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Max Costa, el seductor bailarín y ladrón de Pérez Reverte, se pasa al cómic

Fue el propio Arturo Pérez Reverte el que propuso al dibujante Rubén del Rincón (i) convertir en cómic a Max Costa, el bailarín y ladrón protagonista de su novela "El tango de la guardia vieja", personaje al que, junto al guionista Salva Rubio (d) , han sabido dotar de un encanto canalla en su traslación a viñetas.

EFE

Barcelona —

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Fue el propio Arturo Pérez Reverte el que propuso al dibujante Rubén del Rincón convertir en cómic a Max Costa, el bailarín y ladrón protagonista de su novela “El tango de la guardia vieja”, personaje al que, junto al guionista Salva Rubio, han sabido dotar de un encanto canalla en su traslación a viñetas.

“Max, Los años 20” (Planeta) es el título de la que se prevé sea -según la recepción de los lectores- el inicio de una saga sobre este aventurero seductor criado en las calles de la convulsa y anarquista Barcelona de las primeras décadas del siglo XX, ciudad que tiene un especial papel en la trama.

Del Rincón (Olesa de Montserrat, 1978), amigo del académico cartagenero desde hace años, tenía en mente una idea para un cómic sobre la juventud de Alatriste, pero Pérez Reverte -con el que había colaborado en la adaptación de “La sombra del águila”- “contraatacó” y sugirió recuperar al elegante Max, hijo de un emigrante asturiano a Buenos Aires, que regresa a España para morir.

Dibujante y guionista -explican a EFE- tenían el aliciente extra de poder “rellenar” con total libertad la biografía de este aventurero, dotado de una seductora virilidad, muy siglo XX, cuando el planeta aún tenía territorios por descubrir.

“Rubén me vino con la propuesta de que un amigo suyo quería hacer una 'spin off' de una de sus novelas. Me explicó el universo en el que se movía la historia y le dije que sí porque sonaba interesante. Cuando me dijo que el escritor era Pérez Reverte, fue un doble sí”, explica Salva Rubio (Madrid, 1971), que remarca que el libro no es, “en absoluto”, una adaptación.

“No queríamos contar la misma historia que la novela, no lo quería ni el autor ni nosotros. Arturo nos apuntó que Max era un aventurero de vida muy larga, llena de viajes, conflictos, robos, espionaje... pero nos dio una libertad bestial, simplemente no había que traicionar el espíritu”, comenta el guionista, autor también de “El fotógrafo de Mauthausen”.

“Había unas líneas de la novela que sirvieron de enganche: la primera cuando explica que Max tiene que huir de Barcelona porque cree que ha matado a un hombre, y otra el momento en el que se habla de su participación en la Guerra del Rif”, desvela Rubio.

A partir de ahí, el libro se centra en su aprendizaje, muestra cómo el personaje, dotado de una agilidad felina, transmuta de simple botones del Ritz en seductor mundano, “un poco mujeriego”, que utiliza su encanto y habilidades, el baile o el robo, como atajo de ascensor social para acceder a los salones más lujosos, y que se ve inmerso, incluso, en tramas palaciegas sobre el mito de Napoleón.

Max entronca con un perfil esencial del cómic europeo: “el del gran aventurero, personajes en los márgenes, como Dieter Lumpen, Corto Maltés o incluso Tintin”, comenta el guionista, que hace que el protagonista pasee por los arrabales de ciudades portuarias como Marsella o Barcelona, el desierto de Marruecos, baile en París y la Costa Azul, o cierre el libro en un barco oteando nuevas rutas.

Un arquetipo “que responde al perfil de hombre errante solitario, perteneciente a una época en donde la masculinidad era así. Nuestro referente es ese y se ha respetado como es porque la gente lo entiende así”, señala Rubio, previsor ante los que quieran interpretar al personaje bajo una óptica contemporánea.

Por su parte, Rubén del Rincón se inspiró para la parte gráfica en el carisma del fallecido actor James Garner (“La americanización de Emily”) para dotar de “galanura” a Max, “un tío simpático, elegante, con el que te tomarías una cerveza”.

El dibujante realizó una detallada tarea de investigación para recrear los escenarios de Barcelona (el mítico cabaré “La Criolla”, la Taberna de la Mina...), los callejones de Marsella, las criptas imperiales de París, pero sobre todo para plasmar la plasticidad en los movimientos de Max como bailarín y atlético ladrón de guante blanco, capaz de subirse a la punta de la torre Eiffel o la cabeza del monumento a Colón, donde parece tener el mundo a sus pies.

“El reto era que resultase elegante porque a veces mi dibujo puede verse tosco. De hecho he trabajado con herramientas nuevas, un boli bic muy fino y sólo manchas de negro”, revela Del Rincón, que para la ambientación también recurrió a películas como “La verdad de el caso Savolta”, adaptación de la novela de Eduardo Mendoza sobre, y a afiches de publicidad de productos de la época,

“Es un trabajo muy personal, no es un encargo para nada, aunque lo parezca. Cuando Arturo dijo que le gustaba soltamos un gran suspiro. A ver que opinan los lectores...”, se relajan dibujante y guionista que, por si acaso, ya tienen pensado una continuación para las siguientes décadas de la vida del personaje.

Sergio Andreu

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