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Cómo crear aprendices de nazis en un colegio

La obra propone observar un reflejo en miniatura del ascenso del nazismo

Pablo G. Bejerano

Madrid —

Cuando en unos pocos días una clase pasa de tener alumnos adolescentes que se quejan y se chinchan a contar con un grupo de muchachos aleccionados, que gritan consignas al unísono y guardan una especie de rigidez militar en sus movimientos, algo inquietante está pasando. El profesor, hasta ese momento cercano y receptivo con los estudiantes, se convierte en un líder, no ya incuestionable sino dotado de un magnetismo que tiene tintes mesiánicos.

La situación pertenece a un instituto de California de los años 60, y también a la obra de teatro que en estos días se puede ver en el Valle-Inclán de Lavapiés, uno de los dos espacios del Centro Dramático Nacional en Madrid. La ola está basada en el experimento que llevó a cabo el profesor de historia Ron Jones con sus alumnos. Estos no entendían cómo la mayoría de la población civil alemana se había quedado de brazos cruzados mientras tenían lugar los campos de concentración y de exterminio durante el nazismo.

Al contrario que la película alemana del mismo nombre –también basada en el experimento de Ron Jones– dirigida por Dennis Gansel, la obra de teatro se ajusta fielmente a los hechos que ocurrieron en el instituto Cubberley High School, de Palo Alto, en California. En 1967, con Estados Unidos envuelto en las protestas contra la guerra de Vietnam y en el movimiento hippie, a un grupo de estudiantes adolescentes les resultaba irreal lo ocurrido durante el nazismo. El profesor Jones, de 25 años, daba clase por primera vez aquel curso pero había conectado con los alumnos. No enseñaba con teoría, acostumbrada a hacerlo con juegos y otras actividades dinámicas.

De ahí que los alumnos entraran de lleno en el ejercicio que se les proponía, sin ser conscientes de a qué se estaban prestando. “Desde el microcosmos de una clase, [La ola] nos permite entender ese comportamiento humano que crea esos pequeños monstruos. Cuando esos pequeños monstruos, en vez de ser siete o treinta alumnos se multiplican por millones de personas es cuando se crea un monstruo, como es el nazismo o el fascismo”, apunta Marc Montserrat Drukker, director de La ola.

El experimento fue un reflejo en miniatura del ascenso del nazismo y la obra es una lección desde el teatro, acerca de los mecanismos psicológicos individuales que acciona el fanatismo colectivo. Montserrat Drukker destaca como una de las claves el hasta dónde eres capaz de hacer algo pensando que es bueno para los demás. “Esa capacidad de autojustificación realmente es la enfermedad”. El director recuerda que en los Juicios de Núremberg todos los jerarcas nazis se justificaban diciendo que cumplían órdenes.

Alba Ribas, una de las actrices del reparto, reconoce que su idea sobre los acontecimientos cambió a medida que se involucraba en el texto. “Cuando me llegó la obra pensé que esto les había pasado a estos chicos en el año 67, porque no tenían Internet, porque eran inocentes. Ahora tengo una opinión muy distinta. Pensaba que era imposible que uno cayera en algo así hoy, con toda la información que hay. Pero después creo que sí, uno cae en cualquier cosa”.

Para comprender mejor las circunstancias del experimento los actores llevaron a cabo un proceso previo de documentación, una inmersión en las circunstancias político-sociales de los años 60 en Estados Unidos, así como un repaso detallado al nazismo y al Holocausto. “Estuvimos casi tres semanas leyendo libros y viendo documentales. Vimos un documental sobre los campos de concentración inédito, grabado desde dentro, donde se veía todo, desde las cámaras de gas con gente dentro a los comedores”, explica Ribas.

Una llamada de atención

La lección que se saca de la obra tiene que ver con el empoderamiento, la manipulación o la pérdida de control. Todo esto en un ambiente teóricamente controlado. No solo desde los años 60 en Estados Unidos, desde la actualidad parece una aberración que un movimiento como el nazismo pudiera alcanzar las cotas de poder que alcanzó. Sin embargo, lo que deja claro La ola es que estos movimientos pueden repetirse.

No hace falta irse muy lejos. “Se están creando nuevo partidos nazis”, apunta Montserrat Drukker. “El caldo de cultivo que hay en Europa es ideal para empezar a rechazar lo que viene de fuera. Cuando la sociedad está mal siempre tiene que buscar un culpable interno y un culpable externo. En el momento que tienes un culpable interno y externo es el momento perfecto para que se cree un movimiento extremista, sea cual sea”.

“La xenofobia, en lugar de decantarla hacia los judíos, en este caso es más hacia el islamismo, hacia los árabes, pero acaba siendo lo mismo”, señala el director de La ola en referencia implícita al ascenso de partidos como Amanecer Dorado en Grecia. Aunque todo esto son conclusiones que el espectador tiene que sacar –o no– después de ver la obra, que según Montserrat Drukker está planteada como un ejercicio de reflexión. Tal vez lo que pretendió Ron Jones que hicieran sus alumnos es lo que trata de conseguir la obra con sus espectadores. Solo que los medios no son los mismos, claro.

Imagen: CDN

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