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La muerte del periodista que cambió la política de secuestros en EEUU

Diane Foley, madre del periodista estadounidense James Foley, decapitado en Siria por los yihadistas del Estado Islámico.

EFE

Madrid —

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“Ahora los rehenes son una prioridad para el Gobierno de Trump, cuando ocurrió la muerte de Jim nuestro Gobierno nos defraudó por completo”, afirma a Efe Diane Foley en el quinto aniversario del asesinato de su hijo, el periodista James Foley, que se convirtió en el primer rehén estadounidense muerto a manos del Estado Islámico (EI) en Siria.

La política del Gobierno de Barack Obama sobre los periodistas secuestrados en el exterior le valió un aluvión de críticas, pero ese fue solo uno de los motivos por el que su actuación con los medios se puso en entredicho, y algunos de ellos llegó a acusar al presidente de ser “enemigo de la prensa”.

Además, Obama utilizó de forma repetida la Ley de Espionaje, una reminiscencia de la Primera Guerra Mundial con un siglo de antigüedad, para perseguir a los funcionarios que filtraban información a los periodistas.

Su combate contra la revelación de secretos -tras los escándalos de divulgaciones de Wikileaks (2010) y Edward Snowden (2013)- le llevó a intervenir cerca de 20 líneas telefónicas a periodistas de la agencia Associated Press, entre abril y mayo de 2012.

Durante el mandato de Obama (2009-2017), el Gobierno federal procesó nueve casos relacionados con informantes y denunciantes, en comparación con sólo tres de todas las administraciones anteriores juntas.

Los asesinatos de periodistas y cooperantes estadounidenses, como el de Steven Sotloff en Irak; los de Kayla Muller y Peter Kassing en Siria; y Luke Somers en Yemen pusieron en la palestra a la administración Obama, en la que Diane confió “para liberar a James” de su cautiverio.

Todavía recuerda, en una entrevista telefónica con Efe desde Rochester (New Hampshire, EE. UU.), que no fueron las autoridades quienes la informaron de la muerte de su hijo, “sino una compañera reportera entre sollozos”.

El vídeo de la brutal decapitación de este reportero gráfico independiente, que cubría la guerra de Siria cuando fue capturado por los extremistas de Daesh (acrónimo en árabe del grupo Estado Islámico) en noviembre de 2012, dio la vuelta al mundo.

La impotencia de la familia del fotógrafo resultó en la creación de la asociación James W. Foley Legacy Fund solo tres semanas después de su asesinato (conocido en agosto de 2014), que ha luchado por cambiar las reglas del juego desde el fatal desenlace del secuestro de James, que duró año y medio.

“El proceso fue increíblemente decepcionante, me ponía tan triste que a nuestro gobierno no le importara, que decidí crear la fundación”, explica Diane.

Durante el cautiverio de James Foley, los terroristas pidieron un rescate a su familia, pero la política de Estados Unidos sobre secuestros prohibía expresamente comprar la libertad de los rehenes, bajo amenaza judicial, lo que alimentó un polémico debate en la sociedad estadounidense.

A finales de 2014, Obama ordenó revisar las políticas de secuestros, asegurando que aunque seguirían sin hacer concesiones, no iban a perseguir a los familiares que decidieran pagar un rescate.

Los avances se debieron en parte a la presión de las familias de los rehenes estadounidenses y también a la asociación que fundó Diane.

En un breve periodo de tiempo la fundación consiguió la revisión de los procesos de rescate de rehenes; presionar al Gobierno para que prestara más atención a los estadounidenses secuestrados en el exterior y cuestionar la idea de que las negociaciones con captores suponían un peligro para la seguridad nacional.

“Jim era una persona muy optimista y muy feliz, hubiese querido que saliera algo bueno del horror y personalmente ha sido algo muy importante en mi proceso de recuperación”, expresa Diane.

Tan solo dos meses antes del asesinato de Foley, en junio de 2014 el Gobierno de Washington negoció la liberación del soldado Bowe Bergdahl, cautivo durante cinco años, a cambio de cinco soldados talibanes encarcelados en el penal estadounidense de Guantánamo (Cuba).

“Me sentí esperanzada. Yo tenía la esperanza de que hicieran lo mismo con Jim, pero el caso era totalmente diferente: él solo era un periodista independiente que no tenía ningún gran medio detrás”, recuerda Diane.

La activista no puede dejar de recordar que en los países europeos las políticas de negociación son distintas: “Para vuestro gobierno los periodistas sí son una prioridad y encuentran formas de negociar”.

Beatriz Díaz

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