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“Ni jueza, ni sumisa”, la historia real de una jueza imposible

"Ni jueza, ni sumisa", la historia real de una jueza imposible

EFE

San Sebastián —

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Contemplar a la jueza Anne Gruwez en plena faena en su despacho de Bruselas en la película “Ni jueza ni sumisa” lleva aparejada una pregunta, si es posible que se trate de una historia real o es una ficción hilarante con apariencia de documental.

Sus directores, Jean Libon e Yves Hinant, que han presentado hoy el filme en el 65 Festival de San Sebastián, a concurso en la Sección Oficial, han asegurado que cada plano que muestra el filme es único y está recogido de la pura realidad.

En este caso, de la de esta juez de Instrucción, que se desplaza por la capital belga a bordo de un viejo “dos caballos” azul mientras suena la “Marcha Radetzky” y que trata a los detenidos, a quienes llama “clientes”, con la naturalidad de una conversación de sobremesa que tire a surrealista.

“Normalmente soy así”, ha asegurado la propia jueza en una rueda de prensa con los realizadores, en la que ha afirmado que en este filme “no hay truco” ni “escenario” y que cuando grababan ella “ignoraba” la cámara -solo colocaron una-.

Parece que también olvidan la cámara los “clientes”, desde un hombre acusado a golpear a su mujer a una infanticida que afirma que una voz le ordenó matar a su hijo. O una prostituta, que responde a todas las preguntas curiosas de la magistrada sobre las prácticas sadomasoquistas y que acaba diciéndole: “usted, en vez de jueza, tenía que haber sido 'dominatrix'”.

Los directores han explicado que todos ellos dieron su permiso para grabar lo que acabaron siendo un centenar de horas de filmación, de las que extrajeron ocho historias para el montaje, entre ellas la investigación de un caso reabierto del asesinato de dos prostitutas en la década de los 90, que es el que recorre toda la película.

Libon, reportero gráfico y documentalista, es uno de los creadores de la serie satírica documental “Strip-Tease”, que se emitió en Francia y Bélgica hasta hace pocos años en horario de máxima audiencia, y a la que también se unió Hinant, que es periodista.

Con ese espacio dejaron de viajar por el mundo y comenzaron a mostrar los problemas de “casa”, algo que ahora intentan hacer con el cine, convencidos de que la realidad siempre supera la ficción y la expresa mejor.

Han defendido su trabajo como una vía para que se sepa lo que ocurre en un juzgado porque entienden que es una realidad social que no se conoce y llama la atención. Y por ello muestran su trabajo “en bruto”, sin música, comentarios o voces en off.

Pero si algo sorprende en esta cinta es la mujer nada convencional que imparte justicia y no quienes se someten a ella.

Para los directores, Gruwez es una persona que sabe escuchar, que hace “un esfuerzo de humanidad” con delincuentes y detenidos cuando aborda sus casos.

“Aprendo a abrir los ojos. No todo el mundo parece estar al corriente de lo que ocurre”, ha dicho la magistrada, que ha agradecido que le digan que parece un personaje de ficción.

“Pues gracias, si soy ficción sobreviviré a mi propia muerte”, ha apostillado.

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