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Leiva, el espejo de un rock español a la deriva

Luis J. Menéndez

Leiva

Leiva

NuclearSonyROCK5/10Nuclear

Que Leiva es hoy por hoy uno de los cinco músicos más populares y exitosos de este país está fuera de toda discusión. El valor de sus canciones y ese empeño por parte de, no ya sus fans, sino determinados sectores y medios en convertirle en una suerte de ilustre poeta del rock bien merece ser revisada. Ante la ausencia de un ejercicio crítico severo ha sido el propio Leiva quien en la ronda promocional de Nuclear ha decidido sincerarse y plantear algunas dudas sobre su propia figura: “No soy un buen cantante”, ha llegado a decir. Que tenga que ser él quien abra los ojos al ejército de palmeros dice bastante al respecto.

Efectivamente Leiva dista mucho de ser un gran intérprete, aunque a su favor hay que decir que cuenta con la habilidad de ese chaval que en los campamentos de verano agarraba una guitarra y dejaba boquiabierta a su audiencia con su interpretación de éxitos de El Canto del Loco y Alejandro Sanz. Leiva, que muy probablemente sepa bien lo que es eso, ha crecido y convertido esa habilidad en capacidad para la sugestión colectiva, hipnotizando a miles de personas en el momento de subirse a un escenario.

Con su cuarto disco y confiado en sus habilidades, plantea una doble metáfora: el corazón de la portada (obra de Boa Mistura) como elemento nuclear de su música, y sus canciones reducidas a lo esencial, a un formato que apela al directo y que se convertiría en ese sentido también, en algo nuclear. Leiva en estado puro, pues. Y no encontramos en esta versión refinada del de Alameda de Osuna rastros de esas supuesta genialidad como letrista y compositor. Lo suyo es más bien una efectiva y bien rematada sucesión de tics de rockero impenitente al que no le cuesta mostrar la patita de tipo sensible. La mayor parte de estos doce temas apuestan por esa fórmula, baladas y medios tiempos de corte clásico y brillo contemporáneo, con Carlos Raya de nuevo a los mandos de la producción.

Temáticamente apenas se escapan de la fórmula Lobos -una canción que ajusta cuentas con algún antiguo colaborador- y Como si fueras a morir mañana, que se intuye una refelexión sobre el oficio de rockero y sus contradicciones internas. La colaboración con Bunbury y la mexicana Ximena Sariñana en Godzilla, por su parte, se convierte en uno de los escasos sobresaltos del disco.

Al final el disco podría interpretarse en términos sociológicos como un espejo de la deriva de este país en las últimas dos décadas: aquel que no asume riesgos ni aspira a cambiar -o mejorar- el statu quo termina siendo quien recibe la atención y el favor de la mayoría de la gente. Tal vez un artista debería aspirar a mucho más...

 

Andrew Bird

Andrew Bird

My Finest Work YetUniversalPOP8/10My Finest Work Yet

Andrew Bird, no contento con convertise en el Marat de Jacques-Louis David en la portada del disco, aspira alto al titular su nueva colección de canciones como “Mi mejor trabajo hasta la fecha”. Pero más allá del ejercicio de provocación y presunta autoindulgencia, algo de razón tiene el músico de Illinois, que tras una serie de trabajos irregulares consigue con este álbum el logro de situarse equidistante entre el clasicismo y la más exquisita contemporaneidad.

Pongamos por ejemplo Bloodless, segundo tema del disco que fue escrito a modo de reacción ante la manifestación del Unite the Right en la que clama “es una guerra incivil, como 1936 en Cataluña”. El tratamiento sonoro del tema, la interpretación vocal de Bird y hasta la estructura del mismo remite a los grandes clásicos del soul, pero los arreglos orquestales que firma el músico norteamericano nos traen de vuelta a 2019. O el emocionante arranque con ukelele de Olympians, que iguala en genio al mejor Sufjan Stevens.

El idilio entre arreglos exquisitos, referencias a los clásicos y melodías que rápidamente se quedan con nosotros se prolonga a lo largo del disco hasta hacernos pensar si la boutade del título del disco no será en realidad la mejor descripción posible para el mismo.

 

Apparat

Apparat

LP5Mute / [PIAS]ELECTRÓNICA7/10LP5

A lo largo de sus cinco álbumes Sascha Ring ha ido alejándose de la ortodoxia techno de la que proviene para situarse en un terreno mucho más ambiguo: el del pop del siglo XXI. Las comparaciones con Radiohead llevan produciéndose desde hace tiempo y tienen toda la lógica del mundo. Temas como Dawan, con Apparat apoyándose en el virtuosismo percusivo del batería de Battles John Steiner, se asemejan bastante a la visión impresionista del pop que maneja Thom Yorke.

Sin embargo en cada nuevo disco Apparat ha ido llevando su música hacia territorios menos interesados en el ritmo, a medio camino de un ambient crepitante y un neoclasicismo que alcanza aquí sus cotas más altas con la participación de la Czech Studio Orchestra en un par de temas.

Más allá de la voz filtrada de Sascha Ring, poco hay de electrónico en el sonido cercano al minimialismo de Philip Glass de Brandenburg  y Caronte. Algo parecido puede decirse de la pianística y “satienesca” Eq_Break. Es la suya una aproximación al género que se encuentra lejos de, por ejemplo, la profundidad psicológica y emocional de su compatriota Nils Frahm, y que nos hace echar de menos su faceta más cercana a la musica de club o la colaboración con Modeselektor bajo el nombre de Moderat.

 

La Casa Azul

La Casa Azul

La gran esferaElefantPOP7/10La gran esfera

Siete años ha tardado Guille Milkway en componer, grabar y publicar la continuación de La Polinesia Meridional (2011), un tiempo en el que ha habido numerosos cambios profesionales en su vida: desde la publicación de un álbum reinterpretando a Nino Bravo a su faceta de compositor para Fangoria, pasando por su estancia como profesor en Operación Triunfo que le dio a conocer al gran público y despertó admiración por su vasto conocimiento en materia de música pop.

Para cualquier otro músico cualquiera de esas experiencias habría sido suficiente para dar un verdadero golpe de timón a su carrera. No para Guille, que en una entrevista reciente para este mismo medio explicaba que “La Casa Azul ha tenido muchas influencias a lo largo del tiempo pero su naturaleza no ha cambiado tanto. […] Lo que cambia son lo que nosotros llamamos 'Las chiribitas', esos añadidos de sonidos más innovadores que de golpe te llevan a un sitio u otro”.

Efectivamente, cuando el ritmillo filtrado a lo Daft Punk de Podría ser peor  pone en marcha a La gran esfera sabemos que poco ha cambiado en el universo de La Casa Azul. A pesar de que lo indudable de la sapiencia musical de Guille, su pop electrónico, expansivo y eurocéntrico apenas ha evolucionado desde que La Casa Azul daba sus primeros pasos en plena fiebre tonti-pop. Es escuchar uno de sus característicos subidones y dejar de lado los matices para reencontrarnos con el autor de La revolución sexual. Y en ese sentido es tan de justicia reconocerle la institución de un universo sonoro que, más allá de las abundantes referencias que maneja, no le pertenece a nadie más que a él, como torcer el morro ante un talento que ha pasado dos décadas repitiendo una fórmula con síntomas evidentes de agotamiento.

Otra cosa es el su faceta como letrista, un área en la que Guille no ha parado de crecer. En La gran esfera invitablemente la edad se nota y cierta sensación de desencanto -y también nostalgia, por qué no- se cuela en casi todas las canciones. Es un ejercicio curioso y singular en un contexto como el de estas canciones, que formalmente resultan homenajes a una postadolescencia perpetua.

 

Oso Leone

Oso Leone

Gallery LoveApolloPOST -ROCK8/10Gallery Love

Los seis años transcurridos entre Mokragora (2013) y este Gallery Love  han enfriado un tanto las altísimas expectativas creadas con su segundo disco, que llegó a situarles en posición de ser la siguiente banda nacional con oportunidad de formar parte del circuito musical anglosajón. De hecho la publicación de este trabajo con Apollo, subsello del prestigioso label de electrónica R&S en el que han publicado desde Aphex Twin hasta James Blake, de alguna forma incide en ese potencial de los mallorquines cara a otros mercados.

Estrategias al margen, cuando la aguja se apoya sobre el disco lo que más llama la atención de Gallery Love  es el drástico volantazo sonoro emprendido por Xavier Marín -voz, guitarra y sintetizador-, Eusebio Alomar -bajo-, Franco Valenciano -batería- y, puntualmente, Emil Saiz -hijo del gran Suso Saiz y también guitarrista de Iván Ferreiro y Nothing Places-. Atrás queda su singular forma de apropiarse del folk. Hoy Oso Leone se entregan a una suerte de jazz-pop cadencioso con motivos electrónicos en el que la emoción implosiona con sordina. La sombra de Talk Talk es alargada. No es obviamente un disco accesible para todos los públicos pero sí un interesantísimo ejercicio al que no le pesan las deudas.

 

These New Puritans

These New Puritans

Inside the RoseBMGPOP7/10Inside the Rose

Desde su debut en 2007 con Beat Pyramid cada nuevo movimiento de la banda formada por los gemelos Jack y George Barnett ha superado en riesgo al anterior. Tanto Hidden (2009) como Field of Reeds (2013) son ejercicios abracadabrantes que sitúan el rock a un paso de la música contemporánea sin perder un ápice de su condición peligrosa y desafiante.

Inside the Rose sin embargo es el primer álbum de These New Puritans que no supone un salto al vacío. Al contrario, estos nueve temas parecen un compendio de todo lo ha sido su trayectoria hasta el momento: hay ritmos marciales de clara connotación post-punk en la línea de su primer disco, pero también arreglos orquestales que sitúan su música en la senda de un siniestro clasicismo.

El antiguo líder de Bark Psychosis, Graham Sutton, sigue echando un cable como asesor sonoro, pues su mano se intuye en los poderosos bajos y determinados detalles rítmicos. Pero no impide que los nueve temas que componen el disco sean lo más cerca que These New Puritans hayan estado del formato canción desde aquel ya lejano debut.

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