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Introducción a la música clásica para hipsters IV: las grandes maestras

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Patricia Godes

Dentro de la música clásica, el feminismo es tan excepcional como en el resto de nuestra patosa sociedad, aunque menos hortera. “Las mujeres artistas y sus carreras han sido invisibilizadas a causa del patriarcado. No se les permitía acceder al arte, sus obras no eran valoradas. No han sido reconocidas y seguramente desconocemos a muchas compositoras de otras épocas. Incluso hoy en día, en los museos, hacen faltan exposiciones específicas sobre mujeres artistas”, dice Lara Alcázar, estudiante de Historia del Arte y cabeza visible en España del grupo feminista Femen.

Kant, Schopenhauer y otros listos estaban empeñados en que las mujeres no daban para la creación artística. Lo que pasaba es que... ¡a ver quién era la chula que, entre mareos, dolores, pulgas, piojos y niños chillando, era capaz de componer una sinfonía! A lo largo de todos los siglos de historia, las vidas de las mujeres han transcurrido entre embarazos, partos, lactancias y crianzas de niños y niñas. La mortalidad infantil era galopante y la mitad de los bebés se morían en la infancia. Tener muchos hijos, además, era la mejor inversión para una pareja: brazos para granjas y talleres, cuidados para la vejez y nietos para la herencia. Pero, ¡ojo!, todo ello sin tocólogos ni pediatras que administrasen tratamientos o paliativos efectivos.

“La naturaleza te forzaba a ocuparte de tu prole antes que de cualquier otra cosa. El instinto maternal es muy fuerte y las crías de cualquier especie necesitan protección. La gran incorporación femenina al mundo laboral, en cualquier ámbito, no tiene lugar hasta el siglo XX gracias a los anticonceptivos y a la necesidad de mano de obra cuando los hombres estaban en la guerra”, expone Almudena de Maeztu, autora de una biografía de Alma Mahler.

No nos olvidemos de que, durante siglos, los absurdos y obligatorios corsés impedían que el riego sanguíneo llegase al cerebro y a las extremidades convirtiendo prácticamente en inútiles a muchas generaciones de mujeres. No es extraño que los tabúes y la protección paternalista se fueran acumulando hasta alcanzar las dimensiones de la Muralla China y el peso de la Gran Pirámide.

“No era habitual que la mujer trabajara”, añade Ana Vega Toscano, directora de Radio Clásica, una pianista y musicóloga especializada en el repertorio pianístico femenino. Pero... “En el siglo XIX –explica–, la música entraba dentro de lo que se consideraba buena educación para una señorita y se convirtió en un instrumento para la independencia económica. Gracias a la pedagogía, el campo de la música fue una de las primeras puertas que se abrió para la mujer y una de sus primeras bazas para independizarse”.

Musas, amantes y esposas

En la historia de la música clásica, el papel protagonista lo tienen las musas, amantes y esposas. A veces son tan famosas como las piezas que inspiraron, como es el caso de la poetisa Mathilde Wesendonck, para quien Wagner compuso su Isolda, o de Alma Mahler, esposa, ayudante y biógrafa de Gustav, y a su vez compositora de lieder que se siguen interpretando.

“Siempre han sido más famosas las socialités que las artistas”, señala Maeztu. “La creación artística interesa menos que los ecos de sociedad. Si era difícil hacerse un nombre en la música siendo hombre, imagínate siendo mujer, cuando la única actividad femenina reconocida y aceptada era la de esposa, amante o madre. Además, la posición de musa es más agradecida y cómoda que la de creadora: recibes dedicatorias y menciones y formas parte de la obra de un gran artista sin hacer nada”.

¿Alguien se anima a echar una mirada a una rápida selección de grandes maestras de la música? Diez compositoras que crearon sus obras dentro de los cánones académicos, incluyendo el tour de force de la sinfonía y la opera. Todas fueron famosas y reconocidas. Las diez fueron capaces de mantener su actitud independiente y desenvuelta frente a la sociedad patriarcal. “Si hoy sabemos sus nombres, es seguro que eran mujeres inteligentes, fuertes y constantes”, sostiene Alcázar, que se emocionó al estudiar la vida y la obra de Lili Boulanger para un proyecto artístico. “Para lograr ser reconocidas, habrán tenido que superar una larga carrera de obstáculos”.

“Eran mujeres muy preparadas, integradas en la realidad social, mujeres que viven su tiempo”, explica Toscano. “Es un repertorio muy interesante que se ajusta a su momento histórico: se puede hacer una historia paralela de la música a través de la obra de las mujeres y sus creaciones”.

“El patrimonio artístico es universal. No es patrimonio masculino”, añade Alcázar.

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