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Gay Talese apuesta su credibilidad con un libro y la pierde

Gay Talese desacredita su próximo libro 'El motel del voyeur' y después lo defiende desacreditándose a sí mismo

Mónica Zas Marcos

Los autores de la no ficción a veces disfrazan de realidad una verdad subjetiva. La aderezan con todo tipo de atrocidades y dramas fantásticos para garantizarse un público con piel de gallina y, de paso, un fenómeno de ventas. La historia del Nuevo Periodismo está llena de anécdotas exclusivas, de información sonsacada en la barra de un bar y de algún toque de imaginación. Son las grandes mentiras que hicieron aún más grande la profesión. Pero la reacción de estos ilusionistas de la pluma varía mucho cuando se ven acosados por micrófonos y cámaras de televisión para explicar su fraude.

“Yo no voy a promocionar mi libro. ¿Cómo podría si su credibilidad acaba de quedar en la basura?”, esas son las palabras que escogió Gay Talese para echar por tierra El motel del voyeur. La historia es digna de la banda que escribía torcido, como llamaba el documentalista Marc Weingarten a estos periodistas que transformaron los setenta. Gerald Foos, propietario de un motel en los suburbios de Denver, había colocado en sus techos una especie de rear window, pero mucho más indiscreta que la de Alfred Hitchcock. Esos pasadizos secretos llegaban hasta unos respiraderos desde los que espiaba durante noches enteras a los huéspedes.

De sus inquietantes paseos por el falso techo nacieron sus aún más pervertidos diarios, donde Foos analizó los encuentros sexuales de sus clientes durante treinta años (desde 1966 hasta 1990). Cuando hubo acabado estas memorias omniscientes, sabiendo que su estilo era mediocre y que se podía meter en un gran lío, se puso en contacto con Gay Talese y le invitó a pasar tres días en su motel.

El reportero le describió en el New Yorker como un cruce entre el Norman Bates de Psicosis y 'Tom el mirón' de El fotógrafo del pánico. Apelando al inicio de su propia obra El reino y el poder, Talese se sintió ligeramente identificado porque “la mayoría de los periodistas son voyeurs inquietos que observan las verrugas del mundo, las imperfecciones de la gente y los lugares”. Según cuenta Talese en el New Yorker, tuvo la necesidad de saber si se trataba de un mirón trastornado o de un hombre peculiar -pero inofensivo- con un exceso de curiosidad. Así que en los redondos años 80 tomó un avión hasta Denver y se reunió con su fuente.

El escritor ejerció su condición de genio y figura del Nuevo Periodismo y acompañó al propio Foos a invadir la intimidad de una “atractiva pareja” que se alojaba en esos momentos. “Aunque una insistente voz en mi cabeza me decía que apartase la mirada, continuaba mirando, agachándome aún más para conseguir una vista cercana”, cuenta en el artículo. Ese detalle, ese momento volátil de lascivia le convirtió en cómplice de un delito de espionaje e incluso de omisión de un asesinato a las autoridades (otra de las perturbadoras historias de Foos). Así, Gay Talese decidió esperar 36 años a que los delitos hubiesen prescrito para lanzar El motel del voyeur, que tiene prevista su publicación el próximo 12 de julio. Pero una nueva y definitiva polémica ha frustrado sus planes.

Un error de principiante

La historia lo tenía todo para convertirse en el reportaje del año. Un protagonista encantador que podría ser un psicópata, el encubrimiento de varios delitos, años de fermentación, toneladas de sexo y centenares de testimonios reales. ¿O no tanto? The Washington Post hizo saltar todas las alarmas cuando descubrió una enorme laguna en el increíble libro de Talese. Gerald Foos vendió el motel entre los años 1980 y 1988, durante los cuales seguía enviando correspondencia a Talese con nuevas anotaciones de los clientes para incluir en su obra.

“Gerald Foos no es de fiar. Es un hombre deshonesto, totalmente deshonesto”, contestó airado el autor al Post. “Hice lo que pude en este libro, pero puede que no fuera suficiente”. Las teorías han brotado como hongos por Internet y muchos escépticos dudan de que el padre del Nuevo Periodismo cometiese tal error de principiante y no investigase más sobre Foos en los años siguientes. También critican la torpeza de los fact-checkers del New Yorker, que asumieron la veracidad del artículo solo por tratarse de un tótem como Talese.

Ante el estallido inesperado de la bomba, el periodista optó al principio por presumir de profesionalidad y boicotear su propio libro a menos de dos semanas del debut. Una decisión honesta para otros, aunque no puedan decir que este capítulo negro vaya a derrumbar las ventas. Incluso hay quienes dicen que se ha convertido en el nuevo Kapuscinski, cuyo discípulo Artur Domoslawski abrió el viejo debate del periodismo y la verdad en su biografía Kapuscinski non fiction.

De la vergüenza a la defensa

Ryzard Kapucinski no pudo arrepentirse de las historias que adornó en el pasado porque el libro se publicó después de su muerte. Pero quizá tampoco lo hubiese hecho. A Gay Talese le han durado los remordimientos lo que se tarda en decir futuro éxito de ventas. “Estaba sorprendido y preocupado debido a ese asunto del último propietario del motel en los años 80”, ha dicho Talese en un comunicado que ha remitido su editor a The New York Times. “Eso ocurrió después del grueso de los acontecimientos que cuento en mi libro, pero estaba molesto y probablemente dije algunas cosas que no pensaba y que no pienso. Déjenme ser claro: no reniego del libro y no lo hace tampoco mi editor. Si más adelante hay detalles que corregir, lo haremos”, concluía el periodista.

Por alusiones, el editor jefe de Grove Atlantic ha afirmado que Talese seguirá adelante con la promoción y que quizá añadan una nota del autor al final del libro. Es decir, haya mentido o no Gerald Foos, el libro fue vendido como un reportaje de no ficción y así continuará. “Gay Talese es un hombre apasionado y se toma muy en serio todo lo que hace, así que está frustrado por haber tratado con este tío que no es completamente fiable”, añadía Morgan Entrekin.

Ante las críticas, además, el New Yorker afirma que lo importante del reportaje, que es el vouyerismo y espionaje de este hombre, no está en duda. “El hecho de que sea un narrador poco fiable e inexacto es algo que Gay Talese deja claro al lector, en repetidas ocasiones, y forma parte del perfil que se ofrece sobre Foos en el artículo”, defendió la redacción en un email a The New York Times. “Nadie duda de que el señor Foos fue un voyeur épico, pero también puede ser una fuente de poca confianza con una versión muy peculiar de su historia”, añadió Talese en el comunicado.

¿Qué más da si ponemos El Emperador y El Sha en la estantería de ficción o en la de no ficción? Seguirán siendo unos libros magníficos“, dijeron algunos periodistas del New Yorker cuando se pusieron en entredicho los mitos de Kapuscinski. ¿Pasará lo mismo con Talese? Esta pregunta planea de nuevo sobre su icónico artículo en Esquire, Frank Sinatra está resfriadoFrank Sinatra está resfriado. Las escenas que Gay Talese contó en primera persona sobre las juergas nocturnas y la vida de estudio del cantante eran totalmente ciertas, solo que él no había presenciado ni una de ellas.

Para unos fue algo nimio y para otros convirtió a este periodista intrépido en un gigante de pies de barro. Sea como sea, El motel del voyeur seguramente termine en la estantería de bestsellers, bien en la parte de fantasía o en la de realidad. Y seguramente se convierta en otro gran referente para los novatos que quieran convertirse en un Talese, una Joan Didion o un Tom Wolfe. Porque, como dijo Gabriel García Márquez, el periodista tiene derecho a “pintar” los detalles en beneficio de la atmósfera del artículo.

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