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Entrevista

Don Winslow: “Trump no es un trabajador hecho a sí mismo, es una estrella de reality que lo recibió todo de su papi millonario”

El escritor Don Winslow en una imagen de archivo.

Matías de Diego

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Don Winslow (Nueva York, 1953) empezó a escribir sobre la guerra de EEUU contra el narcotráfico cuando 'El Chapo' Guzmán era aún un don nadie. “A second banana boy”, un segundón, dentro del conglomerado de cárteles que operaban en México y se repartían el mapa del país a finales de los años 90. Veintitrés años después, 'El Chapo' es historia y Winslow, después de haber dedicado tres novelas a relatar el mundo del narco —“unos libros muy largos y muy gordos” en sus propias palabras— , dice haber pasado página. “No sabes cuánto me alego de haber dejado atrás todo ese mundo”.

Con Rotos (HarperCollins, 2020), el primer libro que publica tras cerrar su trilogía de la droga, el novelista busca alejarse un poco de lo que supusieron y significaron El poder del perro, El cártel y La frontera. Y lo hace escribiendo seis novelas cortas —o seis relatos largos— que nunca pudo abordar del todo por sus problemas con la trilogía que, dice, nunca quiso escribir. “Después de La frontera, pensé que era el momento de recuperarlas y ver si me podían llevar a algún sitio nuevo”, explica en esta entrevista telemática con elDiario.es.

Investigadores privados, ladrones de guante blanco, fronteras, policías corruptos: historias de venganza y de justicia. Seis relatos que son puro Winslow y en los que no faltan algunas de sus obsesiones como escritor: la política migratoria, la legalización de las drogas o la América de Donald Trump. Una América que trata de cambiar a su modo, con su literatura y con una productora audiovisual, Don Winslow Films, en las que arremete contra el presidente y pide abiertamente a los votantes republicanos que, en las elecciones presidenciales de noviembre, dejen de lado a Trump y apuesten por Joe Biden.

¿Cuándo empezó a escribir los relatos de Rotos?

Llevaba dándole vueltas a algunos de ellos desde hace unos cuantos años. Pero, ya sabes, estaba ocupado escribiendo unos libros muy largos y muy gordos sobre drogas y no tenía muy claro que las historias que tenía en la cabeza tuvieran el mismo calado épico. Son historias con pocos personajes, que transcurren siempre en un mismo lugar y cuya acción se desarrolla a lo largo de unos pocos días o semanas. Sabía que no iban a ser simples relatos o historias cortas, pero en ese momento no les dediqué mucho tiempo. Cuando acabé con el ciclo de lo que han llamado El cartel, después de publicar La frontera, pensé que era el momento de recuperarlas y ver si me podían llevar a algún sitio nuevo. Indagar un poco para descubrir si había algo bueno ahí o si solo eran un cúmulo de malas ideas.

En Rotos presenta un puñado de nuevos personajes, pero también recupera a algunos de los que marcaron su carrera como escritor, como Neal Carey, Ben, Chon y O.

Sabes, creo que nunca he participado en un acto público en el que no me hayan preguntado qué le pasó a Neal después de While Drowning in the Desert [quinta entrega de las aventuras del detective privado, inédita en castellano]. Fue el protagonista de mis cinco primeras novelas y, al final, acabé dejando que desapareciera. Cuando estaba escribiendo una de las historias, Ocaso, me hice esa misma pregunta: ¿qué pasó con Neal? Siempre había querido ser profesor de literatura, así que le dejé hacer. Ocurrió lo mismo con Boone Daniels. Siempre me preguntaban por él, por un surfero sobre el que escribí un par de historias y por todo aquel ambiente que le rodeaba... Me tentó la idea de juntarlos a ambos para esta historia. Aunque Neal ya no es el detective privado que fue; ahora se dedica a la enseñanza, a ir a partidos de béisbol y a organizar noches de póquer en casa. Ha sido muy divertido volver a hacerle entrar en acción, y espero que también lo sea para mis lectores. Lo de Ben, Chon y O... Siempre es tentador volver a ellos, aunque ya sepamos que están muertos y a pesar de lo que hizo Oliver Stone con ellos al adaptar mi novela [El cineasta dirigió Salvajes en 2012 basada en una novela de Winslow]...

Dedica dos historias a Elmore Leonard y Raymond Chandler, dos de los grandes nombres de la novela negra americana. ¿Qué supuso su obra para el Don Winslow novelista?

Sin el Marlowe de Chandler no existiría la novela policiaca moderna. Raymond Chandler fue el gran poeta de nuestro género y El largo adiós es la mejor novela de detectives que se ha escrito. Aunque yo no escribo novelas de misterio, Ocaso tiene muchos ecos que recuerdan a El largo adiós. Decidí escribirla como un homenaje a Chandler, todo un honor para un escritor bastante menor como yo en comparación con lo que él llegó a ser.

Cuando era joven —obviamente, ya he dejado de serlo—, leía compulsivamente a Chandler y a Leonard. El desconocido nº 89 o Fulgor de muerte de Leonard... ¡Soñaba con escribir así! Al final, con la edad, acabas dándote cuenta de que nadie puede crear historias como esas, nadie puede escribir así, sabes, y yo nunca podré ser tan bueno como él. Una vez estuvimos juntos en la misma habitación durante dos horas y media, en un evento, yo estaba empezando en este mundillo, y no me atreví a acercarme a él. No me atrevía a pedirle que me firmara uno de sus libros. Recuerdo que le pregunté a uno de los dueños de la librería si él podría conseguirme un autógrafo de Leonard [risas]. Décadas después pasamos una hora hablando por teléfono... Fue uno de los mejores momentos de mi vida.

En La última carretera vuelve a la frontera entre EEUU y México, aunque esta vez lo hace metiendo al lector en la piel de un hombre que votó a Donald Trump en las elecciones presidenciales del año 2016. ¿Qué le interesó de este punto de vista?

Suponía un nuevo desafío. Habría sido mucho más fácil contar toda esta historia desde un punto de vista distinto, claro. Hacerlo a través de los ojos de un periodista de investigación, de un trabajador social o, incluso, de la niña migrante a la que encierran en una jaula a lo largo de la historia. Pero pensé que podría resultar mucho más interesante escribir todo esto desde la óptica de un personaje conflictivo que se ve forzado a cambiar de opinión cuando le arrolla la realidad.

Yo vivo en esa frontera, en un viejo rancho, y la mayoría de mis vecinos son vaqueros que han votado al Partido Republicano. Vaqueros que votaron a Trump en el año 2016 y con los que suelo hablar de todo lo que ocurre aquí, de la valla y todas estas cosas que les tiene francamente disgustados. Con esta historia quería explorar los viejos valores del Oeste americano, lo valores de mis vecinos, de estos vaqueros del siglo XXI. La última carretera es un neowestern, pero también es la historia de un tipo que cambia de opinión cuando se enfrenta a la realidad que vive otra persona. Ver a una niña encerrada en una jaula, como hacemos con los animales, provoca un cambio en su forma de ver las cosas. Entonces es cuando se convierte en una de esas figuras a las que solíamos honrar en este país.

Mi casa está metida en medio de un terreno bastante escabroso: está a seis o siete mil pies de altura y hay zonas que son completamente desérticas. Los migrantes que cruzan la frontera por aquí suelen perderse y mueren en estas tierras. Poco antes de escribir esta historia, tres mujeres migrantes murieron a unos veinte kilómetros de nuestras casas. Se perdieron en las montañas, en una tormenta de nieve, ya sabes... Y te puedo asegurar que si los vaqueros que viven a mi alrededor hubieran sabido que esas mujeres estaban por ahí, habrían ido con sus caballos a buscarlas. No habrían parado hasta conseguirlo, sin importarles lo que pueda decir Donald Trump sobre la inmigración y los migrantes. No se si todo esto tiene mucho sentido fuera de EEUU, pero es lo que he tratado de explicar con La última carretera.

¿Cree que los demócratas deberían escuchar más a gente como el protagonista de esta historia?

Sí. El error que cometió el Partido Demócrata en el año 2016 fue ignorar a estos tipos que forman parte de nuestros distritos electorales, aunque a algunos no les guste. La idea de que solo un pequeño porcentaje de americanos votarían a Trump fue un error de cálculo de los demócratas, que no han escuchado lo que tiene que decir gente como mis vecinos. Donald Trump no es un trabajador hecho a sí mismo. Trump es una estrella de reality, un millonario, que lo recibió todo de su papi millonario; un hombre que ha pasado por encima de las cabezas de todos los trabajadores de este país y que ha fallado en casi todo lo que ha hecho en su vida. Se ha declarado seis veces en bancarrota, dejando sin salario y sin empleo a un buen puñado de fontaneros, electricistas y contratistas... Estábamos tan convencidos de todo esto, tan convencidos de la rectitud de nuestras propias ideas, tan obvias para nosotros mismo, que tratamos a los que se creían a Trump de forma condescendiente. Solo hay una cosa peor que no escuchar a alguien: hablarle por encima del hombro. Y eso es lo que hicimos con toda esa gente. Nos hemos convertido en una élite, el Partido Demócrata se ha convertido en una élite, y no debería ser así. Tendría que ser el partido en que se vieran reflejados todos los trabajadores medios americanos, todos los hombres y mujeres de este país.

¿Por qué caló mejor el mejor el mensaje de Trump que el de los demócratas en sus vecinos?

Porque el personaje que interpretaba en los realities era el del gran hombre de negocios, el del hombre rico que podría hacer ricas a otras personas. La gente que no había tenido un solo aumento de sueldo en diez años o que sentía que el sistema le estaba dando la espalda vio a Trump como alguien que podía trabajar para ellos, que podía ayudarles a mejorar sus vidas. Y él supo aprovecharse muy bien de eso, del miedo de los hombres blancos: hombres y mujeres mayores, como yo, que tienen miedo de ser reemplazados. Ese es un miedo muy real. Los cambios que se están produciendo en EEUU, que dentro de 20 o 30 años habrá dejado de ser “un país blanco”, una concepción totalmente absurda para mí porque no tiene sentido hablar en términos de “blanco”, “negro” o “marrón”, asustan a mucha gente. Trump supo aprovecharse magistralmente de eso en las elecciones de 2016. Y, ahora, se dedica a seguir azuzando ese miedo.

¿Qué pretende conseguir con los vídeos de Don Winslow Films?

Derrotar a Trump dentro de unas semanas, ya sabes... Pero la pregunta tendría que ser cómo se puede conseguir ese objetivo con unos vídeos que se cuelgan en las redes sociales.

¿Y cómo pretende hacerlo?

Bueno, por una parte, espero que sirvan para movilizar a las bases del Partido Demócrata. No pueden quedarse en casa porque la participación va a ser un factor clave en las elecciones presidenciales de noviembre. Vale, yo tampoco creo que Joe Biden sea el mejor candidato, pero no podemos permitirnos que alguien no vaya a votar.

Por otra parte, también lo hago porque quiero colarme bajo la piel de la administración Trump. Estos tipos tienen la piel extremadamente fina y les molesta mucho cuando viene alguien y les empieza a buscar las cosquillas. Siempre está bien eso de provocar un poco a tu enemigo porque ahí es cuando suele cometer errores.

También ha dirigido varios vídeos a los votantes republicanos. Les pide que cambien su voto, que dejen atrás a Trump y que apoyen a Biden.

Tenemos que llegar a todos los votantes republicanos y convencerles para que cambien de opinión. Mira, voy a ser claro, yo no soy uno de esos tipos que piensan que todos los que votaron a Trump son malas personas. Creo que cometieron un error. Y eso es lo que trato de explicarles en la carta abierta que les dediqué. Lo único que hice fue exponer las mentiras que les contó Trump durante la campaña electoral, todas esas promesas que no se han cumplido y que no se van a cumplir. Es un vídeo con un tono muy humorístico en el que les digo que no se preocupen, que no hay ningún problema si votan a Biden y dicen públicamente, delante de sus amigos o de sus familias, que lo hicieron por Trump. Yo no me pienso chivar [risas]. Ahora en serio, creo que es fundamental que los demócratas hablemos con y escuchemos a los votantes republicanos.

En uno de sus últimos vídeos acusa a Trump de haber fallado en sus obligaciones como presidente a la hora de gestionar la pandemia. ¿Cree que puede pasarle factura en noviembre?

Va a jugar un papel fundamental. Hice el vídeo poco antes de las revelaciones de Bob Woodward. Gracias a él, ahora tenemos grabaciones en las que Trump reconoce, de viva voz, que menospreció el impacto que estaba teniendo el coronavirus en nuestro país. Reconoce en esos audios que trató de quitarle importancia, reconoce que no quería decirlo públicamente, todo para evitar una ola de pánico. ¿Y sabes qué? No dice más que tonterías. No nos dijo la verdad porque no quería que las noticias que dejaría la pandemia —obviamente, negativas— afectaran a su campaña para la reelección. Su egoísmo ha costado vidas. EEUU ya supera los 200.000 muertos y él se atreve a decirnos que el coronavirus no ha supuesto un impacto significativo para la vida de la gente. ¿Cómo se puede decir eso? ¿Acaso la muerte no es un gran impacto? ¿La parálisis de la economía no es un gran impacto?

¿Volveremos a leer algo más de El cartel o ha acabado definitivamente con ese mundo?

Mira, he pasado casi un tercio de mi vida escribiendo esa historia. Veintitrés años… Se acabó. Te prometo que nunca tuve la intención de escribir una trilogía. Después de El poder del perro me dije que ya había terminado con todo esto, pero acabé dándome cuenta de que no había hecho la historia que quería hacer. Cuando acabé El cartel, ya sabes, pensé que por fin lo había resuelto todo… Supongo que esto un buen ejemplo de lo estúpidos que podemos llegar a ser cuando nos enfrentamos a nuestro propio trabajo: resolví todos los problemas externos de Art Keller [el protagonista de las novelas], pero dejé sin cerrar muchos de sus problemas internos.

La verdad es que es un poco embarazoso hablar de mi falta de conciencia sobre mi propio trabajo… Tuve que volver a todo este mundo, aunque para lo que acabaría siendo La frontera decidí escribir más sobre EEUU. Durante años había estado diciendo que el problema del narcotráfico en México era un problema de consumo de drogas en América, pero en las novelas había pasado más del 70% hablando sobre los problemas de México. Sentí que esta vez era importante llevar la acción principal hasta las puertas de casa, pasar más tiempo en EEUU del que pasé en México. Ahora todo esto ya está solucionado. Se acabó. Solo quiero pasar a otras cosas.

¿Qué fue lo que le interesó de la guerra de EEUU contra el narcotráfico para dedicarle tres novelas? ¿En qué momento dijo: “Tengo que escribir una novela sobre esto, sobre Miguel Ángel Barrera, 'El Chapo' Guzmán o el cártel de Sinaloa?

Fue mucho antes de que 'El Chapo' se convirtiera en alguien importante. Cuando empecé en todo esto, Joaquín Guzmán solo era un segundón dentro del cártel, algo así como un directivo de nivel medio. No era nadie. Toda esta historia empezó a interesarme cuando leí en los periódicos sobre la matanza de 19 hombres, mujeres y niños en un pueblo muy cerca de donde vivo. No sé muy bien cómo explicarlo, pero me marcó. Por entonces, leí muchos libros de filosofía, libros sobre el bien y el mal, porque me interesaba saber cómo alguien podría estar dispuesto a hacer algo así. Recuerdo que a mis amigos les hizo mucha gracia porque siempre he sido un tipo bastante poco profundo. Como no encontré respuestas en la filosofía, empecé a leer sobre la historia de México y sobre el tráfico de drogas. Y cuanto más leída, más me enfadaba. Lo siguiente que recuerdo es pasarme seis años tecleando, escribiendo lo que es ahora El poder del perro… No sabes cuánto me alegro de haber dejado atrás todo ese mundo.

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