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Siete reinas del terror literario para lectores sedientos de sangre

La novia de Frankenstein

Marta Peirano

Algunas ya aparecían en nuestra selección de Chicas malas, porque además de malas maravillosas son imprescindibles para cualquier amante del terror, la ficción extraña y la literatura gótica. Muchas fueron feministas sin saberlo, otras cambiaron nuestra manera de leer a los clásicos, de entender los cuerpos en la literatura, el arte y el cine. A las autoras de esta lista les une la atracción por lo trágico, lo perverso o lo mórbido, pero siempre desde un punto de vista femenino y a menudo como metáfora de la represión y la violencia que acompaña a su condición de mujer.

Como siempre, son todas las que están pero no están todas las que son. Ayuden a ampliar esta pequeña lista añadiendo sus relatos favoritos en los comentarios.

La reina roja: Shirley Jackson

Jonathan Lethem dice que es “una de las escritoras más luminosas y extrañas del siglo” y Rubén Lardín la ha bautizado La Mujer Multitud. Favorita de Kurt Vonnegut, Norman Mailer, Joyce Carol Oates, Roald Dahl y Stephen King, que le dedicó su novela Ojos de fuego. Este año, con el centenario de su nacimiento, llegaron por fin las esperadas traducciones: Cuentos escogidos y Siempre hemos vivido en el castillo, en editorial Minúscula. Como dice su editor, los protagonistas masculinos se pueden contar con los dedos de una sola mano.

Jackson es la reina de la ambientación. Su genio es lovecraftiano y consiste en generar una atmósfera de pura hiel describiendo las texturas de lo doméstico, las flores de un papel pintado o el follaje de un jardín trasero. La proximidad de la catástrofe en el aire húmedo de la mañana. La maldad como estructura de lo comunitario, como rutina vírica y ponzoñosa.

LEE La lotería. Sigue siendo, 60 años después, “la historia más polémica jamás publicada en el New Yorker”. El mundo es un lugar diferente después de leer el final.

La profana: Angela Carter

“¿Sabes esos cuentos de hadas que encuentras al final de la estantería en el jardín de infancia?”, decía Angela Carter. “Cada uno de ellos es una bomba. Presta atención: si lo coges bien, estallará”. Su relectura sadiana del legado de los hermanos Grimm es el antídoto más efectivo contra la banalización de la factoría Disney.

La cámara sangrienta cambió el mundo de las hadas para siempre, desenterrando la cárcel violenta de sus moralinas y el negro corazón que late al fondo. La bomba es un mundo salvaje de voracidad sexual, encuentros aberrantes y heroínas que vencen su destino asesinando a lo más cercano -y castrador- del árbol genealógico. Todo envuelto en una prosa mágica y exuberante.

LEE: En compañía de lobos. Su versión sado de Caperucita tuvo mucha descendencia, con mención especial a la inquietante película que dirigió Neil Jordan en 1984, con guión adaptado por la propia Carter y uno de los carteles más inolvidables del género.

La grotesca: Flannery O’Connor

Reina indiscutible del gótico sureño, O'Connor dejó dos novelas y 32 relatos perfectos por los que pululan criaturas dignas de Diane Arbus, predicadores ateos, iluminados histéricos, vendedores oportunistas y adolescentes miserables que se cruzan como barcos que se estrellan en la noche, generando catástrofes e incendios a su paso. Harold Bloom la incluyó en su firmamento como un genio de lo grotesco que quiere obligarnos a encontrar la gracia divina por la vía de lo brutal. Su prosa certera es un líquido que quema iluminando.

LEE: Un hombre bueno es difícil de encontrar. El destino de una antigua beldad sureña que viaja junto con su familia en un coche atestado de niños, gato, maletas y su insoportable cháchara que se cruza de manera trágica con el de un hombre brutal. También lo puedes escuchar, leído por la mismísima O'Connor.

La visionaria: María Negroni

Contra el racionalismo, “el gótico viene a señalar algo que no se puede ordenar: el deseo. Entra el deseo y se da una especie de paradigma, entra la noche, lo inexplicable, los sueños, la muerte, el cuerpo, el principio básicamente de lo femenino, todo lo que no se puede catalogar”. La poeta argentina, traductora excepcional de maestros de la fuga como Georges Bataille, Emily Dickinson, Sylvia Plath y Anne Sexton, deambula por los esquinados espacios del expresionismo gótico como una suave luz dorada, portadora de magia y asombro.

Le interesa todo, desde el castillo imaginario de Horace Walpole, el primer autor de novelas góticas, hasta “todos los motivos y obsesiones que harán del fantástico latinoamericano una nueva forma de resistencia a las cárceles de la razón y las claustrofobias del sentido común”. Su mirada es lúcida y su argumentación es erudita, pero su escritura tiene la cadencia hipnótica de un Coleridge moderno y se mueve sin pausa del romanticismo al postmodernismo pasando por obras tan icónicas como El año pasado en Marienbad.

LEE: La noche tiene mil ojos, su Trilogía Negra editada por Caja Negra, que recoge sus tres grandes ensayos sobre la literatura y el cine gótico: Museo negro (1999), Galería fantástica (2009) y el hasta entonces inédito Film noir.

La maga: Pilar Pedraza

La gran dama del gótico español es una figura de culto desde que publicara su primera novela Las joyas de la serpiente, pero acaba de recibir el primer premio Sheridan Le Fanu “en reconocimiento a una trayectoria literaria que mantiene vivo el espíritu de la literatura gótica en nuestros días”.

Su inspirada trilogía sobre la cosificación del cuerpo femenino es una bandera del feminismo ilustrado. Empieza con La bella, enigma y pesadilla, un gran ensayo sobre “lo femenino siniestro” en el arte, la literatura y el cine. Sigue con Espectra, sobre la turbia imagen de la mujer muerta y acaba en Máquinas de amar, sobre el catálogo de mujeres artificiales: muñecas, autómatas y peligrosas replicantes. Un trabajo que acompaña y complementa sin rubor a los clásicos Las hijas de Lilith de Erika Bornay y los Ídolos de perversidad de Bram Dijkstra.

LEE: Brujas, sapos y aquelarres, su último ensayo publicado por Valdemar, un recorrido histórico por los espacios más relevantes de la brujería a través de los tiempos y sus habitantes, a menudo mujeres en fuga por la violenta imposición de un bruto.

La artista: Emily Carroll

Leyenda del cómic gótico, justa y recientemente homenajeada por la lumbrera de Daniel Ausente en nuestra revista hermana Canino:

Emily Carroll acude a elementos del terror clásicos y conocidos en esa labor de ir carcomiendo nuestro subconsciente. Sus relatos se disfrazan de cuentos infantiles (...) para que buscando inocencia nos demos de bruces con lo contrario; el primer cuento, La casa del vecino, es buena prueba de ello. También acude al gótico sobrenatural, que no solo es cuestión estética, y pese al abuso que ha sufrido en los últimos tiempos sabe sacar provecho de ello, pues dota de una envolvente atmósfera que da más que quita y permite que lo inesperado sea abrupto y subterráneo.

LEE: Cruzando el bosque, recién publicado por Sapristi.

La mosquita muerta: Amparo Dávila

Como en el caso de Jackson, los personajes de esta misteriosa poeta mexicana suelen ser mujeres que viven empotradas en una plácida infelicidad hasta que algo se cruza en su camino inerte y lo puebla de sombras. La solución a la invasión es siempre trágica, y la prosa se recrea en una ambientación asfixiante y detallada.

Aunque no ha sido editada en España, el Fondo de Cultura Económica mexicano reunió sus tres libros -Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1964) y Árboles petrificados (1977)- en la antología Cuentos reunidos junto con un inédito, Con los ojos abiertos, y treinta y siete relatos.

LEE: El huesped, una reflexión sobre la violencia doméstica en la que una apacible ama de casa recibe la visita de algo o alguien que, poco a poco, envenena su existencia.

Bola extra:

La condesa sangrienta de Alejandra Pizarnik; Dos casas de Kelly Link; Siete cuentos góticos de Isak Dinesen, cualquier novela de Gillian Flynn y, por supuesto, Frankenstein, la criatura de Mary Shelley, hija de Mary Wollstonecraft, tatarabuela del feminismo europeo.

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