la simpleza visual de unos personajes pintados con acuarelas.

“Empezamos rodando con actores reales durante tres días, ataviados con su vestuario, con la intención de que, después, los animadores pudieran tener una referencia de lo que iban a dibujar”, detalla Breitman a Efe.

Las respiraciones, los carraspeos, las toses, las conversaciones, los besos y los sonidos ambiente son “hiperrealistas” y eso es lo que buscaba la polifacética directora, quien deseaba huir de la exageración y los gestos impostados que llevaba años viendo en el cine de acción real de su país.

Son las voces de unos actores, de “origen oriental” y “minuciosamente seleccionados”, las que se unen a la simpleza y abstracción de unas figuras pintadas con acuarela para, paradójicamente aportar “veracidad”, “realismo” y cierto aspecto contemporáneo a la historia.

“Elegí a Eléa para que pintara y dibujara en acuarela porque era evocación, sus luces son increíbles. Dibujaba a un talibán con gafas Ray-Ban de los 70, fumando sobre su Toyota y yo pensaba que era algo tan moderno que tenía que hacerse así”, apunta Brietman.

Y añade: “Eléa pintaba manchas en el fondo, sin formas definidas, por lo que cuanto más lejos estás más dentro de la película y la historia te encuentras”.

Preguntada por el mayor reto dentro del proceso de creación de la película, la cineasta francesa reconoce que fue “reescribir la adaptación”, un trabajo que ella misma llevó a cabo y que supuso que la película se retrasara un año: “Fue un trabajo muy duro”.

Culpa también de ese “retraso” la tuvo la fase de edición, programada para ser llevada a cabo en tres días que, al final, se convirtieron en tres semanas. “Teníamos tres días de edición, pero hablé con el editor de mis anteriores películas de acción real y le dije que podíamos hacer muchas cosas con ese material. Al final estuvimos tres semanas o incluso un mes de edición porque la película estaba demasiado concentrada”.

Breitman buscaba que el espectador pudiera “respirar” al ver la película: “Si en una película no puedes respirar, no puedes tener emociones, por eso estiré todo, incluso el final, lo máximo que pude. Trucamos todo y lo estiramos todo lo que pudimos”.

En cuanto a la moraleja o mensaje de la película, la francesa es contundente: “El mensaje es que no necesitas tener un mensaje, lo que necesitas es estar siempre involucrado”.

“La moraleja de la película es que hay que hacer películas de animación con mujeres y hablar de ellas porque puedes hacer una película que hable de romance y política al mismo tiempo. El mensaje es no tengas mensaje a no ser que tengas algo artístico que decir. Tiene que estar por encima de todo”, concluye.

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