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La obra y la lucha del artista Keith Haring desbordan el Bozar de Bruselas

Una mujer observa una obra del artista estadounidense Keith Haring .

EFE

Bruselas —

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El museo Bozar de Bruselas repasa en una exposición retrospectiva la agitada vida y obra del artista estadounidense Keith Haring, cuyo legado visual refleja el espíritu de la década de los 80 y su lucha personal contra el SIDA, la guerra nuclear, el racismo y la homofobia.

La directora de la muestra, Sophie Lauwers, señala que Haring “fue un puñetazo, un huracán que nos hizo entender muchas cosas de un modo muy simple, sin llegar nunca a ser simplista”.

Sus personajes de dibujos animados, colores vivos y perros ladrando se hicieron mundialmente famosos y se utilizaron tanto en el activismo y la lucha política, como en la publicidad y la cultura pop.

“En cierto momento es muy criticado por ser demasiado comercial, pero en la exhibición te das cuenta de que él nunca hizo nada por dinero, sino por extender su mensaje a cuanta más gente mejor”, asegura Lauwers.

Para la directora de la muestra, “más que un artista, Haring es un comunicador” que envía un mensaje de “justicia social” y lucha por solucionar los problemas a los que se enfrentaba su entorno en aquella época.

La defensa de una sexualidad liberada y, especialmente, de la homosexualidad, es un tema recurrente en las obras acogidas por el Bozar.

En la muestra del Bozar el espectador se encuentra constantemente con dibujos íntimamente eróticos, que expresan la energía juguetona y provocativa que Haring se encontró en Nueva York alrededor de 1980; tras su infancia en el conservador pueblo de Kutztown (Pensilvania), el artista descubre un ambiente en el que por primera vez puede vivir abiertamente como un hombre gay.

Esto lo llevará a involucrase activamente en la lucha contra las enfermedades de trasmisión sexual como el SIDA, que en 1987 ya se había cobrado 40.000 víctimas en los Estados Unidos ante la inacción del Gobierno y que provocará la muerte al mismo Haring en 1990.

Pese a su éxito, que pronto le llevó a trabajar con figuras como Madonna o Jean-Michel Basquiat, Haring nunca desfalleció en su intento porque el arte fuese accesible para todo el mundo.

Sus obras en el metro de Nueva York y en murales callejeros de todo el mundo son algunas de las más reconocidas, valiéndole invitaciones como la recibida en 1986 para pintar en el lado occidental del Muro de Berlín.

“Era una persona muy cultivada, sabía mucho de arte africano y asiático, y también estaba influenciado por los egipcios”, explica Lauwers, para quien Haring fue, especialmente, “alguien que amaba la vida” y que consideraba que el artista “debía llevar el peso de la sociedad sobre sus hombros”.

Apoyado por su padre e influenciado por Walt Disney y los dibujos del ilustrador infantil Dr. Seuss, Haring desarrolla su amor por el dibujo desde niño.

Su educación formal empieza en 1976 en la escuela de artes gráficas de Pittsburg, aunque la abandonará tras dos semestres al darse cuenta de que él desea expresarse más libremente de lo que el arte comercial le permitía.

En sus inicios, Haring recorta los titulares de los periódicos y los convierte en “collages” políticos con mensajes como “Reagan asesinado por un héroe policía”, una forma barata y efectiva de llegar a un público amplio.

Más adelante diseña carteles para diferentes causas, que imprimía con dinero de su propio bolsillo y distribuía en las manifestaciones en las que él mismo participaba, y empieza a experimentar con el arte audiovisual y los grandes formatos, que pinta desde en muros hasta en lonas de plástico.

Haring no solo comentó la sociedad desde la seguridad de su estudio de artista, sino que marchó junto a ella por las calles; un activismo que, como bien subraya Lauwers, “no solucionó los problemas contra los que luchaba, pero sí ayudó mucho a visibilizarlos”.

Paula Boira Nacher

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