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“Lo importante no es quién muere, sino qué sobrevive”

María Virginia Jaua

Belén Remacha

María Virginia Jaua (Madrid, 1971), se estrena en la novela con Idea de la ceniza, un “ejercicio literario sobre el duelo”. De padres venezolanos, la vida de esta editora, crítica, traductora e investigadora cultural transcurre actualmente entre España y México. El libro, que a ratos transmuta en ensayo y cuyo título es un guiño a Idea de la prosa de Giorgio Agamben, se nutre de los emails que se intercambian dos amantes en la distancia. Una reconstrucción del amor tras la muerte de una pareja, para salvarla, para recordarla, para convencerse de haberlo vivido. La ceniza significa en el libro mucho más que lo que queda de un cuerpo tras el fallecimiento.

Jaua perdió en 2010 a su marido, el prestigioso crítico de arte contemporáneo José Luis Brea. Desde entonces, “María Virginia, Virginia o María, como prefieras” se ha sumergido en un tema que ya le interesaba: la teoría del duelo. Idea de la ceniza es una reflexión sobre la pérdida del ser amado, pero también sobre el propio amor. En la novela queda patente su gran influencia latinoamericana, además de su interés por los viajes y las culturas nómadas. Su próximo proyecto, que todavía está en fase embrionaria, tratará sobre el exilio, el destierro y los apátridas.

¿Por qué el género epistolar para este “ejercicio de duelo”?

El libro está construido entre distintos géneros, es un libro fragmentario. Yo lo que intento es hacer una disertación a partir de la reconstrucción de una historia amorosa y la historia de una pérdida. El género epistolar ya existía: esos emails, esa relación de correspondencia, esos diálogos, ya estaban escritos. Ese diálogo con la persona que ya no está es parte del ejercicio del duelo.

¿Es todo real, o hay licencias literarias?

El libro está basado en una experiencia personal, pero hay muchísimas licencias literarias. Hay gente que dice que podría ser una autoficción, otras personas lo llaman ensayo íntimo. Siempre me ha incomodado el tema de las etiquetas de géneros. También entiendo la escritura como un espacio de investigación. Obviamente, yo no hubiese escrito del duelo si no hubiese sido por la propia experiencia que me tocó vivir, pero la muerte siempre es un tema que me ha interesado y sobre el que había leído y traducido textos. Yo quería reflexionar sobre el tema, y cuando dio la casualidad de que tuve que vivirlo, la escritura fue para mí una manera de gestionarlo y entenderlo.

¿Una forma de terapia?

No como terapia, no me gusta mucho esa palabra. Lo siento más bien como un proceso que involucra el entendimiento intelectual y un proceso espiritual y personal.

¿Y cómo ha sido compartir una experiencia tan personal, tan íntima?

Creo que la escritura que realmente vale la pena es la que se acerca a una verdad, a la verdad del ser, que a veces es dolorosa. Precisamente por eso tenía que escribir de esto, no de algo a lo que estuviese distanciada. Si vas a compartir algo, que sea algo verdaderamente tuyo. Y es compartir algo muy tuyo pero no de un modo terapeútico, de simplemente vomitarlo a otro, sino que se trata de intentar convertirlo en algo bello, en algo que el otro aprecie, en algo de lo que el otro pueda aprender. Es compartir algo muy íntimo pero que al final es universal, porque todas las personas han vivido o van a vivir una experiencia similar. Así que es ir de lo lo personal, de lo más profundo, hacia los demás, los otros, lo universal y lo humano.

¿Es la literatura una manera de lograr que el ser querido sobreviva?

Esa es la pregunta que se esparce por todo el libro. Qué es lo que queda. Una de las frases del libro dice que lo importante no es quién muere sino qué de toda la experiencia sobrevive, eso es lo fundamental. Guarda una relación con la propia reflexión acerca de la ceniza, por esto digo que tiene un significado mucho más amplio.

Es paradójico que para hablar de la permanencia elija un medio tan rápido e inmediato como es Internet.

Internet es el medio en el que vivimos hoy en día: habitamos y somos en ese mundo. No podía hacerlo de otra manera, hubiera sido imposible crear un libro a partir de correo postal, no es nuestro tiempo. Y yo estoy escribiendo en mi tiempo. Además, considero que en estos emails hay un ejercicio de escritura. Tiene que ver con la inmediatez porque el medio así lo exige... Pero a la vez nada tiene que ver, porque hay una pausa, porque los correos están pensados, vividos, narrados. En ellos hay reflexión, hay pensamiento, y hay vida. Se trata de compartirlo a través de la escritura, y los emails son sólo el medio que nos toca.

¿Seguimos dándole la espalda a la muerte en Occidente, y por consiguiente al duelo?

En todas las tradiciones culturales, tanto en Oriente como en Occidente, siempre se ha escrito y reflexionado sobre la muerte, y se seguirá haciendo. Hay muchísima literatura sobre la muerte, sobre el duelo, y cada obra es distinta y aporta algo, porque cada ser humano y experiencia es única. Creo que vivimos en un mundo donde se impone el elogio de la juventud, pero en un espacio más social que se refleja en cómo vivimos, cómo consumimos, o cómo se van borrando las diferencias entre edades. Esto tiene que ver con el capitalismo y la deriva de nuestra manera de querer estar en el mundo, y ahí sí existe una negación y un miedo a la muerte. Pero en el ámbito donde esas cuestionas importan y se tocan como una verdad, en la filosofía, en la música, en la literatura, en el cine... No se le da la espalda, siempre está presente la reflexión y las preguntas.

Se viene a la cabeza El año del pensamiento mágico, que Joan Didion escribió en 2005 también tras la muerte de su marido.El año del pensamiento mágico

Ese libro me lo regaló una amiga tras escribir Idea de la ceniza, pero aún no lo he leído, así que no ha sido una referencia para mí. Pero no por nada, no es que no quiera comparar lo mío con otros. He tenido otras referencias y lecturas, que están citadas en el libro. Desde el propio Nietzsche, hasta Canetti y Dante.

¿Hay diferencias entre una mujer y un hombre a la hora de afrontar el duelo?

Una de las cuestiones en las que yo trabajo es el borramiento de los géneros, también el masculino y femenino. Desconfío y descreo de esas diferencias, no creo que la manera en que lo vive una mujer y un hombre varíe, o al menos no me interesa. Me interesa la experiencia y pensamiento de un ser humano, poco me importa si lleva falda o pantalón.

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