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El rey Midas de los noventa

Alan McGee ha asegurado en alguna ocasión que ha hecho más dinero con el ladrillo que con la música.

Lucía Lijtmaer

Alan McGee se metió la última raya de cocaína de su vida –que sepamos– en febrero de 1994. Que el pasado consumo del dueño de un sello discográfico sea aún un hecho reseñable en los medios británicos en estos días –todo sea dicho, a raíz de la publicación de su autobiografía– da un alcance de la importancia de la figura de McGee en los medios y en la industria musical anglosajona.

Y es que, si un extraterrestre aterrizara en el Reino Unido a día de hoy, sería difícil que entendiera el panorama musical ¿indie? de los últimos treinta años sin la contribución de Alan McGee. Puede sonar a exageración pero, para confirmar esa afirmación, el motor de Creation Records solamente tendría que exhibir la lista de artistas de su sello y salir al patio a jugar con sus amigos: The Jesus and Mary Chain, Primal Scream, My Bloody Valentine, Oasis, Teenage Fan Club, Saint Etienne y un largo etcétera atestiguan el legado de una personalidad arrolladora con anécdotas sin fin. A treinta años del nacimiento de Creation Records, y con el libro Creation Stories como marco, repasamos su trayectoria.

El éxito inicial

Alan McGee funda Creation Records en 1983, harto del synthpop del momento y convencido de que alguien tiene que editarle discos en vinilo a sus amigos músicos de la adolescencia que rondan por Glasgow. El sello se llamará Creation Records y buscará la combinación de punk y psicodelia –McGee es fan de los Television Personalities–. Pide un préstamo al banco de mil libras y edita un single a The Legend.

Poco tiempo después, incorpora a Jesus and Mary Chain, y su single Upside Down, que se convierten en una sensación inmediata: vende 50.000 copias, dándole a McGee el suficiente rédito económico para incorporar a The Loft y X-Men, entre otros. La joya de esta primera época llega con la incorporación de Primal Scream –Bobby Gillespie había sido compañero de colegio e íntimo amigo– a quienes edita All Fall Down. Se comienza a definir el éxito de Creation.

En esta etapa, McGee sigue los pasos del otro gran nombre y creador de “escena” del norte del Reino Unido: Tony Wilson, dueño de Factory Records. Así, el sello se convierte necesariamente en plataforma de otras empresas de éxito desigual. Si Wilson tuvo The Haçienda, McGee abre The Living Room, que le permite hacer contactos en Londres y ampiar catálogo. Pese a que The Jesus and Mary Chain deciden irse con Warner en 1985, la habilidad de McGee como catalizador, y su legendario morro, hace que le sigan teniendo de mánager durante un tiempo, lo que mantiene a flote las apuestas cuando éstas son irregulares.

La llegada de Sonic Flower Groove de Primal Scream en Elevation Records –un sello/encargo de Warner del que se ocupó McGee brevemente– y la incorporación de My Bloody Valentine y de The House of Love acompañan el descubrimiento del acid house y el éxtasis, y les prepara para el cenit de esta primera etapa, entre 1990 y 1991.

En dos años Creation Records edita Ride y Screamadelica de Primal Scream, Loveless de My bloody Valentine y Bandwagonesque de Teenage Fanclub, todos discos imprescindibles. Como en toda historia musical que se precie, junto a la pérdida de control creativo llega la pérdida de papeles por temas de drogas. “No hay nada que no consumiera”, ha dicho McGee sobre esa etapa.

Curiosamente cuando sus compañeros de juerga empezaron a ser los Happy Mondays, McGee se gastó 250.000 libras en producir Loveless de My Bloody Valentine. Poco tiempo más tarde queda claro que el despilfarro no compensa: pese a editar a varios de los grupos más celebrados del momento, McGee se ve forzado a vender parte de Creation a Sony.

Los noventa y el Britpop

“No les fiches, son un grupo malo de segunda fila”, cuenta que le dijo Justine Frischmann, la cantante de Elastica a Alan McGee cuando le pidió opinión sobre Oasis. Es agosto de 1994. El Reino Unido vive un momento económico aparentemente boyante y el hartazgo del thatcherismo se hace notar.

Cuatro o cinco grupos que pululan por Londres –Suede, Blur, Elastica y Pulp, básicamente– comienzan a adquirir cierto éxito y caen bien a los medios de comunicación, que corren a definir el Segundo Advenimiento de la Música Británica, lo relacionan con el Nuevo Laborismo y lo bautizan como Britpop. La marca funciona inmediatamente. En palabras de Jon Savage: “La cultura pop funciona como un péndulo que aborrece los vacíos: una vez el grunge y Nirvana desaparecieron del mapa, se necesitaba llenarlo con algo, y eso fue el Britpop”.

En un año, las discográficas fichan a todo lo que tenga acento brit y, si suena a clase obrera, mejor (resulta gracioso ahora escuchar Parklife de Blur, dónde Damon Albarn fuerza un acento del sur de Londres que nunca ha tenido). Meanswear, Echobelly, Carter USM... El estilo es celebratorio y facilón, y McGee busca algo con más fuerza.

Haciendo caso omiso a Justine Frischmann, saca Definitely Maybe de Oasis, que llega al número uno de las listas inmediatamente, creando la banda sonora definitiva de un fenómeno altamente mediático. Cuando Oasis –del norte y pura clase trabajadora– se enfrenta con Blur –del sur, clase media, y con pintas de estudiantes de arte–, los medios hacen su agosto. McGee recoge los réditos con la salida de What's the Story, Morning Glory?, que vende 26 millones de copias en todo el mundo, y se convierte, además, en uno de los discos más pinchados en la radio de toda la historia.

Despropósito, final y después

Con el éxito desproporcionado, llega la locura. Para cuando Oasis decide dar dos conciertos masivos en Knebworth, en el clímax de su popularidad, McGee ya ha perdido la cabeza y ha tenido que ser internado por un brote psicótico derivado del consumo masivo de cocaína. Poco tiempo después, cuando todavía arrastra las secuelas de varias depresiones e intentos de suicidio, Oasis toca frente a 600.000 personas en los dos conciertos más multitudinarios de la historia.

Una vez alcanzada la etapa faraónica, McGee pierde fuelle. Pese a que sigue teniendo olfato y criterio, Creation es ya demasiado grande y poco interesante para él. Flirtea seriamente con el Nuevo Laborismo, se convierte en asesor de Tony Blair y, a finales de 1999, decide cerrar el sello. Tiempo después lanza, con cierto éxito, Poptones, una nueva empresa musical que ficha a The Hives, lanza la sala Death Disco y se convierte –brevemente– en mánager de The Libertines. En 2008 deja el negocio musical.

En la actualidad, Alan McGee se dedica al sector inmobiliario y vive en Gales. En sus propias palabras, ha hecho más dinero con el ladrillo que con la música. No descarta volver a lanzar otro sello en el futuro.

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