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Javier Lara concluye su autoficción, que no terapia, con “Delicuescente Eva”

En la imagen, Javier Lara, autor y actor y Carlota Gaviño, directora.

EFE

Madrid —

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Lo delicuescente es tanto lo que tiene la propiedad de absorber la humedad y diluirse en ella como lo decadente y por eso, y porque la palabra le gustó mucho, Javier Lara le ha puesto ese adjetivo a su hermana Eva y ha titulado así la última entrega de su trilogía “familiar”, que estrena La Abadía.

“Delicuescente Eva”, que estará entre el 5 de marzo y el 5 de abril en La Abadía, cierra la trilogía de Grumelot “Lo propio”, escrita por el también intérprete Javier Lara y dirigida por Carlota Gaviño, ambos miembros de la compañía.

“Es la más sensorial de las tres. Es una experiencia más que doctrina o discurso o pretensión de contar nada. Es una mirada que se despliega”, han explicado a EFE Gaviño, que debuta en la dirección con esta obra, y Lara, que también la interpreta, junto a Natalia Huarte y María Morales.

A pesar de que en la primera, “Mi pasado en B”, se centraba en el padre de Lara y en él mismo, en la segunda, “Scratch”, en su hermano menor y esta en su hermana, “no es una obra sobre la familia; ese es solo el lugar a través del que mirar el mundo”, dicen.

“Es la historia de unos hermanos perdidos en un bosque tras un accidente que en realidad no acaba de suceder. Hay algo del David Lynch de 'Mulholland Drive'”, detalla Lara.

“Es la más sensorial de las tres, la más profunda, la que me ha puesto más en contradicción. Habla de cosas muy ancestrales, muy profundas, por eso, quizá, el texto ha salido muy poético”, precisa Lara, que hizo en La Abadía “La ternura” y “Mercaderes de Babel”.

Al autor y actor le es imposible “ver el tema” de esta obra, pero sí sabe que salen a colación la educación -su hermana es profesora-, la peligrosa dependencia entre miedo y amor y las “complejas relaciones” entre mujeres y hombres.

La función “se desmembra, se rompe en un intento de acercar lo máximo la realidad a la ficción, y es todo un reto”, señala Lara, que “más que pedir 'perdón' con ella” se pide a sí mismo “explicaciones” y las comparte con el público: “No es terapia, es autoficción”, advierte.

Gaviño cree que la frase que dice en la obra Natalia Huarte, “ahí, en ese lugar donde gritan fino y pequeño las voces sin cuerpo”, resume el espíritu de la pieza, que “atiende a la voz interior, a lo profundo, a la memoria, a la familia”.

A diferencia de Lara, Gaviño sí cree que la obra es “catártica” y que en su mezcla de realidad y ficción hay “una tensión” que se percibe y que María Morales -la hermana en escena de Lara- es la perfecta “médium”.

“Hubo un momento en el que parecía que María no iba a poder hacerla por sus compromisos y vimos que nadie más era capaz de asumir el personaje. Afortunadamente todo se solucionó”, ha recordado.

La función, añade la directora, “empieza siendo muy teatral”, con el “paisaje musical” que les caracteriza, “y eso se va deshaciendo”. “Es una experiencia muy potente, cruda y emocional pero sin pretensiones de hacer terapia”.

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