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Fuera de inocentadas, en Córdoba hoy bailan los “locos”

Fuera de inocentadas, en Córdoba hoy bailan los "locos"

EFE

Fuente Carreteros (Córdoba) —

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Una escuela de locos es la culpable de que las tradiciones ancestrales de los colonos centroeuropeos permanezcan en la aldea cordobesa de Fuente Carreteros, en el valle del Guadalquivir, donde el Día de los Inocentes se celebra con “La danza de los locos”.

No se trata de ninguna inocentada, sino de una tradición popular cuyos orígenes se remontan, según fuentes municipales, a los ritos de los colonos que provenientes de Alemania, Bélgica, Suiza e Italia repoblaron por orden de Carlos III esta zona cordobesa del valle del Guadalquivir.

Y es una leyenda viva, Antonia, una vecina de 94 años, quien hace tres décadas rescató del baúl familiar el traje típico: dos faldas bordadas con encaje, camisa blanca, pañuelo anudado a la izquierda y una especie de pompones con cintas de colores anudados a las castañuelas, además de bandas cruzadas y cientos de abalorios.

“La danza de los locos” es un baile de seis danzantes que representa la salvaguarda de un niño, “la loquilla”, de la guardia del rey Herodes, personaje bíblico que ordenó decapitar a los recién nacidos.

Cuando suenan los trabucos, los bailarines comienzan su baile al ritmo de castañuelas, guitarras y carrasquiña, un instrumento de percusión como una especie de xilófono hecho con cañas; todo ello bajo la atenta mirada del “capitán de espadas”, que va marcando los tiempos de cada paso.

El baile se trasmite gracias a la “escuela de los locos”, donde el danzante más veterano trasmite los saberes aprendidos de sus padres y abuelos para lograr vencer a aquel tirano bíblico y salvar a los niños a ritmo de danza que recuerda a los bailes típicos de los pueblos centroeuropeos.

Así, cada 28 de diciembre, Fuente Carreteros, una Entidad Local Autónoma (ELA) de Fuente Palmera, de 1.200 habitantes, convierte la plaza del pueblo en una algarabía de danzantes y colores a los que se suman los tradicionales pestiños hechos por las mujeres y un cocido delicioso que hace el propio alcalde, José Manuel Pedrosa, que también es el encargado de hacer sonar el pandero a los bailarines.

El broche de oro lo pone “El baile del Oso”, protagonizado por un vecino que antiguamente se ataviaba con una zalea o piel de borrego que soporta las burlas de los más pequeños simbolizando, cuentan los propios vecinos, “el triunfo del bien sobre el mal”.

El alcalde apunta que hay una conexión con los desfiles de osos que se celebran tradicionalmente en algunas ciudades de Moldavia y este personaje del que los niños se zafan porque representa al “lobo” del cuento, ese antagonista con el que todos quieren acabar.

Al margen de la historicidad de los hechos, la trasmisión oral ha logrado mantener una tradición popular de la que hace gala y honor toda la aldea con esculturas y monolitos conmemorativos.

En vez de “inocente, inocente”, los carretereños ensalzan hoy a “El cuerdo loco”, de Lope de Vega; “El licenciado vidriera” de Miguel de Cervantes, y hasta al propio hidalgo Don Quijote de la Mancha con sus danzas al grito de: “a los locos, de ayer, de hoy y de siempre”.

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