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The KLF, la banda que quemó un millón de libras, toma las librerías

The KLF

Rubén Lardín

La humanidad ha alcanzado la paz absoluta. La capa de ozono ha sido reparada. Las religiones represoras han sido abolidas y no hay hambrunas, ni guerras ni desigualdades. La gente vota por Internet para decidir qué es verdad y qué es mentira y todo el mundo tiene un iPhone 23. Se trata de un ingenio inmejorable, así que no existirá el 24. El planeta es una balsa de aceite.

Todo empezó en 2013, cuando Grecia tocó fondo y se puso a la venta. La poderosa librería online AmaZaba, que vende de todo menos libros, compró el país a la Unión Europea por cuatro perras, lo que animó a otros estados y naciones a ofertarse al mejor postor. Ahora el mundo está gobernado por las Cinco Grandes, un conglomerado multinacional que completan GoogleByte, la manzanita vigilante de Apple Tree, la red social FaceLife, donde tu vida entera puede ser Vista, Compartida y Gustada, y WikiTube, que hace unos años contrató a Estado Islámico para dirigir sus mejores canales de vídeos.

Entretanto, Yoko Ono trabaja para Starbucks, que estampa en sus tazas el lema “La guerra ha terminado”. En realidad todo el mundo parece trabajar para Starbucks. Se sientan allí y actualizan sus perfiles. Todo marcha. Nada ocurre. Nos quedan dos telediarios.

Your attention please!

Your attention please!2023 se presenta como un manuscrito encontrado en la isla de Jura y escrito por alguien llamado George Orwell, que en realidad sería un seudónimo de la escritora Roberta Antonia Wilson. Pero ni caso. En realidad, 2023, el libro que ahora publica Malpaso en traducción de Javier Calvo, está escrito por The Justified Ancients of Mu Mu, también conocidos, según la época, como The JAMs, The Timelords o K Foundation, seudónimos colectivos que amparan a Bill Drummond y Jimmy Cauty, dos pioneros del pop británico más conocidos como The KLF, acrónimo de Kings of the Low Frequency o puede que de Kopyright Liberation Front.

Bill Drummond y Jimmy Cauty son bien conocidos para el aficionado al pop y la música electrónica. Su carrera sónica la han basado en la agitación, el sampleo, la intervención y los códigos del fraude. Sobre esas bases éticas y estéticas hicieron y deshicieron hasta alzarse con varios éxitos mundiales a finales de los 80. Vendieron singles a cascoporro, fueron pioneros del chill out, amplificaron el house para adecuarlo a las masas, triunfaron remezclando a Gary Glitter con el Doctor Who y compartieron el secreto de su éxito en The Manual, un ensayo práctico para confeccionar hits que ponía en valor ingredientes intangibles y funcionaba como crítica a las inercias de la industria musical, en la que nunca quisieron acomodarse.

En 1992, la cima de su éxito, retiraron toda su obra de la circulación y declararon que no volverían a grabar hasta que se conquistase la paz mundial. Dos años después, el 23 de agosto de 1994, volaban a la isla escocesa de Jura y allí quemaron un millón de libras esterlinas, producto de sus éxitos, en billetes de 50. Con las cenizas resultantes hicieron un ladrillo. Un ladrillo que se podría arrojar o con el que se podría levantar un muro, construir algo. La operación está documentada en la película Watch the K Foundation burn a million quid (1995).

Bienvenidos al medievo

Veintitrés años después, aquella provocación todavía es criticada por los defensores del statu quo, inmovilistas que defienden un estado basado en la caridad y olvidan que, en esencia, un millón de libras no es más que un montón de papel sucio. Otra cosa mucho más seria sería prenderle fuego a un libro. Drummond y Cauty jamás harían algo así.

El pasado 23 de agosto, veintitrés años después de la performance, Drummond y Cauty ponían fin a la moratoria y reaparecían en las calles de Liverpool como protagonistas de tres jornadas intensivas de charlas, conciertos y actividades experimentales en torno a la mitología de la banda. La excusa era su primera novela, que en realidad son tres: 2023: la trilogía.

Aunque 2023 es un fárrago coral, la heroína de la novela es Winnie, una muchacha que tiene entre manos la ecuación definitiva para abolir la muerte de nuestras vidas. Se trata de un software que conectará el cerebro de todo ser humano con el del resto de la humanidad, teniendo así cada uno acceso a los recuerdos y la imaginación de todo el mundo, sin interrupción. La muerte, salvo corrupción física, quedará obsoleta como concepto.

Pero el 23 de abril de 2023, a las 23 horas, cuando estaba previsto que subiera su invento al servidor de GoogleByte y el mundo pudiera empezar a compartirlo, Winnie, que en su época de estudiante llegó a mantener un romance con Julian Assange, decide no pulsar la tecla. Declina la gloria, elige quedarse a solas con sus pensamientos y se dispone a escribir un diario auténtico, uno que nadie vea ni comparta, que no guste a nadie, un lugar donde ser ella.

Entretanto, la segunda Yoko Ono (porque en el año 2023 habrá dos Yoko Onos, cuidado), ha escrito y editado 23 ejemplares de un extraño libro de instrucciones existenciales que hará llegar a otros tantos individuos de todo el mundo. Personajes importantes que en sus páginas deberían encontrar motivos a los que reaccionar de inmediato.

Humor inglés

2023 es una comedia de ciencia ficción liviana y una novela muy elocuente en su ascendencia. Su naturaleza alude a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, al 1984 de Orwell (que, no lo olvidemos, se concibió como parodia) y, por descontado, a la trilogía de Robert Anton Wilson y Robert Shea, The Illuminatus!, en cuyas páginas el número 23 adquiría la importancia simbólica que tendrá en la trayectoria de The KLF.

Oscilante entre la distopía clásica, donde el tirano somos todos, y cierta nostalgia del futuro, este nuevo artefacto de Drummond y Cauty pone en juego los intereses ya conocidos de la pareja, desde el discordianismo hasta el pensamiento mágico como herramientas para el conocimiento y la experiencia, pasando por el simbolismo, el dadaísmo, el situacionismo, la patafísica y la audacia deportiva de todas las corrientes utópicas que en el mundo son y han sido. La cuestión, en último término, será permanecer despierto y reírse un poco de todo.

Y de todos. Porque en 2023 comparecen bandas, artistas y personalidades (encubiertas o no), como Tangerine NiteMare, Magenta Floyd, M'Lady GaGa, Banksy, Alan Moore, E. H. Gombrich, el subcomandante Marcos, Michelle Obama posando desnuda para Damien Hirst, Ronald McDonald borracho o Peppa Pig esnifando rayas de cafeína colombiana. Tampoco falta Angela Merkel reconvertida en hincha de fútbol o un Vladimir Putin que ahora se dedica a podar rosales en su dacha mientras se entrega a ensoñaciones imperiales.

El libro, un fresco contemporáneo obstinado en la incontinencia y la confusión, alude también al recorrido personal de los miembros de The KLF, cuya historia real puede leerse en Caos y magia, el estupendo libro de John Higgs donde se desgranan las peripecias reales y psíquicas de la banda. En este 2023, la pareja pasa a formar parte de la dimensión ficticia a partir de datos probados, como la experiencia de Drummond como auxiliar de enfermería o el talento a los lápices de Cauty, quien en los 70 dibujó el famoso póster de El señor de los anillos.

También se menciona la instauración de un premio al peor artista del año que el dúo propuso en su día o la última actuación de The KLF junto a la banda de grindcore Extreme Noise Terror en la gala de los BRIT Awards de 1992, donde terminaron ametrallando al público. Con munición de fogueo, pero al fin y al cabo ametrallándolo.

En sus páginas finales, la novela hace examen de conciencia y se resume a sí misma como un puñado de “sueños que tienen un par de ancianos con el cerebro chamuscado por el ácido”. Y algo de eso hay en esta apología excesiva de la causalidad y el despiste, una fábula vestida de farsa que persevera, como siempre han hecho sus autores, en desorientar a la realidad con la esperanza de que en algún cruce de acontecimientos, siquiera por azar, la humanidad tome el camino correcto.

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