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La falla más alta de la historia recupera la sátira y el esfuerzo colectivo

La falla más alta de la historia recupera la sátira y el esfuerzo colectivo

EFE

Valencia —

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La falla municipal de 2017, la más alta de la historia de las Fallas de València con 41 metros, recupera la sátira aguda, el esfuerzo colectivo y la participación, símbolos de los orígenes la fiesta, pues se levantará a pulso con la técnica tradicional “a tombe” y quemará sillas que aportarán los ciudadanos.

De esta forma simbólica se refleja el esfuerzo colectivo de los valencianos por hacer posible su fiesta cada año y se recupera el espíritu de la canción popular de la “estoreta velleta” (estera vieja), con la que se evoca los inicios de la fiesta, cuando los más jóvenes recogían trastos que aportaban los vecinos para ser quemados el día de San José.

Con 1.800 kilos de peso y de nuevo con la vareta (listón fino de madera) como protagonista, la falla titulada “València, Ca la trava” (“Valencia, la casa las trabas”, en castellano) hace una sátira humorística a todos los obstáculos que ha sufrido la ciudad en su desarrollo social y urbano, con el protagonismo para el “pirulí” o torre de comunicaciones que diseñó Santiago Calatrava -con cuyo nombre, juega el título- y que nunca llegó a materializarse, en lo que finalmente es hoy la Ciudad de las Artes y las Ciencias.

La construcción de este monumento lleva el sello de Manolo García -por cuarto año haciendo la falla municipal- junto a un equipo de reconocidos y premiados artistas falleros como Manolo Algarra, Julio Monterrubio, Manolo Martín Huguet y Paco Pellicer, que afrontan el reto de “montar la falla más alta de la historia”.

El alcalde de València, Joan Ribó, y el concejal de Cultura Festiva, Pere Fuset, han visitado hoy varios talleres junto a las Falleras Mayor e Infantil y sus cortes de honor para descubrir cómo, a apenas diez días de la plantà, se afanan por ultimar la pintura de los ninots y las escenas que formarán parte de los monumentos.

La falla municipal recupera la “sátira y la crítica” en el monumento principal de la ciudad, tradicionalmente más benevolente y dedicado a ensalzar los valores tradicionales, pues el objetivo ha sido “recuperar el origen” de la fiesta, según ha explicado Pellicer, que ha resumido el proyecto de forma gráfica: “un huevo sin sal, no queríamos”.

Por ello, la falla “tiene críticas para todos”, y entre otras “trabas”, recrea las controversias taurinas, el trasvase del agua, el “imposible” Corredor Mediterráneo, los intermediarios mercantilistas en la venta de naranjas o las restricciones pirotécnicas.

Pellicer detalla que el gran pirulí, con el que tratan de “recuperar un skyline que la ciudad nunca tuvo”, representa “una traba política” y de él saldrá un pasarela de veinte metros que recorrerá las diferentes trabas.

En ese recorrido, los artistas quieren colocar filas con las sillas de madera que han pedido que aporte voluntariamente la ciudadanía para completar las que han diseñado ellos, “como combustible para la falla”, de forma que se recupere el espíritu de la “estoreta velleta de aportar este trasto viejo” y convertirla en una falla participativa.

Con su alzamiento (plantà) “a tombe”, a través de cuerdas y poleas pero con la imprescindible ayuda de gente para levantar la estructura con las manos, se simboliza “el esfuerzo colectivo de los valencianos para hacer posible la fiesta”, subraya Fuset, quien defiende que una falla “si no habla ni muerde, puede ser arte pero no es una falla”.

Un impresionado Ribó ha comparado los diseños del pirulí con dibujos de Leonardo Da Vinci y ha asegurado que, el 11 de marzo y junto a otras 200 personas, participará en el levantamiento de la falla “como símbolo” de “un trabajo colectivo de muchas personas para hacer unas Fallas integradoras, Patrimonio de la Humanidad y que van ser históricas”.

Aunque como político Fuset reconoce que no hubiera elegido esta propuesta de falla, asegura que, una vez seleccionada, están “entusiasmados porque refuerza la imagen del esfuerzo colectivo” de los valencianos.

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