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El ruido y la furia: el gran improvisador negro vuelve a Madrid

Chris Corsano & Joe McPhee, la próxima semana en Clamores

Patricia Godes

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Según Sonny Sharrock, el gran guitarrista de jazz fallecido en 1994, en la música existen cuatro tipos de improvisadores: el creador, el malabarista, el científico y el necio. El primero es el músico que necesita contar una historia y la improvisación es su herramienta elegida. El malabarista es el que, tanto como la historia en sí misma, valora la habilidad necesaria para contarla. El científico es el que domina su instrumento y manipula sus sonidos. Luego está el necio que hace ruido.

Joe McPhee, el gran improvisador afroamericano que actuará el próximo martes 9 de febrero en la sala Clamores, tiene algo de los cuatro. Tiene una historia que contar llena de valentía y expresividad sobre la nación negra, sobre su creencia en la fuerza de la innovación y su voluntad de estar siempre en movimiento. Es un virtuoso que domina varios instrumentos, capaz de dejar boquiabierto al espectador con sus malabarismos y prestidigitaciones de alto calibre. Es un científico que consigue sacar de su laboratorio musical sonidos e ideas sorprendentes.

Respecto al ruido, como dice Sharrock, confundirlo con la vanguardia y la experimentación es el error más común. Pero el verdadero creador no le tiene miedo y sabe introducir el elemento ruido en su música como un recurso más para conseguir expresiones insólitas al igual que el silencio que se estudia en la primera lección de solfeo. Quizás como revulsivo para provocar reacciones al espectador que no conseguiría con otros recursos. Y aquí es donde incluimos a McPhee que, por supuesto, no es ningún necio.

Filosofía y Black Power

Todo esto y mucho más co-existe en la música de Joe McPhee, saxofonista, trompetista y trombonista nacido en Miami hace 77 años, y uno de los históricos incombustibles de la música improvisada ligada al free jazz y el black power. McPhee es un teórico y un pensador que ha desarrollado un discurso complejo y personal sobre su música. Hombre profundo y filósofo, no cree, sin embargo, que el público necesite familiarizarse con la parte teórica para entender lo que hace. Se puede disfrutar de sus conciertos de modo instintivo. “Tenemos que confiar en nosotros mismos”, recomienda. “No necesitamos ninguna teoría que nos diga que un ramo de flores o el sol son algo bello. Lo sabemos por instinto”.

McPhee aprendió a tocar la trompeta en su infancia. Formó parte de una banda militar mientras hacía el servicio en Alemania y comenzó a tocar el saxo y a desarrollar su habilidad con distintos instrumentos de viento así como con la composición, la improvisación, la electrónica y también el piano. El concierto que dieron los grupos de Ornette Coleman y Albert Ayler con ocasión del funeral de John Coltrane en 1967 constituyó para él un momento de inspiración inolvidable. Para entonces, ya había comenzado a grabar como acompañante y, solo un par de años después, fundó el sello CjR donde publicaría unas grabaciones de calibre histórico dedicadas a la negritud que entonces saltaba sus últimas desigualdades legales: Underground Railroad (Joe McPhee Quartet, 1969), Nation Time (Joe McPhee, 1970) y Trinity (Joe McPhee, Harold E. Smith y Mike Kull, 1971). Música negra militante y salvaje una época irrepetible que hizo cambiar la música y las mentes de mucha gente.

A mediados de los 70, la furia y el prestigio de McPhee motiva a un fan para fundar un sello discográfico para editar sus grabaciones. Hat Hut se convertirá en referencia de la vanguardia jazzística y contemporánea con un catálogo que era un verdadero quién es quién de la innovación y la ruptura: de Morton Feldman y Charles Ives a James “Blood” Ulmer y Anthony Braxton. Por su parte, McPhee se pudo permitir el lujo de editar discos en solitario, sin ningún acompañamiento, como Tenor (1976) que abrió una gran puerta a todos los improvisadores y, sobre todo, a los editores de sus discos.

En los 80, una época dorada para el free, el saxofonista se retiró de la música para cuidar y acompañar a sus ancianos padres. “Fue una obligación y un honor. Si yo existo es por ellos. El único impacto de esta decisión fue que los cuidados exigen tiempo y paciencia”, explica. “Quiero pensar que me hizo ser una persona mejor, más generosa y considerada”.

De la lucha a la libertad

Su evolución ha ido en la dirección de la libertad para improvisar sin cortapisas ni freno, dejando la elaboración de las piezas al instinto y las sensaciones del momento. Algo que solo se puede hacer si se domina el instrumento y se sabe escuchar a los músicos con los que se está tocando. Durante su larga carrera, McPhee ha colaborado y grabado con una pléyade de músicos de todos los campos de la vanguardia incluyendo dos álbumes con la Deep Listening Band de Pauline Oliveros editados ya en el siglo XXI. Una música solemne, profunda y llena de extraña poesía. Como todos los músicos de las escenas alternativa, la producción de McPhee en las últimas décadas es excesiva y poco ambiciosa. Ocho álbumes en 2015, cuatro en el 2014, nueve en el 13 y alrededor de un total de 70 desde el 99: colaboraciones con Peter Kowald, Evan Parker, Mat Maneri, Peter Brötzmann, Paal Nilssen-Love, Joëlle Léandre, Ken Vandermark, Thurston Moore o Steve Lacy y un etcétera muy largo.

Se trata de producciones sencillas, basadas en la habilidad de los artistas y en sus ansias de libertad y en su habilidad para expresar lo inexpresable sin cortapisas de marketing, modas o tendencias. Discos para comprarse después de un buen concierto para revivir y recordar.

A Madrid viene en compañía del batería Chris Corsano, ex colaborador de Bjork y de Thurston Moore con quien ha grabado dos álbumes: Under A Double Moon y Scraps And Shadows. El mismo Mr McPhee nos explica lo que vamos a ver: “Será algo del momento y cada momento será diferente. Esperen lo inesperado… ¡Vengan con los oídos bien abiertos!”.

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