Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La literatura de viajes, más allá del periodismo y de las guías turísticas

Los libros de Johnny Depp y Angelina Jolie en 'The tourist'

Miguel Ángel Villena

Suele decirse que la gran diferencia entre un turista y un viajero radica en que el primero viaja con un billete de vuelta, mientras que el segundo no tiene fecha de regreso prevista. La frase se atribuye a Paul Bowles, pero cualquier escritor de viajes de primera fila suscribiría esa afirmación.

Al hilo de esa distinción podríamos deducir que el turista convencional se nutre de información para sus vacaciones a través de webs especializadas, páginas de Internet o las guías turísticas de siempre, bien sea en soporte papel o digital. Pero aquellos que pretenden entrar en la categoría de viajeros, que aspiran a descubrir sensaciones nuevas y a que la experiencia los transforme también por dentro (y no sólo en el bronceado de la piel), buscarán literatura con mayúsculas, la de los maestros del arte de narrar un viaje.

Periodista destacado durante muchos años, corresponsal en el extranjero y profesional versátil, Javier Reverte (Madrid, 1944) puede dedicarse desde hace un par de décadas en exclusiva a la literatura y, en especial, al género viajero desde el éxito inesperado de El sueño de África, un libro que marcó un antes y un después en España.

Considerado el pionero de una renovada literatura de viajes en nuestro país, Reverte traza una radiografía de la evolución del género en los últimos tiempos. “Es cierto”, comenta, “que a partir de los años noventa surgieron muchos autores de viajes que no tenían ni el talante ni la preparación de un escritor. De este modo se provocó un cierto cansancio en los lectores y bajo el epígrafe de literatura de viajes se vendieron muchas simples guías algo ampliadas”.

“Después llegó la crisis que afectó a toda la industria editorial y acabó con una cierta moda de la literatura de viajes. También resulta evidente que la sociedad española ha percibido la literatura de viajes como un género menor, como algo más cercano a las crónicas periodísticas o a las guías que a la narrativa o el ensayo”.

Al igual que ha ocurrido con la novela negra, la de viajes se puso también de moda y alumbró, en el reciente cruce de siglos, colecciones especializadas en las grandes editoriales, premios literarios bien dotados o suplementos a todo color en los periódicos más importantes.

Apoyada además en su extraordinaria versatilidad, ya que los libros de viajes beben de la ficción, de la autobiografía, de la historia o del reportaje de actualidad, entre múltiples fuentes, la literatura de viajes se convirtió en una tendencia de mercado. Pero aquello pasó a la historia.

Pilar Rubio, antigua librera y hoy responsable de la editorial La Línea del Horizonte, se halla entre las personas que mejor conoce este género tras haber vivido en primera línea sus cambios en las últimas décadas. “Hace 15 o 20 años”, relata, “fuimos testigos y protagonistas de un momento muy hermoso porque amplios sectores de la sociedad española tomaron conciencia de que los libros de viajes formaban parte de la cultura literaria y de que se trataba de un género muy cultivado en otros países como los anglosajones o Alemania o Francia”.

“Ahora bien, como contrapunto, en aquella época se publicó mucho, demasiado, y mucho con poco nivel. Podríamos decir que hubo una inflación de libros de viajes y así este tipo de literatura dejó de evolucionar”.

Por supuesto, luego vino una terrible crisis en 2008, cuyas secuelas todavía perduran y que significó un auténtico mazazo para la industria editorial. Por ello, la literatura de viajes se eclipsó, la gente redujo sus vacaciones, sus excursiones y sus aventuras y, en definitiva, los lectores aficionados cada vez compraron menos libros viajeros.

De esta forma, ese libro que va más allá de la pura crónica o la simple guía para descubrir una ciudad, un país o una civilización se convirtió en una suerte de artículo de lujo. El llamado “segundo libro para un viaje” desapareció de muchas mochilas o maletas. No obstante, Javier Reverte opina que la crisis afectó por igual a la literatura de viajes que al resto, si bien reconoce que él mismo ya no vende de sus últimos libros las decenas de miles de ejemplares de su trilogía de África.

Mientras prepara desde su retiro en la sierra madrileña un viaje a Sicilia este otoño, materia de su próximo libro, este autor, reconocido como un maestro por sus colegas, explica algunas claves de su estilo. “Me gusta escribir en primera persona y, a la vez, ponerme en el lugar de la gente que conozco en mis viajes. A pesar de escribir en primera persona, mi truco para no caer en el egocentrismo se conjura con el humor, con una actitud descreída que debe empezar por reírte de ti mismo, de tus errores y torpezas”.

Tanto el escritor Javier Reverte como la editora Pilar Rubio y otras gentes de la generación de la Transición se apasionaron con la literatura de viajes a través de autores extranjeros como Joseph Conrad, Herman Melville, Stendhal, Robert Stevenson, Julio Verne y muchos otros. No fue un mérito suyo sino fruto de aquellos tiempos de la nueva democracia que abrieron España al mundo, aumentaron el conocimiento de idiomas en su población y alentaron en los jóvenes de los años setenta y ochenta unas infinitas ansias de viajar.

Los expertos suelen señalar que, mucho antes, la tradición española de crónicas de viajes se había extinguido con el fin del Imperio en América Latina y que durante los siglos XIX y XX España derivó en un país atrasado, inculto y pobre que asumió aquel grito de “que inventen ellos”.

A pesar de ello, Javier Reverte enumera excepciones notables como Julio Camba, Josep Pla, Manuel Chaves Nogales, Carmen de Burgos o Miguel Delibes y, entre los autores contemporáneos que siguen en la brecha destaca nombres como Xavier Moret, Suso Mourelo o Jordi Esteva. Al tiempo que subraya que muchos de esos escritores proceden del periodismo (“porque la profesión te abre muchos mundos”) Reverte reivindica la, a su juicio, imprescindible independencia del autor. “Yo me pago siempre mis viajes y así puedo escribir lo que me da la gana”.

¿Cómo se presenta el futuro de la literatura de viajes en unos tiempos en los que millones de personas viajan a los lugares más remotos y exóticos y además envían cientos de selfies a sus familiares y amigos? Pues la receta de Pilar Rubio, fundadora de una editorial de referencia en los viajes, pasa por elevar el listón de la calidad de ese tipo de literatura.

“Está claro”, señala la editora, “que hoy en día resulta mucho más difícil sorprender a un lector que viaja mucho más y que dispone de una información inmensa en Internet. Por eso hay que apostar por la buena literatura con mayúsculas para viajeros exigentes que no se conforman con ese bloguerismo banal de las 10 playas más limpias o cómo lograr que todo quepa en una maleta pequeña. En la mezcla del viaje y la gran literatura está la clave. Un autor magnífico en esa línea es el francés Patrick Deville de Peste y cólera o Equatoria. En ese estilo está el futuro”.

Etiquetas
stats