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La memoria colectiva palestina, preservada a través de la arquitectura

La memoria colectiva palestina, preservada a través de la arquitectura

EFE

Ramala (Cisjordania) —

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Gran parte del patrimonio de Palestina fue destruido por la colonización y la ocupación israelí, que además impuso nuevas estéticas, asegura Jaldun Bshara, director de la organización Riwaq, que lleva años preservando la memoria colectiva palestina a través de la arquitectura.

“Desde que se creó el Estado de Israel en 1948” sobre más de la mitad de la Palestina histórica “hasta ahora, los israelíes intentan destruir o reclamar nuestro patrimonio como suyo”, relata Bshara, que usa como ejemplo la disputa en torno al tradicional falafel (pasta de garbanzo frita), reivindicado por ambos como cultura propia.

La costatación de la pérdida cultural sumada a la de una Palestina en rápida transformación, llevó a Riwaq a empezar un registro “para concretar la memoria” y pensar en cómo convertir esos espacios de memoria “en algo vivo de nuevo”.

Así completaron una lista de unos 420 pueblos históricos, más que en el registro oficial del Ministerio de Cultura palestino y solo en Ramala, tienen bajo su radar cuatrocientas propiedades históricas, doscientas de ellas en el corazón de la ciudad y otras doscientas esparcidas por la urbe, que de vez en cuando revelan al público en visitas guiadas.

Mirar las calles de la que es considerada la capital administrativa palestina a través de los ojos de arquitecto de Bshara es desnudar de hormigón, cristal y piedra los edificios y vestirlos de carácter político, social, económico, con anécdotas que cuentan las memorias de una ciudad y un pueblo que se transforma ante el peso de su historia y el avance del neoliberalismo.

En este espacio coexisten sencillas casas tipo “cubo” de un solo espacio propias de los campesinos con imponentes construcciones otomanas y de los años 20 y 30 con piedra de la región, conocida como “el petróleo de Palestina” por su amplia demanda y exportación a países del Golfo, y con numerosas iglesias construidas por misioneros.

También hay iconos de la emergencia de la arquitectura moderna en los 50 y 60, cuando Ramala se convirtió en “el resort de verano más vibrante del mundo árabe tras Beirut (Líbano)” y de la decadencia que siguió al inició de la ocupación tras la Guerra de los Seis Días (1967) cuando pasó a ser “la ciudad más aburrida de Cisjordania”.

La esperanza e ilusión que trajo la firma de los Acuerdos de Paz de Oslo (en 1993) generó ingentes “cantidades de urbanizaciones y demanda de apartamentos” en la ciudad.

“Antes no teníamos el concepto de patrimonio como lo conocemos ahora. Teníamos casas, tiendas, vidas de la gente... Ahora el patrimonio se convierte en algo como un museo y nosotros nos resistimos a ello. Creemos que nuestro patrimonio era la vida del día a día. Y queremos que esto vuelva”, asegura, apasionado.

Para recuperar el patrimonio de la población, este arquitecto y antropólogo aboga por elaborar un discurso propio y rechazar “el de los europeos”, y destaca la necesidad de revisar ideas y conceptos establecidos dentro de un contexto colonial.

El colonialismo, explica, crea significados y determina cuál es tu patrimonio y cuál no, por lo que es necesario “revertir las condiciones coloniales” y “ser parte de la planificación y del proceso de dar valor”.

Por ello, Riwaq considera que, a pesar de estar bajo ocupación, los palestinos son aún libres “de decidir, crear su patrimonio” y determinar su futuro.

En este proceso de creación la organización afronta desafíos, como moverse en un marco de trabajo en el que existe una autoridad de gobierno (la Autoridad Nacional Palestina) que no traslada iniciativas de conservación en presupuestos o políticas y es “débil”.

Bshara, sin embargo, cree que esto puede abrir un espacio de oportunidad para que organizaciones sociales como la suya actúen.

“Necesitamos que la gente cuide el patrimonio, no el Gobierno. Porque el patrimonio, que supuestamente es la incubadora de memoria e identidad, es un proyecto de estado, pero para nosotros, en Riwaq, es un proyecto nacional desde abajo”, defiende.

Por María Sevillano

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