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En Viveiro se escucha rock, metal y hardcore-punk

Resurrection Fest

David Sarabia

Quizá muchos se pregunten qué se les ha perdido a Iron Maiden, Offspring y Bad Religion en un pequeño pueblo del norte de Galicia. Lo cierto es que estos últimos es la segunda vez que vienen, así que algo debe de tener Viveiro que a los otros dos también ha encandilado. Podría ser el Albariño o el Ribeiro, las frías aguas e incluso el espeso verdor de la geografía gallega, pero mucho nos tememos que, a pesar de que la Galicia Calidade es un factor muy a tener en cuenta, en esta ocasión no es el único.

Lo sería si no fuera porque el día 7 empieza el Resurrection Fest. Y es que esta historia también podría titularse como 'la gentrificación de un pueblo gracias a la música rock' o 'el curioso caso del festival que no iba a ser pero al final fue'. “Todo empieza porque queríamos traer a nuestra banda favorita, Sick of it all, a tocar a nuestro pueblo”, cuenta Iván Méndez, fanboy de la banda estadounidense con 17 años y director del Resurrection Fest ahora, con 27.

La primera vez que Iván y su amigo de nombre homónimo contactaron con el Concello de Viveiro era el 2006, en el pueblo había algo más de 15.000 habitantes y la mayoría de ellos no había oído hablar nunca ni de Sick of it all, ni de Walls of jericho ni de Twenty fighters. Mucho menos de Anal Hard. Estos son cuatro de los siete grupos de rock y punk que integraron la primera edición del Resurrection Fest, esa que casi no llega a celebrarse. “A dos días de que empezara, un miembro de Sick of it all se puso enfermo y tuvimos que cancelar todos los conciertos”, dice Méndez al otro lado del teléfono.

Si la primera edición hubiera tenido lugar aquel verano, ahora mismo estaríamos contando que el Viveiro Summer Fest celebra su XI entrega. Cosas del destino: una baja que trastocó la programación de todo el festival provocando, de paso, un cambio de nombre mucho más acorde con el carácter de su música. “Hablamos con la banda, que nos dio unas fechas nuevas. Movimos el festival a noviembre y fue ahí cuando le cambiamos el nombre: como el primer intento se canceló, esto fue una forma de decir que 'venga', que 'ahora sí vamos para adelante'”, explica Méndez.

El color del dinero

Transcurrió poco tiempo desde que los organizadores anunciaron las nuevas fechas del Resurrection, pero fue el justo y el necesario para generar cierta desconfianza entre las 15.000 almas de Viveiro. “Que viniese un artista internacional al pueblo de un género tan específico era impensable. Creó bastante escepticismo y a nivel local todo el mundo se pensaba que eso había sido una fula y que no había nada real”, dice Méndez.

Diez años después, el Resurrection Fest es uno de los festivales con mayor proyección internacional y uno de los referentes en lo que a música rock, metal y hardcore-punk se refiere. En 2010 se convirtió en un festival de tres días. En 2013 vino Slayer -“dimos un paso más”, dice Méndez- y en 2016 ya cuenta con tres escenarios y 80 bandas. “Sobre todo, nos sentimos muy orgullosos porque vendemos entradas en más de 30 países de todo el mundo”, dice el director.

El 1 de junio, la página web del Resurrection informaba que el 89% de los abonos se habían vendido. “El año pasado hubo unas 54.000 personas, pero este año esperamos muchas más. Estamos a punto de agotar las entradas por primera vez en nuestra historia”, dice Méndez. Con cada nueva edición del festival, la afluencia de público aumenta y, con ello, el impacto económico sobre Viveiro. “Cuando empezamos, la gente no estaba muy por la labor de que se celebrase un festival así”, continúa Méndez. Pero el dinero es el dinero.

“Cuando vieron que toda la gente que venía hasta aquí eran miles de personas, que no cabía un alfiler y que nunca ha habido ningún accidente se empezaron a involucrar. Sobre todo, cuando vieron que el pueblo empezaba a generar mucho dinero”, dice Méndez. El Resurrection Fest es el particular agosto de Viveiro, aunque todo empezase un frío noviembre hace ya 10 años.

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