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Juarma, de camarero, peón y albañil a escritor de pluma trepidante

Juarma, de camarero, peón y albañil a escritor de pluma trepidante
Madrid —

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Madrid, 21 feb (EFE).- Un mes antes de escribir “Al final siempre ganan los monstruos” Juan Manuel López, Juarma, estaba en “Francia en lo alto de un cerezo”, uno de esos trabajos que prefiere “olvidar” este currante granadino que ha retratado en este libro de manera trepidante a su generación, ésa que “no tuvo esperanza”.

A Juarma la palabra escritor le viene “grande”, dice a Efe este albañil, jornalero y camarero que está como niño con zapatos nuevos por la publicación de su primera novela (Blackie Books), un libro marcado por el ritmo de un corazón acelerado por el consumo de drogas, el rugido ahogado de las Yamaha Jog o el chunda chunda de la música tecno.

Porque sí, porque éstas son algunas de las sensaciones, sonidos y objetos que pueblan el panorama en el que se mueven el Lolo, el Juanillo, el Jony, el Liendres, la Vane o el Cucaracha. Los protagonistas de esta historia que aborda la vida de ésos jóvenes a los que la droga convierte en “mentirosos” que “arrastran” a todas las personas de su entorno.

“Ellos intentan manipular para dar lástima, en el fondo la historia no es solo sobre la droga, es también sobre las consecuencias de esos que no tienen esperanzas, futuro, sobre esos que no quieren hacer lo que hace todo el mundo, como casarte y quedarte en el pueblo”, relata desde Puerto de Sagundo, la localidad valenciana donde vive ahora “por amor” este escritor nacido y criado en la pequeña localidad granadina de Deifontes (1981).

Un pueblo que lleva en su ADN y en su manera de escribir, y que le ha servido como una suerte de brújula para hilar y dar vida a éstos jóvenes que bien podrían ser sus amigos (cosa que ni afirma ni desmiente) o los del cualquier lector, independientemente de haber nacido o no en Granada.

Aunque serán los granadinos los que sonrían más al ver reconocida su manera de hablar y viajar mentalmente por donde transitan estos chavales que se refugiaron en la droga, tanto en consumirla como el cultivarla o venderla, para evadirse de la pobreza, del hastío, es decir, de esa realidad de la que querían huir.

“La idea era que cuando la gente lo leyera se le hiciera familiar, en el libro en ningún momento digo que la historia sucede en Granada, quería que pudiera suceder en un pueblo cualquiera, pero me valía más de lo que conozco, ese escenario me era muy cómodo y divertido, ¡no lo iba ambientar en Nueva York! -exclama- estoy muy orgulloso de mi pueblo”.

Un entorno que conoce muy bien y en el que ha sido testigo y protagonista de una situación: “¿qué alternativas tiene esta gente si no hay trabajo y nadie te echa cuentas? Es un problema grande porque la droga da un dinero rápido”.

Según explica Juarma, también dibujante, este libro “tiene unos anillos” porque lo comenzó a pergeñar en 2017 cuando empezó a colgar extractos en una red social y vio cómo contaba con la aceptación de mucha gente. Luego creó un club de lectura privado y la historia “fue tomando cuerpo” hasta entrelazar a los personajes y cerrarla en solo dos meses.

“Yo nunca había escrito, en ese grupo estaba mi madre, mis amigos, era un grupo variopinto y estuvo bien para ambientar la historia, para ver sus reacciones, fue divertido”, reconoce.

Y este fue el inicio de este libro que, antes de que llegara en 2018 a la editorial Blackie Books (han tardado más de dos años en publicarlo), fue publicado por una pequeña editorial granadina que sacó en 2017 300 ejemplares que “volaron” en un mes.

Eso sí, se trataba de una versión sin pasar por las manos de un corrector profesional, una labor que hizo el propio autor mientras trabajaba “vareando olivos”.

En la actualidad Juarma está disfrutando de este momento, firmando ejemplares con mimo y deseando que esta aventura editorial le cambie la vida.

“He estado viviendo siempre de trabajos muy precarios que no tenía que haber cogido, pero por la urgencia del dinero he trabajado mucho en el campo, en Francia en la cereza, en la construcción, en la hostelería, pero cada vez que intento buscar un trabajo las condiciones son peores, y he intentado cortar con esos trabajos. Soy un tío normal con sus circunstancias y he encontrado en esto lo que ojalá sea una salida”, desea.

Y lo hace con una fuerza que refleja en su tono de voz porque este licenciado en Filología Hispánica (a base de becas) es el ejemplo de una generación que, relata, “antes de saber la última nota de la carrera” se puso a trabajar “en la obra” porque, concluye, tenía que “vivir”.

Pilar Martin

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