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José Cid y las razones por las que desconocemos a la leyenda viva de la música portuguesa

José Cid

Patricia Godes

La crisis del mercado musical español ha inspirado un funcionamiento de la industria y los medios cobarde y rutinario. Siempre es un mismo tipo de artistas el que consigue permiso para llegar a los oídos españoles y cualquier novedad o sorpresa está bloqueada de antemano por los prejuicios a favor del patrón de artistas jóvenes y anglosajones seguido por el de cantautor/a sensible dejando solo un breve resquicio aflamencado para las tonadilleras ligeras o el flamenquito canalla. 

Una pequeña pero osada ruptura frente a este inmovilismo supone la presentación en España de José Cid, primera figura del pop de autor y pionero del prog rock portugués. El riesgo es mayor si tenemos en cuenta que él nació en 1942 y que es un pequeño sello recién fundado el que edita su primer disco en castellano.

Titulado con su propio nombre, el álbum fue grabado en los estudios Red Led de Madrid  y acopla un poco al gusto español la personalidad de José. “No está presente toda la música que yo hago, pop, rock, balada romántica, pero todo se andará” promete Cid, cuyas canciones son las más cantadas en los karaokes de nuestros vecinos. 

José Cid está en un buen momento de su larga carrera, mantiene  su voz -el más fuerte de sus activos- en plena forma, fresca, rica y versátil, y su disco anterior, Menino Prodigio, de 2015, recibió el premio al Mejor Álbum de Música Portuguesa de la sociedad portuguesa de autores. Es un hombre corpulento que no parece su edad y que lleva en la música portuguesa desde que allí, como aquí, se instauró la hegemonía de la música anglosajona en los años 50.

Se sitúa a sí mismo “entre el fado, el jazz y el samba”, pero las generaciones crecidas al calor de la melomanía televisiva le recordamos como eterno representante de Portugal en festivales: “Participé dos veces en la OTI, primero con Tonicha que se quedó la cuarta con  una canción mía: (canta) ”Gloria, gloria, aleluya, un mundo mejor, un mundo de amor“. En 1980, me quedé en tercer lugar y, al año siguiente, me quedé en sexto lugar en Eurovisión. ¿Los festivales? ¡Son un horror! ¡Ja, ja, ja!”. 

Una pequeña compañía española, Alta Fidelidad, se ha empeñado en lograr que conozcamos mejor a José Cid. Javier González, su representante en España, siente gran admiración por él: “No para de tocar cada semana en Portugal. Su país se le ha quedado pequeño desde hace años, pero no ha querido lanzar su disco en castellano hasta que no ha estado orgulloso de cada una de sus canciones. Es un perfeccionista”.

Su primer contacto con el artista tuvo lugar “en la plaza de toros Campo Pequeño (Lisboa). 10.000 personas habían pagado 20€ por ver otra vez a José Cid, tres generaciones de portugueses que coreaban sus éxitos uno detrás de otro: personas mayores, sus hijos y sus nietos, bailando en un concierto de casi tres horas de duración”.

Al margen de las multinacionales

Cid ha entendido que “el negocio musical no va por las multinacionales y que el mejor camino para trabajar en España es formar un equipo de profesionales del sector y auto producirse, como estamos haciendo”. “Las multinacionales avanzan destruyendo los talentos de la gente que tiene buenas ideas. Yo soy uno de ellos”, corrobora el artista. 

José Cid va a presentar su trabajo en Madrid el próximo día 24 en la sala Caracol, dentro de la 14ª edición de “Cultura Portugal”, la Mostra de Cultura Portuguesa. Es el representante portugués más exitoso de la continua lucha de los músicos no anglosajones para tranquilizar sus conciencias compaginando su tradición con las influencias del jazz y el rock. En España esa idea ha inspirado hitos como el ahora mítico Lamento de gaitas de los Archiduques, grupos como Los Pekenikes, Los Relámpagos, Triana, la Companyia Elèctrica Dharma y la perpetua búsqueda para conseguir fusionar el flamenco con el rock, el jazz y todas las músicas anglosajonas habidas y por haber.

“Aprendí a tocar escuchando a los músicos brasileños e intentando copiarles”, explica Cid. “Mi aprendizaje, en los años 50, tuvo lugar a escondidas, huyendo de casa porque mis padres no me dejaban cantar y los dueños del colegio donde estaba interno tampoco. Me escapaba para cantar con los grupos de jazz de Coímbra. Había muchísimo jazz allí y músicos buenísimos”.

Censurado por Salazar

El jazz se escuchaba en Portugal por la radio: “Los clásicos americanos, Ella Fitzgerald, Julie London, Nat King Cole, que a mí me gusta mucho”, recuerda. “Cuando llega la bossa nova, yo, que dominaba bien el jazz cantado en inglés, comprendí que debería existir un lenguaje portugués de jazz que fuera el correspondiente a la bossa nova de los brasileños y sigo luchando por un jazz portugués basado en la música popular”.

Después de pasar por varios grupos y orquestas, en 1967, Cid funda el Quarteto 1111 que obtiene un éxito enorme con una canción titulada A lenda de El Rei D. Sebastião.  “Una obra basada un poema que escribí que se grabó con instrumentos medievales. Es totalmente portugués”, dice su autor. El álbum del mismo título que la integraba nunca vio la luz por la censura del Portugal de Salazar.

En 1971, José edita su primer disco en solitario y en 1978 publica el álbum progresivo 10.000 anos depois entre Vénus e Marte, una especie de ópera rock futurista. También su intento en el mercado norteamericano a través de un productor que le prometió un lanzamiento en CBS frustrado cuando el presidente de la corporación consideró que era demasiado mayor para el público yanqui. “Existe talento en los países latinos y lo sabemos pero no tenemos dinero ni maquinaria para hacer lo que hacen los norteamericanos”, dice Cid.

Antes del álbum que presentará esta semana en directo, José Cid había cantado en castellano una canción de Augusto Algueró titulada 20 años para el sello Columbia. Asimismo, había grabado en Madrid en otra ocasión: “En los 90. Un disco con guitarras de Coímbra para celebrar el centenario del nacimiento de García Lorca”. José Cid aliña su conversación con extractos de canciones: “El grito en el viento, una sombra de ciprés”.

¿Cuál ha sido la relación de José Cid con las distintas músicas y tendencias anglosajonas que iban surgiendo a lo largo de tu carrera? ¿Te ha importado estar al día, seguir la moda? “No mucho. Yo tenía una base musical muy clara que venía del jazz, después pasé al rock sinfónico. Soy un cantautor que nació con el fado y el jazz pero que salió para componer sus propias canciones. Mi obra es camaleónica”, resume.

Ahora mismo, José Cid, que es también profesor de educación física y jinete de competición, está preparando tres discos a la vez, incluyendo uno de jazz. Existe asimismo el proyecto de un documental sobre su vida, si los productores españoles consiguen encontrar hueco en su calendario. “Es mi vida”, dice él. “Yo no quiero ser una vedette, una star. Quiero estar en la música, en la poesía”.

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