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El despido de Jill Abramson agita el debate sobre igualdad salarial en EE.UU.

El despido de Jill Abramson agita el debate sobre igualdad salarial en EE.UU.

EFE

Washington —

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El abrupto despido de Jill Abramson, directora del New York Times y todo un icono del prestigioso diario, ha avivado el debate en EE.UU. sobre un asunto ya candente, el de la igualdad salarial entre hombres y mujeres, que ha eclipsado la cuestión de si esa fue la verdadera razón que motivó su destitución.

La “T” que lleva tatuada en su espalda lo dice todo. El “Times” que la vio convertirse en una brillante periodista de investigación y del que tomó las riendas hace apenas tres años lo significaba todo para Abramson, al menos hasta el pasado miércoles por la tarde, cuando el rotativo anunció su cese inmediato.

La noticia dejó “pasmada” a la redacción del periódico, como resumió en Twitter su reportera Patricia Cohen, incluso a aquellos que se quejaban de su supuesto carácter brusco y volátil o veían con mejores ojos al que hoy es su sucesor, Dean Baquet.

A falta de un motivo oficial más allá de las “diferencias de gestión” esgrimidas por el New Tork Times, la revista New Yorker no tardó en apuntar a que el roce insalvable había surgido cuando la primera mujer al frente del periódico pidió que le pagaran lo mismo que al anterior director, Bill Keller.

Eileen Murphy, una portavoz del New York Times, se apresuró a indicar que la compensación total de Abramson era “directamente comparable” a la de Keller, y otros medios informaron de que lo que frustró a la cúpula del diario fue que la directora intentara contratar a una nueva editora jefe sin consultar apenas a Baquet.

Pero ese primer informe fue suficiente para indignar a activistas de todo el país, que desde hace meses debate la posibilidad de aprobar una nueva legislación apoyada por el Gobierno de Barack Obama para equiparar los salarios de las mujeres y los hombres.

“Miren lo que ha pasado -o eso parece- en el New York Times. La mujer que dirigía ese periódico fue despedida ayer (...) porque se quejó de que estaba cobrando menos que los hombres por el mismo trabajo”, dijo el jueves el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, ante el pleno del hemiciclo.

“Este es un perfecto ejemplo, si es cierto, de por qué deberíamos aprobar una ley de igualdad salarial”, añadió Reid, a cuyo argumento se han sumado otros demócratas como la congresista Rosa DeLauro.

Las mujeres estadounidenses cobran un promedio de 77 centavos por cada dólar que gana un hombre que desempeñe su mismo tipo de trabajo, aunque esa cifra suele ser inferior si se trata de una mujer negra o hispana, según datos del Gobierno.

A medida que crecía la especulación sobre las razones del cese de Abramson, aumentaba en paralelo la indignación en las redes sociales por su posible relación con cuestiones de género, un tema especialmente sensible en un diario que en los años 70 fue demandado por sus empleadas debido a supuestas prácticas discriminatorias.

Según el New Yorker, el salario de Abramson cuando empezó como directora del New York Times en 2011 era de 475.000 dólares, es decir, 84.000 menos que el de su predecesor; si bien con el tiempo logró aumentarlo hasta los 525.000 dólares.

Su caso recuerda al de otras mujeres directivas, como Mary Barra, cuya llegada a la presidencia de General Motors este año estuvo acompañada de rumores de que cobraría la mitad que su predecesor, algo que el gigante del motor desmintió poco después.

El viernes, el New York Times siguió combatiendo los rumores mediante un correo electrónico interno del consejero delegado del diario, Mark Thompson, que insistió en que la insatisfacción de Abramson con su sueldo no fue un factor en su cese.

“Pese a todo lo que puedan haber leído o escuchado, la compensación de Jill era, en realidad, mayor que la de (su predecesor) Bill Keller”, escribió Thompson, según la revista Politico.

Según quienes conocen bien la redacción, el motivo de más peso fue la tensa relación que la periodista de 60 años mantuvo casi desde el principio con el editor del rotativo, Arthur Sulzberger.

“Él la veía como difícil, arrogante, y carente de delicadeza en su gestión del personal del periódico. Ella, por su parte, estaba cada vez más resentida con las intrusiones de él sobre su dirección de las operaciones editoriales”, resumió Ken Auletta, un periodista del New Yorker que ha seguido muy de cerca la carrera de Abramson.

Pero también esa imagen de “arrogante” o mandona que muchos reprochan a Abramson tiene connotaciones machistas según quien la mire, especialmente en un país en el que ha calado fuerte la campaña lanzada hace dos meses por la ejecutiva de Facebook Sheryl Sandberg para no imponer esa etiqueta a las mujeres poderosas y decididas.

Consciente de ello, la hija de Abramson, Cornelia Griggs, publicó el jueves en Instagram una imagen que ha dado la vuelta a esa red social y a Twitter: la de su madre frente a un saco de boxeo, con los guantes puestos y acompañada de una sola descripción: la palabra “arrolladora”.

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