Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La izquierda busca reconstruirse ante el nuevo ciclo político
El PP de Ayuso bloquea la investigación de los negocios de su pareja
Opinión - 'Un español cuenta algo muy sorprendente', por Isaac Rosa

Los hijos de Napster empiezan a devorarse a sí mismos

Frank Ocean en la portada de su último disco, 'Blond'

Marta Peirano

El disco que Frank Ocean ha publicado este fin de semana se llama blonde y ya es el disco del año. La lista de colaboradores tiene más estrellas que la Vía Láctea, por no hablar de productores míticos como Bob Ludwig y Benjamin Wright o en estado de gracia como Joe Visciano. Los críticos dicen que supera al insuperable Channel Orange, de hace cuatro años. Pero es muy probable que no lo hayas escuchado todavía. No porque no estés en la pomada, sino porque no tienes iTunes.

La estrella del R&B ha estrenado su segundo LP de manera exclusiva en la plataforma por streaming de Apple, dejando fuera, al menos de momento, a los usuarios de otras plataformas de música por demanda como Spotify, Pandora o Google Music Play. El jefe de Universal se ha enfadado tanto que ha mandado una circular a sus 80 sellos, prohibiendo futuros contratos en exclusiva con Apple Music, Spotify, Tidal y todos los demás.

El enfado es natural. Frank Ocean era un artista de Universal hasta que, 24 horas antes de blonde, publicó Endless, un álbum visual con el que se liberaba de su contrato con Def Jam, subsello de Universal Music. Un día después publicaba el bueno en su propio sello. Peor aún: Endless se ha lanzado en abierto por streaming desde Apple Music,  mientras que blonde se vende como un disco de los de antes, completo con sus 17 canciones juntas.

Cuando el círculo se cierra

Lucian Grainge, consejero delegado de Universal Music Group y posiblemente el ejecutivo musical más poderoso del mundo, ha dicho que desde ahora y hasta nuevo aviso, ningún sello de la casa cerrará la distribución exclusiva de ninguno de sus músicos con ninguna plataforma de música por demanda. Ningún músico bajo su techo podrá hacer lo que ha hecho Ocean, incluidos artistas de primer orden como Kendrick Lamar, Taylor Swift, The Weeknd, Adele, Azelaia Banks o Chris Stapleton; o los que traigan los proyectos discográficos de estrellas de Kanye West o Dr. Dre.

Mientras tanto, Apple y Tidal han llevado su guerra de exclusivas a un nuevo nivel. Solo en 2016, Apple Music sacó en cerrado los esperados Coloring Book de Chance The Rapper y Views, el supermegaventas de Drake, y Jay Z ha respondido cerrando el Lemonade de Beyoncé (su mujer), The Life of Pablo de Kanye West (su mejor amigo) y el Anti de Rihanna.

Las plataformas están peleando con la misma saña que los grandes estudios de cine como Metro Goldwyn Mayer y Warner Bros. peleaban por Greta Garbo en los años 40. El choque de cuernos empieza a echar tanto humo que hasta el propio Kanye West se quejaba en una serie de tuits: Este beef entre Tidal y Apple está jodiendo el rollo de la música. A la mierda este concurso de pollas. En 100 años estaremos todos muertos. Dejad que los chicos tengan su música.

El Big Bang de la música online

La constelación de empresas que se creó con la muerte de Napster, la presión de la RIAA y la criminalización del P2P está cambiando. Spotify, sigue siendo el jefe con 30 millones de suscriptores frente a 154,2 millones de Apple Music y Tidal. Pero el círculo se cierra a su alrededor, porque Apple tiene todo el dinero y casi todos los contactos; Tidal es los contactos y depende de sus exclusivas para mantener a sus pocos usuarios y de Google Music Play de momento es mejor no hablar. El continente de la música por demanda se separa y Spotify es el trozo más grande, pero no necesariamente el más sostenible.

El impacto inmediato que esta fragmentación tendrá sobre los usuarios es evidente: pronto tendrán que elegir cuidadosamente a qué plataforma se suscriben, porque dejará fuera a muchas bandas, músicos y hasta géneros enteros que ya no podrán escuchar. Descubrir música por accidente volverá a ser difícil. El que escuche a Beyonce, que está en Tidal, tendrá que renunciar a Frank Ocean, a Taylor Swift y a Etta James y jamás conocerá a los grupos nuevos de otras plataformas. El eclecticismo volverá a dar paso al sectarismo.

Los chicos no lloran

Pero, sobre todo, será interesante ver qué ocurre con los músicos. Si las guerras de festivales de los primeros 2000 nos han enseñado algo es que algunos pocos músicos se beneficiarán económicamente de la refriega, pero que todo el gran tejido circundante sufrirá. Es pan para unos pocos hoy y hambre para todos mañana.

De momento, y a modo de compensación, el estreno de blonde vino acompañado de un librito-fanzine llamado Boys Don’t Cry, que solo se pudo encontrar por un breve periodo de tiempo en determinadas tiendas de Nueva York, Londres, Chicago y Los Angeles, gratis. En algunos casos, el paquete traía un CD del proyecto con diferentes carátulas, en todos los casos contenía fotos de Wolfgang Tillmans, poemas de Ocean, la letra de 12 de las 17 canciones del disco y la lista completa de colaboradores.

También trae un poema de Kanye West sobre el McDonald's (I always knew them French fries was evil man / Smelling all good and shit / I don’t trust no food that smells that good man). En estos tres días han ido apareciendo ejemplares en eBay y de momento andan cerca de los 400 dólares. La exclusividad siempre beneficia a unos pocos en detrimento de todos los demás.

Etiquetas
stats